Sonríe que la vida vuela

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Tantas ganas tenía de volar, tantas ganas de salir, de correr, de desplegar sus alas y de ponerse a volar que a veces se olvidaba de que no era un pájaro, sino una persona.

Todas las noches soñaba con ser un pájaro y todos los días jugaba con ser uno, solo quería tener un par de alas para subir todo lo alto que sería capaz si tuviera unas y de surcar el cielo, de soltarse el pelo y dejar que el viento acariciara sus mejillas.

"Sólo son sueños de niños" eso pensaban las personas al oírla hablar sobre lo que haría el día que pudiera volar. Pero no era así, por mucho que creciera ese sueño seguía intacto, aunque otros sueños cambiaran continuamente. Lo raro es que no le gustaban las alturas, tenía miedo de subir a lo más alto y caerse. ¿Cómo podía soñar con volar si eso le daba miedo?

Lo cierto es que por muchas ganas que tuviera de volar ya se había acostumbrado a quedarse siempre en el suelo y había perdido todas las esperanzas que tenía de niña. Tal vez, cualquier persona estaría triste por no lograr sus sueños pero ella nunca estaba infeliz, siempre sonreía. Sabía que su mayor sueño no lo podría alcanzar por el momento, pero tenía muchos otros que sí podía hacer realidad, por eso nunca se sintió triste hasta que se dio cuenta de que ya no le quedaba tiempo para volar, ya era una anciana muy mayor.

Siempre decía que dejaba lo de superar su miedo para otro momento, más para delante, pero nunca lo hacía, ella decía que estaba muy ocupada pero que al final conseguiría superar su gran miedo para lograr su gran sueño. Pero lo único que había volado era su tiempo.

Momentos de cuentos con caféDonde viven las historias. Descúbrelo ahora