Capítulo 5- ¿Sarada tiene el sôzô?

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Lo primero que vio cuando despertó fue a él. Al Uzumaki. Sus largas pestañas y su dulce respiración regulada.
Pensó en lo mucho que cambió desde que eran niños: siempre se la pasaban peleando y compitiendo contra quién era mejor.
Desde entonces habían cambiado, y también su relación.
Estaban juntos. En una cama. ¿Quién lo iba a decir? Con él al lado se había despertado despejada. Nada de pesadillas ni de miedo.
Solo sueños. Sueños felices.

—Boruto...Gracias—agradeció.

Era una de las tantas cosas que jamás habría esperado hacer cuando era niña: agradecerle algo.
Sin embargo, ahí estaba. Contenta. Esperando a comenzar los entrenamientos de Meiko, quien los había citado en la entrada de Konoha.

—Hambur...guesas.

Se ruborizó al escuchar aquella palabra. Boruto hablaba en sueños, ¡pero no esperaba que fuese tan idiota de soñar con hamburguesas!

—Despierta, Dobe—le insultó algo decepcionada. ¿Hamburguesas? ¿De verdad?—¡He dicho que despiertes!—la Uchiha pateó al Uzumaki provocándole una fuerte caída.

De inmediato se despertó, ¡y de qué manera!
Gritó, mirando a la culpable de su reciente chichón.

—Oye tú, Teme. ¿No hay otra forma de despertarme?

—Ya lo intenté—se quejó—. Cómo sea. Vamos. Meiko nos debe de estar esper-

—No sin antes tomar unas hamburguesas.

—¡No hay hamburguesas-

Bajó su mirada azul algo disgustado.

—Solo espera aquí. Voy a preparar el baño.

Y era cierto. Debían cambiarse. Ambos habían dormido con la ropa que llevaban puesta para no hacer aquello incómodo, por lo que debían hacerlo. Se movieron tanto que apestaban algo a sudor.

—¿Quieres bañarte primero?— preguntó para ser todo un caballero, aunque fue su madre quien le había enseñado. Ya tenía diecisiete años, ¡ya no necesitaba que alguien lo educara! Lo tenía todo aprendido.

Miró a Sarada. Sus mejillas volvieron a tintarse de un color carmesí.

¿En qué cosas obscenas estaba pensando?

—Está bien. Iré yo primero.

—S-Sí—asintió la Uchiha.

—Iré a por alguna ropa que puedas ponerte. Hima no tiene el mismo cuerpo que tú...—miró con cautela a la chica, de arriba abajo—. Bueno, supongo que su ropa te servirá igualmente.

—Solo será para ir a mi casa. Cogeré algo de ahí.

***

Estaban esperando. Y aún siguieron hacerlo durante treinta minutos. ¿De dónde había heredado Meiko el llegar tarde?
Se sentaron aquella banca para esperar en silencio.

La tensión podría cortarse con unas tijeras, si no fuese por aquel chico que regresaba de una misión, observando a aquella pareja algo sorprendido.
Se acercó a ellos sin dejar de quedar atónito a aquella situación. Sonrió, a pesar de que no sabía si estaba haciendo bien al acercarse.

—¿Sarada-chan?— saludó el rubio, observando al compañero de su amiga.

—¡I-Inojin!—se levantó para cortar la distancia que había entre ellos—. ¿Qué te ha ocurrido?—preguntó al ver un rasguño en la mejilla del Yamanaka.

—Nada...—musitó. El hacer que se fijara tanto provocaba que estuviese muy cerca de él. Inojin y Sarada se habían criado prácticamente juntos, a petición de Ino. Casi todas las noches iba a cenar a su casa, y recientemente ella comenzó a cocinar para invitar a los Yamanaka a la suya. Como es obvio, Sasuke jamás se opuso—. Había unos bandidos, pero al fin los tengo.

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