23. Jannie

37 4 3
                                    

Había llegado a un acuerdo con Kyle. Acordar una tregua de paz era lo más lógico y normal. Me sentía como esos padres divorciados que deciden mantener una buena relación para no afectar a su hijo —en nuestro caso Mike.

Sin embargo eso era algo que Andy y Eric no debían saber. Estaba claro que yo me había dejado llevar por impulsos y experiencias pasadas que desembocaron en una desconfianza plena en Kyle, pero aclarando las cosas pude darme cuenta que aquella situación estaba siendo alimentada por la mala relación entre Andy y Kyle.

Decidí influenciarme por la opinión de mi amigo sin apenas conocer al castaño. Puede que lo mismo ocurriera con Eric, quizá no fuera plato de buen gusto que una desconocida pudiera enterarse de su vida sin su consentimiento.

Mientras tanto, la relación con April seguía exactamente igual. La morena parecía no tener ni la más mínima idea del extraño comportamiento de Andy hacía mí. Aunque no la culpaba, el chico actuaba completamente normal, como si no hubiera pasado nada, cuando April estaba delante. Sin embargo las cosas cambiaban mucho cuando ella se iba. Andy me respondía con monosílabos y hacía todo lo posible para no entablar una conversación conmigo y, como no podía obligarle a ello, espero el momento en el que decida contarme la razón por la cual parece tenerme pánico.

La luz traspasa el escaso grosor de las cortinas y apunta a mi cara sin miramientos. Puede que aquello fuera lo más molesto del mundo durante toda la semana, pero los sábados parecía ser hasta placentero.

Abro mis ojos lentamente y me estiro sin levantarme de la cama. Intuyo, a juzgar por la tranquilidad de la casa, que Mike aún no se había levantado, así que decido que hoy me tocaba a mí despertarle.

Cruzo el pasillo hasta la habitación de mi hermano. La puerta no está del todo cerrada y, a través de la pequeña apertura, puedo ver a un Mike con cara de bebé y la mejilla completamente aplastada contra la almohada. Estaba segura de que se le estaba cayendo la baba, pero prefería no comprobarlo por mí misma.

Decido acabar con su tranquilidad y dulce sueño en el mismo momento en el que me abalanzo sobre él y comienzo a agitarle por los hombros, intentando despertarle de manera ruda.

Escucho como gruñe en el mismo momento que intenta levantarse y me tira al otro lado de la cama.

— Te odio, Kim. —protesta aún sin abrir los ojos. —Hazle el desayuno a tu hermano mayor o te cortaré el agua cuando te estés duchando.

— Hazle el desayuno a tu hermana pequeña o le diré a April que tus calzoncillos de la suerte son de Papá Noel. —abre un ojo y levanta la ceja molesto, suelto una amplia carcajada y él me tira la almohada. — ¿Qué tal la clase de dibujo técnico?

— Horrible. —confiesa mientras se levanta de la cama y camina hacia el armario para ponerse una camiseta. —Ella cree que es lo más sencillo del mundo, pero no es así, créeme que no. —mete la camiseta de las Tortugas Ninja en su cuerpo y resopla. —¿Y tú qué hiciste? No te vi en toda la tarde.

— Fui a la playa. —miento.

No podía decirle que había pasado toda la tarde hablando y paseando con Kyle, podría malinterpretarlo y era algo que intentaba evitar a toda costa.

En cuanto a la tarde con Kyle... no podía quejarme. Pude darme cuenta de que Kyle no era sólo un niño mimado con un coche deportivo de alta gama y una cola de amantes a sus espaldas. En definitiva, no era la definición de Dios griego como acostumbraba a pensar.

A fin de cuentas, Kyle seguía siendo un adolescente común —a pesar de ciertas rarezas y secretos —al que le gustaba el béisbol, disfrutaba de una bola de helado de vainilla y cerraba los ojos muy fuerte cuando se montaba en la montaña rusa del Pacific Park. En realidad Kyle era...sólo Kyle.

Mr ArrogantDonde viven las historias. Descúbrelo ahora