I. Despierta

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Eran tiempos de auge en Corea por eso se había fundado el parque, para desquitar del estrés laboral a altos cargos o simplemente gente de dinero. Oriente se había convertido en la primera potencia mundial tecnológica, Corea era un paraíso donde se realizaban proyectos de todo tipo, era una ciudad del futuro.
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Su habitación era pequeña y la luz se dividía en finos halos al pasar por la ventana redonda, quién iba a decir que en una ciudad futurista existiera un gueto rodeado de la chatarra retrofuturista usada para edificar entre las ruinas de un mundo sin ley, un mundo de juguete.
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Taeyong se levantó de la cama que prácticamente rozaba el suelo, tenía ganas de comerse el mundo, era feliz entre tanta miseria. Salió de su casa no sin antes despedirse de su querido padre.

– Hola Papá - dijo con una sonrisa. - ¿Qué tal has dormido?

– Bastante bien hijo ¿Vas a salir a que te inspire este día? - dijo el mayor mientras bebía una taza de café.

– Así será. - Taeyong sonaba seguro de si mismo.

Taeyong era un chico dulce aunque sus rasgos serios quisieran decir lo contrario, su piel era suave, sus proporciones totalmente niveladas, cada una de sus partes eran tan complejas que estaban increíblemente cerca de la perfección.

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El tren que conectaba el Parque del mundo real tenía un trayecto de media hora al ser de alta velocidad, los huéspedes se preparaban para vivir experiencias únicas durante unas semanas a un coste inaccesible para la mayoría de la población.

– La primera vez que vine aquí fue todo muy tranqui ¿Sabes? A mi mujer le gustaban las actuaciones nocturnas de pub en pub y sin peligros acechando. Esto es todo un parque de atracciones al fin y al cabo. - decía un hombre de mediana edad a su acompañante.

– ¿Y la última? - preguntó expectante el acompañante.

– Vine solo, todo muy turbio, las mejores semanas de mi vida. - realzó levantando los brazos.

Minutos después, el tren llegó a su destino, el distrito 8, un sitio teñido de azules y rojos, iluminado de luces de neón que no descansaban ni siquiera de día, como Tokyo en su máximo esplendor.

– ¡Dios mío! ¡Es increíble! - exclamaba una joven nada mas salir del tren.

– Más vale, ha costado un pastón. - dijo su marido descargando el equipaje.

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– Vamos queridas moved el culo que hay clientela esperando en la puerta. - la voz provenía de un chico de rasgos japoneses de cabello castaño y menudo, imponía de cierta manera, se podia adivinar que era el que mandaba nada más entrar por la puerta de aquel lugar donde se obsequiaba a los huéspedes con todo tipo de placeres, desde tomar una copa hasta probar el cuerpo más perfecto creado por la ciencia.

Un grupo de hombres entró por la puerta.

– ¡Hola chicos! - dijo Yuta con una sonrisa en la boca - Enseguida les mando a quien más gusten a su habitación. - decía mientras señalaba el piso de arriba.

– Cuanto. - dijo uno de los hombres con un tono brusco. Desde fuera daba miedo, parecía que fuera a matar a alguien en cualquier momento, pero para Yuta era uno más, ya estaba acostumbrado.

– Si os bañais os lo dejo a mitad de precio. - vaciló Yuta.

Segundos después uno de los hombres se le abalanzó cogiéndole el cuello en un movimiento muy brusco.

Reveries//JaeyongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora