Iban pasando los días, las semanas, y Justin seguía yendo a verme, todas las tardes, contándome cosas que le pasaban, anécdotas de cuándo era pequeño, tratamientos, entre otras cosas. El dolor no existía, cuando veía a Justin, cuando veía esa sonrisa tan linda, y yo era el motivo. Este chico me volvía loca, y ya no podía ocultarlo.
"Buenos días señorita _____. Hoy ya podrá irse a su habitación y estar unos días allí, hasta darle el alta. Con esto, quiero decir, que estás curada."
Me sorprendí demasiado. No podía hablar de la emoción, tenía un nudo en mi garganta, hasta largar las lágrimas. "¿Ya no más cáncer?" Dirigí mi mirada hacia el doctor.
"Ya no más cáncer, princesa." Me respondió el señor, con una sonrisa en el rostro.
Justin no hizo más que llorar conmigo y abrazarme.
Mi padre entró a la habitación, y me abrazó. "Saldremos de aquí pronto, mi pequeña." Se dirigió a mi, con lágrimas en los ojos.
"¿Y tú Justin? ¿Cuándo saldrás de aquí?" Miré a Justin, con tristeza.
"Pronto, me esforzaré por salir pronto. Te iré a buscar a penas salga de aquí, mi amor." Él se acercó a mí, y besó mi frente.
"¿Y tú por qué estas aquí?" Mi padre curioso se dirigió a Justin.
Nos miramos entre los dos, tratando de safar de la situación, ya que mi padre quería lo mejor para mi, siempre criticó a los muchachos que tienen problemas de adicción, llevan los pantalones por allí abajo, y usan remeras grandes, como Justin.
