Un muerto y un fugitivo

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Mical le extendió la copa envenenada a David, se veía preocupada.

-¡No bebas eso!- exclamó al momento en el que su esposo.acercó la copa a sus labios- Está envenenada.

-¿Qué dices?-David se sorprendió y alejó de inmediato la bebida de su rostro-¿Cómo sabes si es así?

-Mi padre me pidió que la envenenara para matarte- Mical bajó la cabeza entristecida- No pude desobedecerlo pero jamás participaría en la muerte de mi esposo.

David dudó en creerle al principio, él había oído de la fama de embustera que tenía su esposa. Pero las palabras que Joab le había dicho habían hecho mella en su cabeza y ya no confiaba completamente en Saúl.

-¿Qué más te dijo tu padre?- el color subió de golpe al rostro del soldado y su frente comenzó a perlarse por el sudor-Vamos Mical, responde ¿Qué te dijo Saúl?

-Sus hombres vendrán por ti a medianoche- la voz de la princesa sonaba algo extraña y David podía jurar que una lágrima solitaria recorrió la mejilla delicada de la hija de Saúl-¡Debes escapar antes de que lleguen!

-Tienes razón- el hombre lo consideró unos segundos- voy a escapar por la ventana para que nadie me vea salir tu distrae a los soldados todo el tiempo que puedas.

-Si amor mío, lo que tu digas - respondió la mujer con devoción e intentó besar los labios de su marido, pero este le corrió el rostro y se dedicó a buscar cosas para su escape.
Juntó algo de dinero, una capa con capucha y sin despedirse de su mujer se escabulló por la ventana.

Mical quedó un tanto consternada, nunca nadie la había despreciado de ese modo y no sabía cómo sentirse al respecto.

Pero decidió dejar su orgullo a un lado y poner manos a la obra. Con unas almohadas y varias frazadas creó una silueta en la cama que simulaba la de su esposo. Justo a tiempo, pues los soldados de Saúl entraron y tal como había ordenado el Rey se llevaron toda la cama.

Los hombres del rey se deslizaron sigilosamente por las calles hasta llegar al palacio, allí los esperaba Saúl con su espada en mano.

La mirada del rey destelló salvajemente mientras despuñaba su arma sobre lo que el creía qur era el cuerpo de David.
Pero deseó ver el rostro de su enemigo una última vez antes de matarlo. Levantó las sábanas lentamente y para su desconcierto se encontró con un montón de sábanas y almohadas que simulaban una figura humana.
Saúl giró su cuello para observar a sus asustados hombres, él pudo notar que aquellos soldados no eran responsables de tamaña traición.

-Traigan a mi hija- masculló entre dientes tratando de controlarse-¡Ahora!

Los soldados corrieron a buscar a la hija de Saúl mientras este daba vueltas en el recinto cómo un león enjaulado.

-¿Padre qué sucede?-preguntó Mical en cuánto llegó tratando de parecer lo más inocente posible-¿Por qué me llamaste?

Saúl miró con asco a la que había sido su hija preferida y la señaló con su índice tembloroso.

-¡Maldita zorra!- gritó antes de darle una bofetada-¿Prefieres a ese pastor de ovejas antes que a tu padre?

Mical se llevó la mano al rostro sintiendo su mejilla arder, lágrimas  abarrotaron en sus ojos.

¿Qué había pasado con el padre bueno y cariñoso que ella conocía?

-Padre no se de que hablas- Mical decidió continuar con la farsa hasta el final-Yo jamás haría algo así.

-¡Mientes!- Gritó Saúl presa de una furia que lo dejaba ciego, tomó a su hija por el cuello y la elevó del suelo- Dime la verdad.

La princesa no podía respirar y mucho menos hablar, Saúl lo notó y con fastidio la dejó caer al suelo.

-¡Vamos!- ordenó impaciente mientras observaba a su hija retorcerse en suelo luchando por recuperar la respiración  -¡Habla antes de que te mate!

-Fué él, padre- dijo la joven entre jadeos- David descubrió nuestro acuerdo y dijo que si no lo ayudaba a escapar me mataría.

Saúl sonrió dando evidentes muestras de satisfacción.

-Es una buena mentira, espero que tu hermano la crea- dijo con voz maliciosa ya saliendo del recinto- Y por supuesto el nuevo esposo que te conseguiré también debe creersela.

Mical quedó sola en la habitación abrazandose a si misma mientras las lágrimas recorrían su rostro.

Levantó sus ojos al cielo y dijo una corta plegaria pidiendo por su marido y su propia felicidad, aunque sabía que jamás llegaría.

Hola filisteos!!

Publicare el viernes, un abrazo hasta entonces!

El Rey David Donde viven las historias. Descúbrelo ahora