23. Una Robinson cumple sus promesas

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Carly estaba teniendo un día ajetreado, había olvidado lo que era acompañar a Madison a todas partes. La morena no paraba ni un segundo. Luego de hablar con la directora, quien casi besaba el suelo que pisaba Madi, fueron con el club de ciencias, reorganizaron los horarios de todos los clubes y corrigieron los planes de algunos maestros. Todo eso antes del almuerzo.

La pelirroja se sintió aliviada cuando entraron a la cafetería, moría por comer algo y sentarse un rato. Como de costumbre, no hicieron la fila del almuerzo. Solo bastó que Madi le informara a la cociera qué era lo que querían y de inmediato se los sirvió. Carly se encaminó hacia la mesa que compartía con Cloe, Gabe y Andrew.

—¿A dónde vas? Nuestra mesa está por allá, lejos de los atletas brutos y los inadaptados —Madison señaló la mesa que se hallaba al otro extremo de la cafetería.

Carly bufó, le había repetido hasta el cansancio que esos «inadaptados» eran sus amigos.

—No te hará daño compartir con ellos un poco —dijo para luego seguir su camino, dejando a Madi ahí.

—¡Carly! —chilló exasperada pensando en qué le había pasado a la Carly Robinson que dejó en el aeropuerto hacía pocos meses, era como si la hubiesen remplazado por alguien más y eso no le gustaba.

Carly se volvió hacia ella y en un intento por razonar con Madison dijo: —Vamos con ellos.

—No es necesario que vayas con ellos. Entiendo que te sentiste sola mientras estuve lejos, estabas desamparada y no tenías otra opción. Pero estoy aquí, no tienes razón para fingir que esa gente en realidad te agrada —Carly rodó los ojos, ya estaba harta de esos comentarios

—No finjo que me agradan, realmente lo hacen —dijo—. Son mis amigos.

—Creí que yo era tu amiga —respondió con un tono dolido.

—Madi, no hagas esto —pidió la pelirroja, no quería que hacerla sentir desplazada, pero tampoco podía hacer a un lado a todos los demás y concentrar toda su atención en ella.

La morena estaba a punto de soltarle un discurso sobre lealtad y recordarle todas y cada una de las veces en que estuvo ahí para ella, estaba dispuesta a hacerla sentir culpable hasta que accediera a hacer su voluntad. Entonces vio a cierto joven apuesto ocupar un sitio en la mesa que Carly había señalado y una sonrisa apareció en su rostro.

—Tal vez no sea mala idea —dijo con esa expresión que hizo que la pelirroja se arrepintiera de insistir tanto con el asunto de la mesa.

Tal vez Madison tuviera fundamentos para jactarse de lo bien que conocía a Carly, pero ella no se quedaba atrás. Después de tantos años sabía reconocer el significado de las expresiones de la chica y definitivamente esa sonrisa y la mirada que le dedicó a Andrew significaban solo una cosa: Madison tenía una nueva presa.

La pelirroja sopesó la idea de tomarla del brazo y arrastrarla fuera del lugar, pero se detuvo al recordar la ilusión en los ojos de Andrew cuando supo que Madi se había llevado su carta cuando se fue. No sería capaz de pensar solo en ella y olvidar su parte del trato. De pronto recordó las palabras que su padre le dijo en una ocasión «Un Robinson siempre cumple sus promesas» —Aunque estas le rompan el corazón— agregó en su mente ella antes de soltar un suspiro de resignación y dirigirse hacia la mesa que ya estaba ocupada por Andrew y Gabe.

—¡Es increíble! —exclamó Gabe mientras sostenía una hoja con la insignia de Berkeley.

—¿Qué es increíble? —Cuestionó Madison con las manos en la espalda e inclinándose para tratar de ver lo que decía aquel documento.

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