❀ París; final

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JongIn sentía que aquello podía ser un sueño, se sentía como si en algún momento sus ojos fueran a abrirse y despertaría en su casa, con los regaños de su madre que lo levantaría mientras le decía que dejara de ser flojo si quería llegar a ser alguien en la vida.

Y lo cierto era que JongIn era alguien en la vida, después de años de carrera por fin había estrechado entre sus brazos un preciado título, había terminado la licenciatura en administración y se sentía realmente realizado y satisfecho.

Había dejado de trabajar en la pequeña cafetería hacía tanto tiempo, que no se sentía real el que lo hubiese hecho, de no ser porque mantenía contacto con ZiTao y porque cada mañana sus manos se entrelazaban en el pecho del hombre más sensual del planeta, o al menos así era como él lo veía.

JongIn podría sentirse soñando, cuando se graduó y bajó del pequeño escenario después de que le entregaron sus papeles, observando a KyungSoo entre la multitud mientras lo veía con esos ojos que JongIn amaba demasiado.

KyungSoo tenía los ojos grandes y brillantes, le transmitían muchas sensaciones cuando lo veía, cuando lograba verse en ellos y se maravillaba con ese simple hecho. El mayor lo desnudaba con su sola mirada y se imponía hacia él, haciéndolo sentir muy amado y deseado.

Para Kim JongIn, graduarse significó mucho más que aquello, significó llegar a casa después de despedirse de sus compañeros de la escuela y ponerse cómodo, luciendo únicamente su toga para seducir a KyungSoo, enseñándole el trasero por la rendija trasera de la prenda para tentarlo, para hacer que el mayor se excitara y le diera el sexo que estaba necesitando como premio por su esfuerzo.

KyungSoo lo premió, por supuesto, complaciéndolo, follándolo duro contra la mesa mientras él se sentía extasiado con los gemidos sonoros del moreno, con la intensidad necesaria como para dejarlo adolorido y llevarlo al cuarto para cuidarlo, para mimarlo con cientos de besos sobre su piel tostada, haciendo que JongIn se enroscara en su cuello y le regalara cientos de palabras bonitas al oído.

Y quizá para los demás su relación podría resultar extraña, porque podían pasar del sexo candente a las palabras amorosas, a hacer el amor con detenimiento, de lo salvaje a lo suave y viceversa. Pero lo cierto es que los dos estaban acostumbrados a ello, los dos se complementaban y KyungSoo amaba cada parte de él, cada centímetro de su piel y cada uno de los rostros que con el tiempo iba descubriendo.

Para KyungSoo, JongIn era más que un estuche de monerías. Podía recordar perfectamente su rostro cuando le dijo que tenía listo su viaje a París, porque JongIn aunque creía que KyungSoo podría hacerlo, siempre hizo por hacerlo cambiar de parecer, porque consideraba que era demasiado.

Un regalo demasiado ostentoso y caro, JongIn sentía que a veces KyungSoo gastaba mucho en él y él no había podido más que comprarle un par de lociones que le habían encantado cuando las olió, pensando que le quedarían bien.

Y ahora estaba ahí, con los ojos titilando alegría bajo la luz tenue de las miles de farolillas a su alrededor, sintiendo que su corazón podría salir de su caja torácica en algún momento, si es que eso era posible, porque desde hacía algún tiempo su corazón no era suyo, lo había dado a KyungSoo envuelto con todos sus sentimientos y el mayor lo conservaba desde entonces.

JongIn suspiró, observando la belleza reflejada en aquel monumento magnanime y sublime a todo ojo humano. Mordió su labio inferior como si fuera la primera noche que estuviese ahí, como si fuera la primera vez que viera la Torre Eiffel en su máximo esplendor y supo que era un chico verdaderamente afortunado.

Sabor a café ❀ SooKaiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora