Capítulo dos

697 86 3
                                    

Caminaron en silencio hacia un famoso restaurante de la zona. Jorge no tenía ni idea qué decir para romper el hielo, no era todos los días que salía con un hombre más joven y eso lo hizo sentir todavía más viejo.

Julián tampoco parecía de humor para romper el silencio, así que supuso que no hablar en ese momento estaba bien. De repente, sintió la mano cálida de su acompañante rozar la suya y que intentó entrelazar sus dedos. Jorge dio un sobresalto.

—Emm... —murmuró tímidamente—, ¿qué haces?

—Intento tomar tu mano —le respondió el joven prepotentemente.

—Eh... —Jorge se mordió el labio—. No digo que no puedas, pero estamos en público. Debemos ser un poco discretos, ¿no te parece?

—¿Y por qué deberíamos? Digo, si alguien tiene algún problema con que los dos nos tomemos de las manos, ¡qué se pudra! No planeo vivir atemorizado de lo que la gente dirá de mí. Y tú tampoco deberías.

Jorge lo pensó un momento, acababa de decirse que no permitiría que otros controlaran su vida, así que sujetó la mano de Julián y ansiosamente llegó al restaurante. Era lo más atrevido que había hecho en toda su vida.

—Oh —dijo Julián cuando llegaron a la puerta del restaurante—. ¿Comeremos aquí?

—¿Hay algún problema?

—No, bueno... es que... pensaba que tendríamos otra clase de cita.

—Oh —respondió torpemente Jorge. No habían acordado en ningún detalle para su cita, así que simplemente había asumido que él sería quien hiciera los planes—. ¿No te gusta el lugar?

—No, no quise insinuar eso —dijo el joven nervioso—. Diablos, no sé cómo decirlo, así que iré al grano. Ese restaurante se sale completamente de mi presupuesto...

—Ah. Pues, hombre. No te preocupes por eso, que yo invito.

—Preferiría que no lo hicieras —replicó el joven—. No es que sea orgulloso ni malagradecido, es solo que... realmente me gustaría tener otro tipo de cita. En un ambiente donde los dos estemos más cómodos.

—Ya veo. —No estaba seguro cómo se sentía con ese cambio de planes, pero supuso que era momento de vivir un poco, así que asintió y permitió que el joven decidiera a dónde irían—. ¿Y qué se te ocurre?

—¿Qué te parece si vamos al parque un rato a conversar?

—¿Al parque? —preguntó anonadado. La única razón por la que iba era porque a su hijo le encantaba.

—¿No quieres? —preguntó el joven.

Esta cita iba de mal en peor.

—No, no dije eso —dijo torpemente—. Vamos. Tengo hambre, no he cenado, quizás podamos comprar algo de comer —agregó.

—Buena idea. Yo tampoco he comido, podemos ir a comprar un menú de oferta al McDonald's donde llevamos a Josué la vez pasada.

—Por qué no —dijo Jorge un poco decaído. Claro que iba a ese restaurante familiar, pero para una primera cita, jamás se imaginó comiendo eso. Concluyó que para todo había una primera vez y se esmeraría para hacer de esta cita algo agradable.

Después de comprar los menús, fueron a una de las bancas, tomaron asiento, repartieron la comida y ambos permanecieron en silencio mientras la devoraban.

«¿Se supone que esta es una cita? No se siente como tal».

—Entonces... —Se aclaró la garganta para romper el silencio—. Medicina, ¿eh?

—Ah, sí —respondió el joven antes de regresar a comer.

—Y... ¿en qué año vas?

—En el cuarto.

—¿Y cuántos años tienes?

—Veintidós.

El joven era doce años más joven que él. Con razón no tenían nada en común.

Unos mosquitos comenzaron a picarlo y se pasó el resto del tiempo asegurándose que no lo molestaran.

Esa cita había sido un completo desastre.

Cuando terminaron de comer, tiraron la basura y caminaron un rato alrededor del parque. Honestamente, Jorge no entendía a dónde se había marchado el muchacho del domingo. El joven con el que estaba parecía otro, uno que solo respondía si se le hablaba y no tenía ningún interés de iniciar una conversación.

«Bueno, a lo mejor se arrepintió de la cita y en vez de dejarme plantado, decidió tener la peor cita de la historia».

Jorge bostezó.

—Sabes, Julián, ya es bastante tarde y mañana tengo una reunión a primera hora. ¿No te molesta si me retiro?

—Ah, claro que no —respondió el joven con una sonrisa.

—Bien, entonces supongo que nos vemos.

—Sí, tal vez —dijo el joven antes de darse media vuelta y marcharse apresurado.

—Esbueno que no soy de los que se ilusionan —masculló—. Gracias al cielo que estemomento tan incómodo terminó y no tendré que volver a verlo. ¡Esto fueespantoso y absolutamente confuso!  

Amor en el parqueWhere stories live. Discover now