Saúl

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Habían sido unas tres horas de viaje para el muchacho hasta la espléndida ciudad de Hebrón , la gloriosa capital de Saúl.

El palacio, si es que podía ser llamado así, era una casa grande de ladrillo que desde fuera no impresionaba a nadie. Después de todo, Israel se encontraba en guerras constantes y Saúl apenas tenía tiempo de estar en su casa.
Lo único que diferenciaba la casona del resto, era la gran cantidad de guardias apostados en los flancos.

-¡Eh jovencito! Si tu,el rubio- uno de los guardias le hizo señas para que se acercara-¿Tu eres el hermano de Sarvia?- al ver que el muchacho contestaba afirmativamente le dijo:

-Vamos entra a la casa del Rey, el te está esperando.

David saludó al soldado con una inclinación de la cabeza e ingresó a la residencia real cruzando una amplia puerta de madera de acacia.

Las tablas del suelo no crujían y las alfombras no tenían ni una gota de polvo, David no lo notó pero se sentía extraño. Como si de algún modo, el Palacio aún no estuviera listo para recibir a un pastorcito de aldea.

Una curiosa criada de ojos bonitos observó por unos segundos al muchacho, y luego fijó sus ojos en el arpa que Él sostenía en su mano.

Movió sus pequeños piecitos descalzos hasta acercarse unos metros al joven desconocido para ella.

-Tu debes ser David- tenía una voz aguda y molesta- el Rey te está esperando.

David siguió a la jovencita por el palacio. Era muy limpio y estaba decorado con muebles de madera roja de cedro.
Y era bastante monótono por lo que decidió observar a la criada. Era delgada como un junco, tenía el cabello y la piel oscura, además notó que tenía una de las orejas horadadas, entonces intuyó que era una esclava y no una sirvienta.
Llegaron en seguida a una habitación que estaba dividida por un velo.

-Es aquí- señaló el velo- atrás de esa cortina está el Rey y Siba su sirviente, tu sientate en un cojín y toca el arpa.

David asintió algo incómodo al notar la mirada insinuante de la mujercita.

-No dejes de tocar hasta que el Rey o Siba te llamen.

-Gracias- David le dió la espalda a la esclava y se sentó en un almohadón cómodo en el piso.
Pulsó las cuerdas y comenzó a arrancar de ellas suaves y dulces acordes, cómo los que tocaba cuabdo estaba solo con las ovejas.

Así transcurrieron largos minutos hasta que la melodía se vió interrumpida por una voz masculina procedente desde atrás del velo.

-¡Oye muchacho! ¡Ven acá!

David se levantó y caminó hasta la cortina, la corrió con una mano y entró, con un movimiento velóz se arrodilló delante de Saúl.

-De pie muchacho- Saúl sonrió enternecido al ver al joven- tu música es excelente ¿Cual es tu nombre jovencito?

-David hijo de Jesé, señor.

David se estremeció al ver al Rey, era el hombre más alto que había visto en su vida, era ancho de espaldas y de mirada astuta.

-David,entoces dime ¿Cuántos años tienes?- Saúl se inclinó a un lado y apoyó su barbilla en una de sus manos.

El Rey parecía amable, pero David estaba atemorizado, sabía que si Saúl se enteraba que Samuel lo había ungido para ser rey, encontraría la muerte mucho mas pronto de lo que quería.

-Diecisiete Señor.

Saúl alzó las cejas, el joven parecía mas mayor de lo que era realmente.

-Así que te faltan tres años para poder ir a la guerra podrás quedarte aquí un tiempo.

-Si así le complace Señor- David se inclinó suavemente.

-Claro que si, ahora Siba llevalo a almorzar, ya es hora de comer y de seguro un joven tan activo debe de estar hambriento.

David siguió a Siba hasta un salón donde comían los siervos, pero en ese momento estaba vacío.

David esperó pacientemente hasta que un joven vestido con una túnica de príncipe pasó enfrente de la puerta. El Príncipe caminó hacia atrás y le echó un vistazo al desconocido que estaba en el comedor de los sirvientes.

-¿Quién eres tu?-preguntó alzando una ceja- no te había visto antes.

-Soy David, señor.

-¿David eh?- el principe sonrió al escuchar el acento particular de la tribu de Juda- ¿Sabes disparar con arco?

-Si- David estaba confundido- ¿Porqué lo pregunta?

-Oh pues- el principe se rascó la cabeza y lo pensó un poco-necesito alguien para practicar un poco, ya sabes es aburrido lanzar flechas solo- se encogió de hombros- y soy Jonathan tu nuevo amigo.

-¿Quiere que yo lo acompañe?- preguntó David asombrado.

-Asi es David, vamos tengo otro arco y alijaba en el campo- Jonathan estaba sonriente- mis hermanos son demasiado pequeños y aburridos para ir con ellos.

David se puso de pié y siguió a Jonathan afuera.

Ese sería el comienzo de una gran amistad que se profundizará todo el tiempo que David estaría en el palacio. Incluso Jonathan invitaría a su nuevo amigo a comer de la mesa de los príncipes, pero eso no impedía que David sintiera gran nostalgia y tuviera grandes deseos de regresar a su casa.

Pasaron muchos meses y se acercaba la pascua, en Israel las familias se reunían a celebrarla juntos y Jonathan sabía que David añoraba celebrarla con su propia familia en Bet-lehem.
Por lo que decidió hablar con su padre.

-Padre- lo llamó Jonathan mientras Saúl lo escuchaba tocar a David-Debo hablar contigo a solas.

-Por tu rostro veo que es urgente hijo- hizo un ademán para que los criados se retiraran y quedó a solas con su heredero.

-¿Necesitas algo hijo?- preguntó el Rey.

-Si así es- aseguró su hijo- Debes ordenar que David vuelva a su casa, es muy joven aún y extraña a su familia, además los otros criados se burlan de él.

- Tienes razón hijo además oí que sus hermanos están en el ejército y su Padre debe de necesitar ayuda- Saúl asintió gravemente- lo extrañaremos aquí pero por ahora su lugar está en Beth- lehem

Cuando Saúl le ordenó a David que regresara a su casa, jamás imaginó lo que sucedería dos años más tarde.

El Rey David Donde viven las historias. Descúbrelo ahora