11. La pantomima de la flauta

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—Me alegro mucho Madi —dijo Carly otra vez. Madison le había llamado y pasó una hora escuchando como le iba genial en el nuevo colegio y lo tontos que eran sus compañeros. También le contó a detalle como reestructuró los horarios de los profesores para hacerlos más eficientes.

En todo el tiempo en que estuvieron hablando o, mejor dicho, el tiempo en que Madison hablaba y Carly hacía todo lo posible por prestar atención, la pelirroja estuvo intentando contarle acerca de las cosas que le estaban sucediendo a ella. Tenía amigos nuevos e incluso un empleo. Quería hablarle de lo buena persona que era el señor Adrich y también que quiso renunciar en cuando Blake comenzó a frecuentar la cafetería, pero que luego de ver lo feliz que estaba el señor Adrich por tener un cliente, no pudo hacerlo.

Después de varios minutos de Madi hablando de Madi y de las cosas que solo ocurren si eres Madi, se despidió no sin antes decir: —Intenta no extrañarme mucho.

—Oh, yo estoy muy bien. Gracias por preguntar —suspiró Carly resignada, luego de haber cortado la llamada.

No era como si ella debiese estar sorprendida, con el tiempo se había acostumbrado a la actitud de Madi, puesto que siempre supo que su mejor amiga tenía lo que ella llamaba el síndrome de yo-yo.

***

De nuevo era lunes. Carly se levantó como cada mañana: Con mucha hambre y pocas ganas de dejar la cama. Su primera clase del día era historia y vaya que amaba esa materia. Podía pasarse la hora entera sin prestar atención y cuando la profesora le preguntaba algo podía cambiarle el tema haciendo cualquier comentario sobre cómo ha cambiado la sociedad hasta el día de hoy y la mujer no paraba de hablar hasta que la clase terminara. Por eso era su curso favorito, si de clases hablamos, porque los exámenes eran algo completamente distinto.

— ¡Eh, Carly! —Alguien la tomó del brazo mientras se dirigía a clase de música.

—Hola —Saludó a Cloe, quien al parecer iba a la misma clase que ella.

—Es la primera vez que te veo en esta clase —comentó la chica del cabello multicolor.

—El año pasado era miembro de un par de clubes que te dan créditos validos como los de las clases optativas.

A Madison le encantaba estar al frente de todos los clubes en los que le fuese posible hacer gala de sus conocimientos y, por supuesto, Carly siempre la acompañaba. De algún modo le agradaba hacerlo, así no tenía que tomar los talleres de artes optativos, en los que está por demás decir que no era nada buena. No es que le fuese mucho mejor en los clubes de debate, matemáticas, líderes estudiantiles y demás. Pero por lo menos tenía a Madi, quien, al ser la presidenta, nunca dijo nada acerca de su poca participación en esas actividades.


Las dos chicas ingresaron al salón justo antes de que el profesor se hiciera presente. Todos los estudiantes se ubicaron en sus respectivos lugares y esperaron a que el profesor diese alguna indicación.

El señor Montero, el profesor de música, era un hombre de mediana edad, de ascendencia latina, cosa que recalcaba cada que podía usando expresiones de su natal Colombia. Solía usar camisas de colores llamativos y tanto su peinado como su bigote eran un tributo a Antonio Banderas. No es que fuese un catedrático intransigente, pero se apasionaba mucho cuando de dar sus clases se trataba, tanto que, en una ocasión echó de su clase a un par de estudiantes que no estaban «entendiendo el significado del tango como género musical».

Por ser el primer día que recibirían la clase, el profesor montero les dijo que tomaran cualquier instrumento de los que se entraban en el salón y lo tocarán. En cuanto Carly escuchó eso se puso muy nerviosa. Sabía bien que su habilidad musical era nula y dudaba que el profesor aceptara una botella vacía como un instrumento. No quería ser la chica a quien echaron de clase de música el primer día.

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