⟮ las crónicas de alaska ryddle: libro 4 ⟯ siguientes libros disponibles en mi perfil.
Insatisfecha con lo que sabe de su pasado y deseosa de conocer más de él, Alaska se escapa del orfanato y se dirige hacia Little Hangleton, una villa muggle cuya...
Todavía había una gruesa capa de nieve alrededor del colegio y con aquel tiempo nadie tenía muchas ganas de que llegara la clase de Cuidado de Criaturas Mágicas. Alaska se sentía desmotivada por la rápida muerte de los escregutos, no habían logrado muchos avances con ellos debido a su agresividad y ya cada vez quedaban menos.
Al llegar a la cabaña junto a Blaise, se llevaron una sorpresa. Ante la puerta encontraron a una bruja anciana de pelo gris muy corto y barbilla prominente en lugar de Hagrid.
—Dense prisa, vamos, ya hace cinco minutos que sonó la campana.
—¿Quién es usted? —Le preguntó Harry mirándola fijamente, que acababa de llegar—. ¿Dónde está Hagrid?
—Soy la profesora Grubbly-Plank —Dijo con entusiasmo—, la sustituta temporal de su profesor de Cuidado de Criaturas Mágicas.
—¿Dónde está el profesor Hagrid? —Pregunto Alaska esta vez, acomodándose el bolso.
—Está indispuesto. —Respondió lacónicamente la mujer.
Una risa apenas audible se extendió por el lugar, Draco junto a Crabbe y Goyle acababan de llegar. La gran mayoría de los Slytherins parecían contentos, y ninguno se sorprendía de ver a la profesora Grubbly-Plank.
—Por aquí, por favor —Les dijo ésta, encaminándose a grandes pasos hacia el potrero en que tiritaban los enormes caballos de Beauxbatons.
Condujo a los estudiantes al otro lado del potrero y luego hacia un árbol que se alzaba en el lindero del bosque; atado a él había un unicornio grande y muy bello.
—Un unicornio —Murmuro Alaska, llevándose una segunda sorpresa—. ¿Cómo lo ha hecho? ¡Son sumamente difíciles de atrapar!
—He utilizado unos cuantos trucos. —Le dijo la profesora.
El unicornio era de un blanco tan brillante que a su lado la nieve parecía gris, piafaba nervioso con sus cascos dorados, alzando la cabeza rematada en un largo cuerno.
—¡Los chicos que se echen atrás! —Exclamó con voz potente la profesora Grubbly-Plank—. Los unicornios prefieren el toque femenino. Que las chicas pasen delante y se acerquen con cuidado. Vamos, despacio...
Alaska, por primera vez, no fue la única en acercarse a la criatura. Las demás chicas también se habían acercado en cuanto la profesora se los permitió. El unicornio ya se encontraba más tranquilo al estar rodeado de féminas, aun así parecía tener miedo de que lo lastimaran.
Mientras la profesora les explicaba a las chicas distintas formas de no asustar al unicornio, la rubia escucho el rumor de las voces de Draco y Ron, que se encontraban cerca de las vallas del potrero.
