Él de verdad hace que pase de un estado de ánimo a otro. Hay una conexión fuerte entre los dos.
Algo que no me permite ser completamente una mierda con él y hasta sonreír o reír de vez en cuando. Podría decir que es agradable estar con él, puedo olvidar todo. Casi como si él fuese una adorada botella de licor carísima.
Eso ha pasado, nos hemos reído desde que llegamos al bar de su hotel.
Lo que más me gusta de él es que no le importa lo pésima persona que he sido antes con él en la cena. Me recordó de nuevo esos momentos que teníamos juntos y volví a ser esa niña y chica que lo abrazó cuando lo recordó después de mucho con esas palabras tan tontas "Peti Peti Petite".
Por otro lado, yo también recordé esas ganas de querer follar con él, si no hubiese sido por el idiota de Theo, pero él no está por aquí... Además de que creo habernos coqueteado desde que llegamos aquí. No voy a desaprovechar esto. No todos los días aparece alguien a quien no es necesario presentarle los contratos que hice junto a mi abogado solo para tener sexo y se queden callados, los famosos tienen esos contratos que yo les presento cuando quiero follar y no quiero que la otra persona diga algo. Funciona muy bien, si tienes un buen abogado.
-Otra vez discúlpame por esa actitud que tuve antes, tal vez te incomodó, pero solo estaba enojada y...
-No puedo no perdonarte, Petite -me sonríe acariciando mi mejilla.
-Oye... -tomo su mano- ven...
Me pongo de pie, tomo mi cartera con mi otra mano, saco un billete de 100 dólares que tenía guardado en mi habitación de la casa de los McInnes y lo dejo en la barra. Miro a Nevan con una sonrisa en mi rostro y tiro de su brazo.
-¿A dónde vamos? -ríe siguiéndome.
No le contesto.
Camino hacia el desolado ascensor, presiono el botón para que llegue uno rápido y así lo hace. Entro rápido junto a él.-¿A dónde vamos? -repite aún riendo. Aunque al verme ya tranquila y mirándolo fijamente deja de hacerlo.
-Nevan... -me acerco a él poco a poco.
-¿Qué haces? -frunce el ceño, pero aún con una sonrisa.
-Algo que he querido hacer desde que te vi...
Al estar a escasos centímetros de él, tomo su corbata con una de mis manos y tiro de esta para que pueda agacharse a mi altura y con la otra rodeo su cuello, sonrío. Él se ve desconsertado por varios segundos, por eso no pensé que fuera capaz de rozar sus labios sobre los mios.
Ahora, la sorprendida soy yo. El hecho de besar en los labios a alguien nunca lo quise hacer, no lo hago con nadie porque lo considero algo tan sagrado y puro que nadie es digno de mis labios y mis besos, pero... estoy muy impactada que no logro reaccionar.