No me llames princesa. Nunca he sido de las que creen en cuentos de hadas.
Los finales felices no son más que dos palabras sin concordancia, separadas por unos segundos que siempre quedan fuera de cámara. Solo felices en el primer beso.
Lo que no enseñan es lo que viene a continuación, cuando ella se siente fuera de lugar y lo abandona para encontrarse a sí misma. Él la deja marchar sin pensarlo; hay mil princesas más a las que jurar amor eterno.
Pero esta parte se corta para no mostrarle al mundo la triste realidad. Las historias, si son reales, nunca acaban bien.
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Catarsis Vol. II
PoesíaAmad en defensa propia, vivid como si no doliera. ... Este nuevo volumen es un pequeño experimento, algo que llevo haciendo mucho tiempo y que, hasta ahora, no me decidía a publicar. En él pienso desnudar hasta el último centímetro de mi alma, usar...