Le vi sonreír.

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Estaba siendo una noche cualquiera, hasta que le vi allí sentado en una esquina, con el libreto en la mano y muy concentrado cantando en la terraza. Cantaba casi susurrando, procurando que nadie le escuchase. Ya era tarde, las luces estaban apagadas y debían ser alrededor de las una de la madrugada. Me pregunté qué hacía Raoul sin poder dormir, últimamente me preocupaba más que nunca por él.

Aún recordaba los primeros días, cuando lo único que quería es que se callara y dejara de hablar, y no entendía por qué. Ahora, ya lo sabía, y aunque no quisiera, no podía negarlo ya. Me sentía cada día más atraído por el catalán, y lo odiaba por eso. Pero estaba casi seguro de que era mutuo.

Odiaba amar sus típicas e icónicas frases, odiaba que estuviera igual de guapo peinado que sin peinar, odiaba que cantase tan bien, odiaba que fuera tan buen compañero y tan amable conmigo. Y ese odio me llevó a provocar que Raoul se alejara de mí. Pero últimamente los dos habíamos encontrado una especie de tregua, un punto en el que podíamos llevarnos bien y a la vez contestarnos mal. Una amistad, algo diferente, un poco tensa, pero divertida a la vez.

Abrí la puerta de la terraza, él se giró y me vio.

- Perdón, ¿estaba haciendo mucho ruido? Ya termino.

- No, no te preocupes, yo me he desvelado. No puedo dormir.

- ¿Te pasa algo?

- Estoy bastante nervioso por la gala. Tengo miedo de hacer el ridículo o de quedarme sin voz en mitad de la actuación. - Dije, suspirando aliviado por haber soltado toda la presión que sentía en el pecho.

Estos últimos días no estaban siendo nada fáciles para mí. Mi voz se había roto completamente, y sin ella yo no podía hacer nada.

- Lo vas a hacer bien.

- Es que te juro, tengo un agobio - Me señalé el pecho - que creo que en cualquier momento voy a explotar.

- Lo vas a hacer bien. - Repitió otra vez, esta vez más serio, mirándome fijamente y agarrándome del brazo para sentarme a su lado. Y eso hice.
Porque a ese tipo de afectos creo que nunca me podría resistir, y menos si venían de él.

- Cierra la puerta, ven y siéntate cerca, que tus ojos me cuentan que te han visto llorar... - Dijo cantando e imitando la voz de nuestras compañeras Nerea y Ana con su actuación de galas anteriores.

- Al menos me haces reír un poco. - Dije sonriéndole negando con la cabeza.

¿Cómo podía ser alguien tan adorable y que a la vez me dieran ganas de pegarle por no poder besarle en ese mismo momento?

Pensé que mi corazón se pararía de lo rápido que estaba latiendo. Las manos me comenzaron a sudar. Raoul se puso nervioso, me soltó y fijó su mirada en la hoja con la letra de su canción que tenía apoyada en sus muslos.

- Te lo digo muy sinceramente, Agoney, cuánto más te preocupes, más te vas a agobiar y peor te va a salir. Es mejor que mañana simplemente salgas, cantes y lo hagas. Que intentes dar lo mejor de ti y que te sientas orgulloso por haberte esforzado aun teniendo un derrame en las cuerdas vocales y ya está.

- Ojalá hacerlo fuera tan fácil como decirlo.

Nos quedamos en silencio. Él empezó a tararear Million Reasons y yo le escuché sin decir nada, pero los dos teníamos la mirada clavada al frente. Su voz me tranquilizó mucho. Suspiré y cerré los ojos. Metí mis manos en los bolsillos del abrigo. Y de repente toda la ansiedad que sentía se fue, y solo sentí paz y muchas ganas de abrazarle y de dormir.

Cuando terminó, lo aplaudí sigilosamente, sin hacer mucho ruido. Raoul tenía una voz impresionante, y en la actuación de mañana brillaría más que nunca.

- Lo haces increíble, en serio.

- Pero si solo la he canturreado, niño. - Me contestó bromeando, quitándole importancia.

- Pues entonces no me quiero ni imaginar como será cuando lo hagas de verdad, incluso mejor que cuando lo hiciste en los pases de micros, y eso ya es decir, porque fueron maravillosos, la verdad.

- Tú lo hiciste increíble en el pase de micros, para estar tan jodido como lo estás, debes sentirte muy orgulloso.

- Se hace lo que se puede.

Él se rió, y después de unos segundos pensando, habló.

- Me gustaría intentar ayudarte con tu problema, pero nunca me he visto en una situación como esa.

- Podrías simplemente darme ánimos. - Sugerí.

- Soy malísimo intentando animar a alguien.

- Me he dado cuenta. Eres un chico con muy poca gracia para ayudar, eh. - Le dije bromeando, él frunció el ceño.

- Ya estás en plan borde. Pensaba que esa etapa ya la habíamos superado.

- Ah, ¿vamos por etapas? ¿ahora en qué etapa nos encontramos? - Pregunté curioso.

- ¿Ahora? Intentamos ser amigos, pero no nos sale.

- No, definitivamente. - Reí y me quedé mirándole.

Entonces le vi sonreír, con una sonrisa enorme que mostraba sinceridad. Luego se giró y se encontró con mis ojos observándole. No aparté la vista, y tampoco hice el amago. Esta vez fui yo quien enseñó los dientes, le sonreí también con mi sonrisa mas sincera. Quería que se diera cuenta que realmente estaba siendo transparente. Pude notar en sus ojos nervios, y su risa me lo confirmó. Entonces agachó la mirada.

- Ay, Agoney. - Me dijo.

- Verdaderamente te vuelvo loco. - Le contesté.

Y él volvió a reírse, mientras negaba con la cabeza. Casi estaba seguro de poder escuchar sus latidos del corazón, y notar como se mezclaban con los míos.

La situación se había vuelto demasiado tensa, y deseé que entendiera que entre toda la ironía se escondía mi mayor intento de sinceridad. Era el máximo que podía hacer ahora, esconderme detrás de las palabras, rezando para que el notará el doble sentido en ellas o los sentimientos que tenían detrás. Pero realmente, no creía que se diera cuenta. No era tan listo.

Bebió agua de la botella que tenía encima de la mesa. Después, se levantó, cogió su libreto y me miró.

- Deberíamos ir a dormir ya, es bastante tarde.

- Justo cuando la conversación se estaba poniendo interesante... - Me quejé.

Realmente me gustaban mucho estos momentos y eran de los que más disfrutaba, donde me relajaba y no sentía la presión de estar observado por muchas cámaras.

- Eres un agonías. Luego mañana no habrá quien te levante.

- Para eso estás tú. Mañana me levantaré de un salto si me das un beso en la mejilla y me dices un buenos días.

- Ja, ya quisieras tú. Sigue soñando, anda.

Me reí y le seguí hacia la habitación. Sin decir nada más, me acosté en mi cama y pronto me quedé dormido.

Y al día siguiente, alguien comenzó a moverme suavemente. Aunque ya estaba despierto por la fuerte música que ponían, seguía con los ojos cerrados. Pensé que era Nerea la que me estaba intentando levantar, así que solamente me quejé, soltando de mi boca un sonido raro y girándome hacia el otro lado de la cama. Pero se acercó a mí, y me dejó un beso en la mejilla. No, no era Nerea. Abrí los ojos rápidamente y me encontré con un corto pelo rubio y un olor imposible de confundir con cualquier otra persona.

- Buenos días, espero que esto te dé algo de suerte para la gala de hoy. Y ahora, levántate de un salto como me prometiste ayer. - Dijo Raoul sonriéndome.

Y lo hice.

Le vi sonreír | RagoneyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora