Capítulo 12

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Ana

Llevaba un par de días intentando evitar esto. Mi madre me había insistido bastante en que hablara con Pedro sobre el trabajo. No me gustaba el sitio, tampoco a quien me iba a encontrar allí, pero sería un punto a favor para mí, así fuera quien fuera que escribía esos mensajes me dejaría en paz. Al menos por un tiempo.

Suspire mirando el edificio frente a mí, una estructura oscura y desgastada en medio de un vecindario olvidado. El cartel que cuelga torpemente sobre la entrada dice "Club annbox". Mis manos tiemblan ligeramente mientras sostengo mi mochila con el uniforme de enfermera recién lavado. No sentía miedo, mi cuerpo radiaba tensión. Yo una enfermera en prácticas con mucho por aprender, trabajando en un sitio que es conocido por organizar peleas ilegales, donde hombres desesperados arriesgan todo para ganarse la vida o encontrar algún tipo de redención. Empujo la puerta entreabierta y entro en el interior del club. La atmósfera está cargada con el sonido ensordecedor del entrenamiento: golpes secos contra sacos pesados, música estridente y las risas rudas de los espectadores ocasionales. Mis ojos se adaptan rápidamente a la penumbra del lugar mientras camino por pasillos estrechos llenos de sudor y humo persistente. Las paredes están cubiertas con carteles promocionales descoloridos, retratos sombríos de boxeadores famosos que alguna vez brillaron aquí pero luego cayeron en el olvido. Siento miradas curiosas posarse sobre mí mientras avanzo hacia mi destino: una pequeña sala improvisada convertida en clínica médica temporal. Me encuentro rodeada por rostros endurecidos por años de combates brutales; boxeadores cansados buscando cualquier atisbo de esperanza para sanar sus heridas físicas e internas.

El aroma metálico del sudor y la adrenalina impregna el aire, recordándome que estoy en un lugar donde las reglas son flexibles y los golpes no conocen límites. Mientras me pongo mi bata blanca y preparo mis herramientas médicas, siento un fuego ardiente dentro de mí. Estoy decidida a convertir este oscuro rincón del mundo en un espacio donde se pueda encontrar ayuda y cuidado genuino. Si este iba a ser mi lugar de trabajo por un largo período, lo haría lo más confortable posible. En lo más profundo de mi ser, sé que, aunque esté rodeada por peleas ilegales y sombras inquietantes, puedo marcar una diferencia positiva. Mi trabajo puede ayudar a transformar este sitio lleno de violencia e injusticia en uno donde el cuidado humano brille intensamente sobre el cuadrilátero oscuro. O eso espero.

—Veo que te estas adaptando bien, me alegro. —Pedro había sido muy cortés conmigo por mensaje, me había explicado todo perfectamente. —Los días de peleas no hace falta que vengas, tenemos un equipo un poco más profesional, no quiero que pienses que tu no lo eres. —Se estaba empezando a poner nervioso así que decidí hablar.

—Te he entendido tranquilo.

—Vendrás de lunes a viernes, con que estes aquí un mínimo de dos horas cada día me conformo. Si echases más te pagaría más. —Asentí, con el me sentía cohibida. —Cuando entrenan a menudo se hacen daño y ninguno aquí poseemos las habilidades para curarlos, si algo te hace sentir incomoda o mal házmelo saber. —Hizo una pausa, su expresión seria se transformó en una sonrisa amable. —Suerte en tu primer día. No te lleves ningún golpe. —Me reí nerviosa ante su broma, sabiendo que ese golpe si podía pasar en realidad.

Observo con atención el bullicio del lugar, el sonido de los golpes y los gritos entusiastas se mezclan en una sinfonía caótica. Como enfermera estoy acostumbrada a la sangre y estoy segura de que se desplegarán dentro de estos muros. Mis ojos se posan en una joven mujer embarazada. Su rostro refleja angustia e incertidumbre mientras busca desesperadamente a alguien entre las sombras del ring. Sin pensarlo dos veces, me dirijo hacia ella Con cada paso que doy, puedo sentir el latido acelerado de mi corazón por la preocupación ante esta situación inusual. La chica me mira con ojos suplicantes mientras sostiene su vientre abultado.

—¿Necesitas ayuda?

—Estoy buscando a este chico—Me enseña en su móvil la foto del oji azul que me ayudo con el sofá, creo que se llamaba Joel.

—Me suena haberlo visto, te ayudaré a buscarlo. —Me hace un gesto para seguirla y juntas nos adentramos en los pasillos estrechos detrás del escenario principal. El ruido ensordecedor da paso a un silencio tenso cuando finalmente llegamos a una pequeña habitación donde encuentro al ex novio de la chica sentado con Niebla, aun recuperándose de su pelea reciente. Su cuerpo está marcado por moretones y cortes frescos. Me presento como enfermera y le explico brevemente que la chica ha venido buscándolo. Mientras examino sus heridas superficiales, aprovecho para hablarle sobre las implicaciones que la violencia de las peleas puede tener en su salud a largo plazo. Le insto a considerar alternativas más seguras y responsables para ganarse la vida, especialmente ahora que una nueva vida está en juego.

—No quiero ser mal educado ni nada por el estilo, pero me estas dando una chapa que flipas. —Bufó. —Si hago esto precisamente es por esa nueva vida que viene, y si no me vas a dar tú el dinero que me da pelear no me eches la bronca.

—Cariño vamos a hablar un momento.

—No soy tu cariño, que quieres ahora Ivet. No tengo más dinero.

—Ha llegado la prueba de paternidad.

—Ven, vamos a dejarlos solos—Niebla me agarro de brazo sacándome de la habitación. —Así que enfermera aquí también eh.

—Es lo que toca. —Dije sin darle importancia al tema y sin intención de seguir hablando, empecé a caminar hacia mi puesto de trabajo.

—No te toca, tu madre tiene bastante dinero. Cualquiera diría que estas aquí por mí. —Si supieras que eso en parte es verdad.

—Más quisieras.

—Me debes una cita.—Le recordé y ella suspiro.

—No tengo tiempo.

—Enfermera, ¿Te apetece jugar a un juego?.

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