Ana
-Él ya se iba mamá. -Dije intentado que no se notaran mis nervios.
-No digas tonterías, que se quede a cenar junto con Pedro. -Sonrió y agarro a Daniel del brazo. -Y tú cámbiate estas empapada.
Cierro la puerta de mi cuarto pensando en lo que se me viene encima. Miré mi móvil.
Has dado un gran paso Anita. Pero no veo a Niebla enamorado, ponlo celoso no?. Esta semana tendrás un regalito mío.
Ya lo sabía. Acababa de pasar y lo sabía. El miedo me invadió por completo, no solo no tenía ninguna privacidad, controlaba cada uno de mis movimientos y para colmo iba a dejarme un regalo. Le hará daño a alguien cercano a mí, estaba segura.
La situación incómoda y confusa. Mi madre ha invitado a cenar a un hombre al que apenas conozco y, para empeorar las cosas, acabo de besar Daniel. Me siento atrapada entre mis propios sentimientos y las expectativas de mi madre. Bajo las escaleras hacia el comedor, donde mi madre y el hombre están sentados, esperando la cena. La tensión en el ambiente es palpable y puedo sentir que algo no está bien. Mi jefe parece molesto y su mirada se clava en Daniel.
Niego con la cabeza para volverme a mi cuarto y encerrarme. Esto es demasiado. Suspiro. Tengo que bajar. Me dispuse a abrir mi puerta cuando escuché.
-Anita es muy dulce para ti. -Esa tenía que ser la voz de Pedro. Intente asomar la cabeza un poco sin que me viesen. Estaba muy justos, los dos se miraban de forma desafiante como si de un momento a otro se fuesen a pegar. Sus palabras son fuertes y cortantes. Dijo Anita, él no me conocía, mi madre no me llamaba así. Era él.
No, no, no, no. No.
Mi corazón latía desbocado, no podía ser, era surrealista, imposible. Mi madre salía con un hombre manipulador, perturbado capaz de dañar a quien sea. Por eso sabía lo del beso, él estaba aquí, tras la puerta.
Daniel se aleja, puedo ver la tristeza, enfado y desconcierto en sus ojos. Sé que no puedo hacer nada para detener lo que está sucediendo. Sin darme cuenta me estaba pasando la mano por las mejillas mojadas. Salí de la habitación con el rímel corrido, a Pedro se le cambio la cara por completo, se había dado cuenta de su error.
-Daniel vámonos, por favor. -No hizo falta que digiese nada más, avanzo hacia mí con paso firme, apoyo su mano en mi cadera y me condujo hasta la salida. Lo agradecí, no me sentía capaz de dar un paso si alguien no me ayudaba. Mientras salíamos de allí Pedro y mi madre me llamaban, diría desesperados, pero ninguno hizo el intento de pararme y eso dolió. Joder si dolió. Mi madre por fin había rehecho su vida sin mi padre, y lo había hecho con mi extorsionador.
Una vez la puerta se cerró tras nosotros, Daniel hizo que sonriera dentro de la pesadilla, diciendo:
-Siempre que digas Daniel y por favor en una frase haré lo que me digas. Te lo juro. -Mi respiración se cortó, mi corazón se aceleró y sentí como las lágrimas frías se calentaban con mis mejillas ardientes. Lo miré a los ojos, esos ojos tan profundos e intimidantes y entonces recordé que el solo era algo que tenía que hacer para que dejasen en paz a mis seres queridos. Pero su mano no se había despegado de mi cadera solo se había desplazado hacia mi espalda y mi impulso fue abrazarlo, y fue la mejor decisión que pude tomar.
Por un momento toda la angustia, frustración y enfado que había dentro de mí se disipo dejando florecer una llama de algo que nunca había sentido. Esa sensación, era todo lo que necesitaba, todo lo que quería y mi corazón decía que solo el me la podría dar.
¿Este es el momento para contarle todo? Soltar el estrés, agobio, ansiedad, miedo y frustración, decirle porque que me acerque a él y que una parte de mi lo odiaba.
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Que empiece el juego
Teen FictionEn la vibrante ciudad de Barcelona, donde la brisa marina se mezcla con el aroma del Mediterráneo, dos mundos se encuentran en un apasionado combate: el del boxeo y el de la alta sociedad. Daniel, un joven boxeador de familia adinerada, está a punto...