Capítulo 4

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El sol empezaba a hacerse notar. Los pajarillos ya cantaban con su tintineo agudo. Y Naruto roncaba como si no hubiera un deseoso mañana.

El doncel se revolvió como gusano con sal sobre las desordenadas sabanas que tapaban la cama.

Lentamente, abrió con pesadez uno de sus azulinos ojos. Luego el otro, con ambos, comenzó a recorrer con la mirada toda la habitación.

Como un resorte, saltó disparado de la cama. Aterrizó en sus dos piernas, un fuerte dolor se hizo presente en sus tobillos, extendiéndose por todas sus piernas.

Naruto hizo caso omiso al potente dolor que había Originado por una mala caída. Entro corriendo hacia el baño. Sus pasos descalzos resonaban en toda la silenciosa casa.

Al quedar frente al espejo. su rostro se relajó, soltando todo el aire que sin notarlo había estado reteniendo dentro de sus pulmones.

Naruto miró fijamente cada uno de sus rasgos. Enormes ojos azules, labios finos y rosados, tres marcas extrañamente paralelas e inexplicables en sus mejillas, ojeras que parecían bolsas de té bajo sus orbes...

Insulto hacia el aire.

Todo por estar horas y horas tratando de descifrar ese sentimiento inexplicable que había sentido en su estómago. Como si una bola de estambre se desenredara por un tiempo continuo dentro de sí mismo.

«Ese estúpido beso» Naruto miró a través del reflejo su mejilla izquierda. Deslizó sus dedos por la parte superior de su moflete, rozandola con la punta de sus dedos.

— ¿Pero..., Por qué ese teme me lo dio? — la pregunta se perdió en un bajo susurro.

El color carmesí se distinguía del color caramelo de su piel.

¿Un saludo de despedida? Talvez, era mejor suponer que lo era. No debería comenzar a hacerse raras especulaciones en su mente.

Quitó sus dedos de su rostro. Estiró el brazo derecho, y con la misma mano con la que había tocado su cachete, tomó el cepillo de dientes.

Las cerdas del cepillo hacían fricción contra sus dientes, provocando un sonido muy gracioso y a la vez peculiar.

— ¿Qué hora es...? — la pregunta se perdió en la atmósfera.

Por segunda vez, llegaba más que tarde en la semana.

Naruto salió disparado hacia su guardarropa. Buscó desesperado entre las desarreglada ropas del armario, hasta que por fin había encontrado «echo una bolita» su típica vestimenta anaranjada.

No llegó siquiera a colocarse la parte superior del conjunto. puesto que del apuro, tubo que llevarla a rastras en su mano.

Cosa que lo molesto enormemente al chico, el cual intentaba de bajarse su remera inferior. Que se ajustaba a su cuerpo, marcando toda su cintura.

Al mirar al frente pudo divisar la figura de ambos de sus compañeros.

Una cabellera color azabache resaltaba de entre los tantos árboles y arbustos del aire libre.  Un sonrojo intenso apareció en sus pómulos.

A varios metros, se paró en seco. ¿Cómo podía mirar a ese teme a los ojos después de que le había robado tanto su primer beso en la boca, como en su mejilla?...

Sería Imposible.

Giró sobre sus talones, pero cuando estaba por echar a correr como un cobarde. La aguda y chillona voz de su compañera lo llamo desde lejos.

— ¡Naruto! ¡Aquí estamos! — Sakura sacudía una de sus manos hacia el aire pegando pequeños saltitos.

«¡Demonios!, ¡Dettebayo!»

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