Prólogo

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Éramos mejores amigos. Alex callaba y yo sabía que algo le pasaba, yo le preguntaba y él... bueno, él siempre evadía mis preguntas aunque casi siempre contestaba, claro cuando tenía ganas.

Si algo malo me sucedía él era el primero en saber, después de mi mejor amiga. Y todo iba bien hasta la pubertad, la odiosa pubertad.

Alex creció, y se empezó a fijar en chicas, todo empezó en una fiesta.

Era el cumpleaños n°12 de una compañera, Cami. Todos estaban invitados y estábamos como siempre, hablando, comiendo, riendo, hasta que vimos aparecer a la prima de Cami: era alta, castaña y lacia, no tan bonita pero más grande que el resto de nosotras si nos comparaban con sus 14, ella estaba más desarrollada y nosotras estábamos planas y eso era lo que los chicos miraban.

Tina (como se llamaba la gata, ejem perdón, la chica) nos miraba como si fuéramos basura. Las chicas la ignoramos, los chicos, incluído Alex, la observaban como si fuera una estrella de cine.

Luego empezó a sonar una música muy buena y mis amigas me sacaron a bailar. Yo no era muy buena, en realidad no sabía mucho, pero no importaba ya que ninguna lo hacía como profesión. Bailábamos entre nosotras hasta que los chicos se dieron cuenta que Tina no aceptaría a ninguno y empezaron a bailar con el resto de chicas que quedaban.

Después de cuatro canciones comenzó a sonar una que nos encantaba a Alex y a mí y que quería bailarla con él.

- ¿Dónde esta Alex? -le pregunté a Sara, alejándome de la pista, hacía rato que no lo veía-. Quería bailar esta canción con él.

- No lo sé, no lo he visto en un buen rato -Se extraño la chica-. Deberíamos buscarlo.

Cami, Sara y yo fuimos en busca de Alex. No estaba cerca de la comida y sus amigos tampoco lo habían visto.

Empecé a preocuparme, ¿y si le había pasado algo?

Salimos al jardín trasero y en medio de las sombras escuchamos un sonido, nos acercamos más y estaba Tina, pero no estaba sola estaba besando a alguien. Ibamos a irnos cuando vimos que ese alguien era Alex.

Mi Alex.

Unos inexplicables sentimientos me embargaron, una mezcla de ira con ganas de golpear algo o mejor dicho a alguien.

Yo preocupada y él intercambiando saliva con una tipa.

- ¡Tina! -exclamó Cami.

Se separaron y nos miraron. Yo no sabía que hacer.

- Oh, ¿necesitas algo prima?

- Sí, deja de asfixiar a Alex.

El mencionado no nos miraba.

- Vámonos Sara -dije jalándola, no teníamos nada que hacer ahí.

Regresamos adentro y yo bullía de indignación, ira y... ni siquiera quería seguir analizando los sentimientos.

El día lunes todos sabían lo que había hecho Alex, los chicos lo idolatraban, las chicas chismoseaban y trataban de averiguar hasta el mínimo detalle.

Él apenas me hablo, parecía apenado, tal vez porque su mejor amiga había sido testigo de su primer beso.

Después de ese día, Alex comenzó a hablar más con los chicos. Entramos a la secundaria y empezamos a alejarnos. Él tenía una clase y yo otra y casi nunca coincidíamos. Cada vez que lo veía con una chica recordaba la fiesta, la música, él y la chica, y tuve que admitir el motivo de mi enojo: no solo era por haberme preocupado al vicio, eran también celos, pero ¿por qué? Él era mi amigo y podía hacer lo que quisiera con quien quisiera pero me dolía y mucho, ¿por qué?

La respuesta era obvia: estaba celosa porque Alex me gustaba.

Pasaron años y trate de olvidarlo. De hablarnos todos los días pasamos a saludarnos una vez a la semana si es que coincidíamos en el pasillo.

Habíamos cambiado y estábamos grandes. Seguramente él seguía viéndome como su pequeña amiga, pero ya teníamos 17.

Y pronto comenzarían las vacaciones de invierno, no sabía si Alex se iría a estudiar a otro lado y no quería que se fuera sin saber mis sentimientos.

Pero ¿cómo hablarle cuándo no le había hablado en meses?

¿Y si ni siquiera aceptaba conversar o fingía estar muy ocupado?

Pasara lo que pasara tenía que hacerlo, ya lo había planeado.

No podía seguir admirándolo desde las sombras.

Debía hacerlo ahora o nunca.

Tarde de DiciembreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora