Capítulo 1: astronaut.

490 30 2
                                    

Astronaut - Simple Plan.

"Can anybody hear me? Am I talking to myself? My mind is running empty in the search for someone else, who doesn't look right through me. It's all just static in my head. Can anybody tell me why I'm lonely like a satellite? 'Cause tonight I'm feeling like an astronaut sending SOS from this tiny box. And I lost all signal when I lifted up. Now I'm stuck out here and the world forgot. Can I please come down? 'Cause I'm tired of drifting round and round."

Capítulo 1.

Dos ojos esmeralda me observan al otro lado del espejo. Recorren con curiosidad cada centímetro de mi rostro, posándose en mi diminuta nariz respingona, en mis mejillas adornadas por un par de lunares casi invisibles, mi boca entreabierta dejando escapar algún que otro sollozo, mi pelo rubio y largo con numerosos enredones que me dan un aire a rey de la jungla y mis pupilas dilatadas a causa del llanto. Odio mi reflejo y mi reflejo me odia. Sólo hace falta ver como los dos pares de ojos verdes pelean frente a frente cada día separados por un trozo de cristal.

Hacía meses que no sentía de nuevo este vacío en el centro del pecho, justo donde debería notar los latidos de mi corazón. Todo estaba superado, hasta que Josh volvió a pasearse por mi mente día y noche, como hace un año atrás. Fue mi primer amor, y lo quise, mucho. Me ayudó a salir de un pozo en el que estaba atrapada, pero volví a caer en él cuando se marchó sin decirme nada. Ojalá tuviera una explicación a eso, pero no, él no me la dio y supongo que eso significa que nunca me quiso. Pero es difícil aceptar algo así, cuando aún recuerdo el brillo en sus ojos celestes cuando conseguía hacerme reír, o todas esas muestras de cariño y esos te quiero que me gritaba en medio de una discusión. Mi padre había muerto unos días antes de conocernos, yo realmente no me sentía viva, tan solo respiraba, hasta que Josh apareció delante de mí y me entregó un pañuelo de papel con olor a hierbabuena -aún lo recuerdo- para que secara mis lágrimas. Pensé que de verdad sería él quien estuviera conmigo para superar cada pequeño bache en medio de la carretera, y lo estuvo. Pero ahora no lo está y desde aquella noche hace dos semanas cuando encontré una de nuestras fotos, estoy mal y nadie me ayuda.

Mi madre, Karen, apenas está en casa por culpa de su trabajo, no la culpo, desde lo sucedido con papá ella debe llevar todos los gastos de la casa, escuela y demás, por lo que se mata a trabajar para mantenernos adelante. Es una gran mujer, pero a veces me hace falta un poco más de cariño por su parte, ha cambiado mucho en un año y medio. Nuestras conversaciones se basan en temas aleatorios que ni a la una ni a la otra nos interesan, pero hay que soportarlo, ya no tenemos cosas en común. Soy hija única, por lo que practicamente vivo sola la mayor parte del tiempo, tuve que madurar antes que otra gente por cosas de la vida, así que me cuido bien, supongo. Esto de estar sola no me molestaba mucho hasta hace dos semanas. Helen, es mi mejor amiga, vive en un pueblo a 30 minutos del mío, así que nos solemos ver sólo los fines de semana, ella siempre está ahí para mi y de verdad que se lo agradezco, pero la echo de menos. En el instituto, apenas me hablo con la gente, siempre me ha gustado pasar desapercivida, aunque últimamente me está costando un poco más de lo normal. Soy un año mayor que la gente de mi clase, porque estuve un curso entero sin asistir a la escuela -pero esa, es otra historia- así que llamo la atención, por eso y por mi forma de ser y de vestir. Me llevo bien con un par de chicos que se sientan a mi lado en la mayoría de las clases, Zac y Harry. Son agradables y suelo juntarme con ellos y sus amigos, así no me siento tan sola, pero de todos modos, no hay confianza. Me hace falta Helen.

Me tiro bocarriba sobre mi cama y me quedo mirando al techo como si fuera lo más interesante del mundo, como si de pronto, por alguna extraña razón y fuerza de la naturaleza, una sonrisa fuera a caer desde ahí y se fuera a adueñar de mis labios, que tanto necesitan una. Un click resuena en mi cabeza y saco de debajo de mi cama un viejo cuaderno dorado con flores violetas adornándolo por casi la mayor parte de su superficie y me incorporo para escribir en él. Necesito un medio para desahogarme y la cuchilla ya no es una opción.

Back » Michael CliffordDonde viven las historias. Descúbrelo ahora