Capítulo 31

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—¿Qué mierda, Inuyasha?—contesto sin creerme lo que dice. O bueno, fingiendo el no creer lo que dice.

—Sabía que te había visto a ti, siempre me has visto la cara de idiota—me acerco a él pareciendo indignada.

—No soy una stripper—le digo mirándolo enojada—¿por qué crees que lo soy?—apunto enojada.

—Porque acabas de salir de ese lugar—suelto una carcajada.

—Vine por la prima de una amiga, mi amiga está en el hospital y ella es su única familia—Inuyasha me mira con cautela—¿eso era lo que querías saber?—pregunto enfadada.

—No te creo—responde y sonrío.

—¿Y eso debería importarme?—él me mira molesto. Estoy molesta con él.

—A tu empleo debería importarle—bufo molesta.

—Se más maduro y no amenaces con mi empleo—puntualizo mirándolo. Se ve tan guapo.

Siento que alguien agarra mi trasero y volteo a ver. Tiene que ser una jodida broma, es un estúpido borracho que acabará en el suelo si no me suelta de inmediato.

—H-ho-la li-linda—murmura y tomo su brazo y lo doblo.

—Aleja tus manos de los orificios de mi cuerpo... Guapo—él se queja y lo suelto.

—Perra—le doy la espalda y fue mala idea, siento el impacto de una botella en mi cabeza.

—¡Kagome!—el grito de Inuyasha se escucha lejano y me desplomo en la oscuridad.

***

Abro los ojos y me extraño al no saber dónde estoy.

—Estás en un hospital—mi cabeza duele un poco.

—Inuyasha—lo miro tierna y él se acerca—ERES UN MALDITO IDIOTA QUE DEJÓ QUE ME ROMPIERAN LA CABEZA, ESTÚPIDO, IMBÉCIL—le grito a pesar de que siento la cabeza palpitarme.

—¡Tú eras la que estaba provocando!—me grita y abro los labios como un pez.

Como no tengo ningún aparato puesto me levanto de la cama. Camino hasta la jarra de agua, la tomo y se la lanzo.

—¡A VER SI ASÍ SE TE QUITA LO IDIOTA!—él me mira furioso.

—Inmadura.

—Estúpido.

—Mala educada.

—Bastardo.

—Tienes piojos.

—Tú me los pegaste entonces.

—No te soporto.

—El sentimiento es mutuo.

—No sabes besar.

—Tú no sabes sacar orgasmo.

Su cara de sorpresa me dice que no se esperaba eso de mi parte. Chocolate contra dorados en una batalla que no pienso perder.

—Eso no parecía cuando estabas bajo mi cuerpo revolcándote y gritando mi nombre—él sonríe arrogante.

—Fingí todo—ruedo los ojos—eres tosco y brusco con los dedos. ¡Estaba sufriendo!—le grito.

—¿Y por qué querías que te penetrara?—pregunta enfadado.

—¡Porque pensé que ahí serías diferente!—respondo molesta.

—¡No mientas!—ahora quiero enviarle el jarrón a la cabeza.

—No lo hago genio—ambos nos miramos mal. Tocan la puerta y alguien entra.

¡¿Stripper?!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora