dos.

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Mari me trajo una bolsa llena de ropa. Traté de darle mi tarjeta de débito para pagar, pero no me hizo caso. Tuvimos una pelea un tanto acalorada, antes de que finalmente cediera.

"Bien, pero aceptarás un día de spa en mi hotel, de regalo. Tutu tiene que venir también."

Mari me sonrió.

"¡Oh sí! Vamos a tener un día de chicas."

Me sentí entibiar positivamente por el pensamiento. Horas relajándome en su compañía. No podía esperar.

"Voy a arreglarlo. ¿Cuáles son tus días de descanso?"

Arrugó la nariz.

"Soy la jefe, niña bonita. Siempre que quiero, es mi día libre. Haz la cita y vamos a estar allí."

Sonreí, lo más feliz que estuve en... ni siquiera podía recordar. Probablemente desde que salí de la isla, reflexioné. Bueno, desde un poco antes...

"Necesito que me lleven de vuelta al hotel," le dije a Mari con timidez. Era demasiado lejos para caminar con tacones de diez centímetros, y ya perdí demasiado tiempo.

Sacó sus llaves, lanzándomelas. Las atrapé con torpeza, la bolsa con ropa en una mano, mi gran bolso rojo en el otro.

"Es el Lexus en el aparcamiento trasero. Auntie lo ha estado haciendo bien por sí misma, ¿eh?"

Parpadeé.

"Sí. En todos los sentidos. Haré que alguien te lo devuelva de inmediato, gracias."

Sólo sonrió y asintió, diciendo adiós.

Salí, aunque tuve que sonreír al bajar la mirada a la bolsa que me dio. La bolsa se encontraba tan llena de algunos diminutos bikinis que se hallaban en peligro inminente de caer. Caminaba por el aparcamiento trasero, mirándolos, debatiéndome si se quedarían en la bolsa hasta que llegara al coche, cuando me encontré de golpe con lo que parecía ser una pared de ladrillos.

El repentino contacto quitó el aire de mis pulmones y mis manos soltaron todo lo que contenía hacia el aire. Me desplacé hacia atrás con el movimiento, y habría caído si unos enormes y duros brazos no me hubiesen atrapado. Los brazos me pusieron de nuevo en pie, incluso antes de que mis ojos pudieran observar los cálidos ojos marrones dolorosamente familiares. Esos ojos se encontraban tan sorprendidos como los míos.

Tomé un gran paso hacia atrás, simplemente estudiando al hombre al que no vi en más de ocho años. Se encontraba tan hermoso como siempre, quizás incluso más. Su cabello con un estilo duro, su cara sin defectos. Zayn se parecía mucho a su hermana, mi querida Mari, pero no había una cosa suave en él. Tenía la boca llena, es cierto, pero poseía una tendencia a lucir enojada. Él tenía una tendencia a lucir enojado. Siempre lució así, con sus esencialmente características hawaianas, y su enorme físico, crudamente muscular. Era mucho más alto que yo y hacía a mi estómago aletear, como siempre. Llevaba un traje de tres piezas devastador, y no pude evitarlo, lo miré de arriba abajo, fijándome en cada exquisito detalle de su alto y musculoso cuerpo. Era un astuto hombre de negocios en el fondo, pero tenía el aspecto de un boxeador o un luchador profesional, con su enorme tamaño. Y sabía que era todo músculo debajo de la ropa. No había ni una onza de grasa en su cuerpo perfecto.

Me sentí orgullosa al ver que me recuperaba más rápidamente que él de nuestro encuentro casual. Todavía se encontraba mirándome, con conmoción total en su cara. Me agaché y empecé a recoger las cosas dispersas de mi bolso.

"¿Gigi?" habló finalmente, su voz ronca.

Me enderecé, sonriéndole. Fue mi mejor sonrisa, falsa y brillante.

GIGI ― zigiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora