GIGI ― zigi

ocho.

"Vamos a pasar el rato en el bar," murmuró en mi oído esa misma tarde. Pasamos la mañana surfeando. El agua salada hizo que mis pies picaran horriblemente al principio, pero no dije ni pío. No me perdería un día de surf con Zayn por ningún tipo de molestia.

Me puse rígida, porque Milena trabajaba allí. Pareció leer mis pensamientos.

"Milena se va a tomar algo de tiempo libre. Ha estado demasiado inestable últimamente para siquiera trabajar."

Accedí con bastante facilidad. Nunca dejaría pasar una oportunidad de ver a Tutu y a Mari.

Llegamos al tramo de tiendas Kalua rápidamente, compartiendo un agradable silencio en el auto. Zayn abrió la puerta para mí antes de que me desabrochara el cinturón de seguridad. Siempre fue así, siempre un caballero; aun cuando yo tenía diez años, me llamaba 'señorita', y abría la puerta con un gesto. Secretamente amaba el título.

El bar ya se encontraba lleno, aunque era temprano por la tarde. Me di cuenta de que era viernes. Este lugar siempre se hallaba concurrido la noche del viernes. Mágicamente dos espacios en la barra repleta se desocuparon cuando algunos lugareños vieron que Zayn quería sentarse allí. Hizo un gesto respetuoso con la cabeza. Ellos hicieron lo mismo, sin dar explicaciones. Era un hecho que Zayn Kalua conseguía y otorgaba respeto en esos lugares. No era necesario intercambiar palabras.

Pidió una cerveza, mirándome cuando el barman preguntó qué quería la dama. Sonreí al amable hombre, pero no lo reconocí en absoluto. No quería decir que fuera nuevo, supuse. Solo significaba que no llevaba más de ocho años en el puesto de trabajo. Hubo un tiempo en el que conocía a todos aquí. A pesar de ser una adolescente menor de edad, prácticamente vivía en este lugar. Él era lugareño. Tenía una constitución delgada y amistosos ojos marrones. Era lo contrario a la mirada prudente de Zayn, luciendo inofensivo con su amplia sonrisa.

"Solo agua, gracias."

Zayn me dio una mirada de disgusto, su labio superior curvándose.

"Eso es aburrido."

Me reí.

"¿Qué? ¿Te decepciona que no vaya a emborracharme y dejar que te aproveches de mí?"

Di en el blanco. Casi se sonrojó ante el comentario. Me incliné para susurrarle al oído:

"Sabes que no tengo que emborracharme para eso. Me puedes buscar en internet en cualquier momento que desees, y usar tu sucia mano."

Me agarró, haciéndome cosquillas sin piedad por la burla. Tenía lágrimas en mi cara antes de que me soltara, con una sonrisa en su rostro.

Sabía sin tener que echar un vistazo alrededor, que teníamos la atención de la gente del bar. No me importaba. Le devolví la sonrisa, un brillo feliz en mis ojos que estuvo ausente durante al menos ocho años.

"Ya lo sé, cuando me torturas así, es porque toqué un tema sensible."

Me sonreía sin reservas, una sonrisa que era rara y que atesoraba. Sus ojos eran suaves, y simplemente parecía... feliz.

"Ven aquí," dijo, tirándome contra su cuerpo y besando la cima de mi cabeza.

Nos separamos rápidamente del abrazo, ambos cohibidos de repente. Retomé mi propio asiento, tomando un sorbo de mi agua.

Chasqueó la lengua.

"Al menos un refresco o algo así. Es algo tan triste beber agua en un bar."

Me encogí de hombros.

"No me gustan los refrescos. Pero no me importaría un té."

Se puso de pie, besando la cima de mi cabeza de nuevo, como si no pudiera evitarlo.