Capítulo 10

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El sonido del timbre me sobresalta, son las 9 de la noche, ¿quién puede ser?

Al acercarme a la mirilla algo estalla en mi interior y abro la puerta de golpe, abrazando fuerte a la persona que hay al otro lado.

-Ey princesa, me vas a asfixiar – ríe Marcie rodeando mis hombros.

-Es que quería verte, has tardado más de una semana y no me cogías el teléfono…

Entramos en mi apartamento.

-Lo sé, lo siento, la situación con mi tío se puso algo complicada – se tira en el sofá y suspira pasándose la mano por la cara.

-Oh… lo siento mucho por Simon… - me siento a su lado apoyando la cabeza sobre su hombro. Aún es raro estar así con ella, pero resulta muy agradable.

-Cada vez le cuesta más acordarse de las cosas y eso le provoca brotes de demencia, ahora se piensa que es un rey de hielo y que lo puede controlar, el alzhéimer lo está destrozando.

-Bueno, en cierto modo sí que es el rey del hielo, recuerdo cuando iba a jugar a tu casa y entrábamos en su taller, hacía unas esculturas de hielo increíbles… una vez hasta nos hizo a nosotras – sonrío recordando al alegre y habilidoso Simon trabajando sobre los enormes bloques de hielo.

Marcie me mira con una cara de sorpresa que yo no comprendo.

-¿Qué pasa?

-Nada, es que es raro oírte hablar del pasado, era algo que tenía asumido que nunca recordarías – sonríe con los ojos iluminados de felicidad.

Sin esperar un segundo más me acerco a ella juntando nuestros labios, llevo queriendo besarle desde que entró por esa puerta. Ella corresponde al beso, que cada vez se vuelve más profundo y adquiere otro significado: deseo. Nos deseamos, nos deseamos la una a la otra profundamente. Nos deseamos desesperadamente, como si hubiésemos esperado este momento durante toda nuestra vida.

Marceline agarra mi cabeza enredando sus largos dedos de bajista entre los rosados mechones de mi pelo, haciendo más presión. Ahora nuestras lenguas, y no solo nuestros labios, se unen en un frenesí, queriendo beber la una de la otra. Hace calor, cada vez más, he acabado sentada encima suya rodeando su cadera con mis piernas Me doy cuenta de lo que está ocurriendo y a donde nos llevaría. Me asusto un poco, siempre he visto a Marceline atractiva y es verdad que alguna vez me he sorprendido mirando las curvas de su cuerpo, pero nunca había pensado en qué haría cuando llegase este momento.

Notando mi duda Marcie para y se separa unos centímetros de mí, lo suficiente como para poder hundirme en sus oscuros ojos granates, y todas mis dudas desaparecen. Cuando estoy con ella siempre me siento tranquila, es muy reconfortante estar a su lado. Sé que la quiero y por eso confío en ella.

-Te quiero mucho Marceline… - susurro.

-¿Pero? – su mirada refleja miedo, está asustada, completamente horrorizada con la sola idea de que pueda rechazarle.

Niego con la cabeza.

-No hay ningún "pero", te quiero y soy tuya – de nuevo beso sus labios, ahora sin ningún atisbo de duda, conforme con lo que fuera a pasar.

Siento sus dedos acariciando mi cuello y un escalofrío recorre mi espalda y un jadeo sale desde lo más profundo de mi interior.

-Marcie… ya es tarde, quédate a dormir anda… - miro sus ojos inmensamente complejos, llenos de sentimientos indescriptibles y de pensamientos indescifrables, como un torbellino de sensaciones. Prometen peligro a la vez que un enorme cariño, son intensos y atrayentes, y noto la sonrisa pícara en ellos antes de que aparezca en sus labios… esa sonrisa medio ladeada que es tan suya y que tanto me gusta.

Sin yo esperarlo se levanta del sofá conmigo en brazos. Qué fuerte es…

En el momento que me tumba en la cama y se pone encima de mí, mordiendo mi cuello, algo en mi vientre se dispara, un inmenso calor me quema por dentro y se extiende por todo mi cuerpo. Le deseo, ahora lo tengo claro, qué estúpida he sido al tener dudas, y ¿cómo no voy a desearle si en el lugar donde mi piel se toca con la suya estalla un volcán?

Es tal mi deseo que sin ser consciente de ello, agarro su cadera y deslizo mis dedos por debajo de la cintura de sus vaqueros. Oigo que inspira mucho aire. No se lo esperaba, y eso hace que algo en mí se regocije. Sorprender a la gran Marceline Abadeer, inmenso logro.

-¿De qué se ríe su majestad? Me interesaría mucho saberlo…

El sarcasmo en sus palabras es notable, y también en sus actos, ya que su venganza llega pronto. Noto sus dientes rozar el lóbulo de mi oreja y un escalofrío recorre mi espalda y hace que se me entrecorte un segundo la respiración. Le noto sonreír.

Poco a poco vamos dejando los juegos atrás y el ambiente de la habitación se vuelve más pesado, hace mucho calor.

Sin ni siquiera darnos cuenta las dos hemos acabado en ropa interior. Marceline, sentada sobre mi cadera, se yergue y me observa. Veo que sus ojos recorren cada curva de mi cuerpo y… ¿se ha relamido? Oh dios mío, presiento que voy a morir. Yo también miro sus perfectas caderas… siento la tentación de acariciar su piel, y así lo hago. Estiro mi brazo titubeando y paro a escasos centímetros de llegar a tocarle. Ella agarra mi muñeca y apoya mi mano sobre su torso semidesnudo. Despacio y con una vergüenza que solamente puedo superar gracias al deseo que siento, paseo las yemas de los dedos por su vientre. Noto que tiene abdominales, no me había fijado. Tampoco los tiene muy marcados, pero se nota que está en forma.

Le miro… no sé qué hacer, nunca había pensado en esta situación, estoy como bloqueada…

Marcie me mira amable y entiende que estoy perdida.

-No te preocupes princesa, yo te enseño – me susurra al oído, lo cual provoca que con estas palabras se me pongan todos los pelos de punta.

Besando suavemente mi cuello y a medida que empieza a bajar hacia mi clavícula, yo empiezo a entrar en un estado de estupor, se me comienza a nublar la mente y ya mi parte racional queda invadida por el placer.

Disclaimer: Los personajes no me pertenecen. La historia sí.

¿Recuerdas?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora