22. ¿Es ilegal?

207 32 13
                                    

Carly se daba golpes mentales por haber inventado una mentira tan tonta. ¿Por qué había dicho eso? Por un lado, estaba sumamente nerviosa, y si era mala con las palabras en un momento normal, bajo presión era peor. Si a eso le sumamos que no había ingerido nada desde el almuerzo y estaba muriendo de hambre... un repartidor de pizzas es el resultado.

—¿Eres consciente de que no sabes cómo mentir? —Madison enarcó una ceja y se cruzó de brazos esperando a una explicación más coherente.

—Me lo dicen seguido —el nerviosismo de Carly era audible.

—Te conozco desde los cinco años, supe deletrear tu nombre completo antes de que tú supieras que Robinson solo lleva una r. De todas las personas a quienes podrías intentar mentirles, yo soy la menos indicada. Pero será mejor que hablemos de eso luego, primero vamos por mis maletas —dijo acomodándose las gafas.

—¿El taxista ha estado esperando todo este tiempo? —cuestionó Carly sorprendida por haber ignorado tanto tiempo aquel vehículo amarillo.

—Sí —contestó Madison despreocupada.

—¿Y el taxímetro sigue corriendo? —quizá con lo que cobraría por estar esperando tanto tiempo podría pagar un viaje al aeropuerto. Por un instante la pelirroja consideró la opción de pagarle el doble para que se llevara de regreso a Madison. Se regañó inmediatamente por ese pensamiento, era Madi de quien se trataba. Había sido su amiga durante tanto tiempo y le ayudó a pasar montones de clases.

—Supongo que sí, pero no creo que me cobre tanto. Desde que me subí a ese automóvil he visto decenas de violaciones al código vehicular. No creo que el chofer quiera que haga un reporte a la supervisión de la línea de taxis —pronunció con obviedad.

Ambas fueron a recoger las maletas y las llevaron a casa de los Robinson, en donde Madison pasaría aquella noche. Al día siguiente se iría a quedar a casa de unos parientes.

Las valijas de Madison eran muy pesadas, y eso que solo había llegado a visitar un par de semanas. Carly recordó que a ella le encantaba estar siempre preparada para cualquier contingencia. La pelirroja siempre lo había considerado algo ridículo, hasta que su repelente de osos las salvó en aquel campamento.

Ingresaron a la vivienda y fueron a dejar las maletas en la habitación de Carly. No dijeron ninguna palabra en el camino, lo cual solamente aumentaba la tensión. La más pequeña de los Robinson deseaba que pasara algo inesperado, lo que sea que cambiase su suerte. Se sentía como si estuviese a punto de presentar un examen muy complicado y no hubiese estudiado absolutamente nada. Y no estaba en una situación muy diferente, en realidad no sabía que decirle a Madison.

¿Podría ocultar el pequeño detalle de que Andrew estuvo, y podría seguir estando, enamorado de ella? Pues era eso o lanzarlo directamente a los brazos de Madison, y sabía perfectamente que eso no quería hacerlo ni de broma.

—¿Ahora sí me dirás qué sucede? —preguntó Madison después de un rato.

Carly intentaba armar una historia creíble, y por más que lo intentaba no lo lograba. Incluso pensó en decirle que solo se había equivocado de dirección, pero estaba el hecho de que la había llamado por su nombre y que Madi sabía quién era él. Eso también le seguía pareciendo extraño, si bien lo de la memoria eidética era cierto, su amiga no solía interesarse por el promedio de nadie, a menos que éste pudiese superarla, lo cual jamás había pasado desde tercer grado, cuando llegó un alumno de intercambio y Madison lo odió desde el momento en que la superó en la prueba de español. Días después les informaron que aquel niño había solicitado, para no decir rogado, que lo dejasen volver a su país. ¿Qué habría sido de él? Pensó Carly.

UntalentedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora