Capítulo 3- Muéstrame

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—¿Un contrato?—preguntó el Uzumaki, mirando cómo su compañero de equipo poco a poco iba decayendo—. ¿En qué consistía?

—Ella trabajaría para ellos. A cambio, la paz. No sólo lo hizo para protegerte, Sarada-chan. Lo hizo para protegeros a todos. Ya sabes, crear un lugar seguro para ti.

—Dime cómo encontrarla, por favor...

—No es tan simple. Se trata de Kamigami (dioses). Supongo que el nombre lo dice todo.

—¿Y por qué quieren a mi madre?

A medida que iba transcurriendo la conversación, Bolt estaba más desconcentrado. Había recopilado información, pero no podía conectarlas por puzles. Pensar, en el equipo siete, siempre había sido la habilidad de Sarada y Mitsuki.

—Miedo. Supongo.

—¿Miedo?—se sorprendió la Uchiha, pensativa y asustada.

—Sakura tiene a Eiko y el poder de una Aika. Es muy poderosa.

—Lo sé, me han hablado de ell-

—No del todo—interrumpió—. Te han hablado de lo que han visto, no de su verdadero poder. Eiko jamás hizo que su poder se desarrollara del todo. Ni siquiera mostró el cinco por ciento de él. ¿Sabes qué puede significar, verdad?

—Sí—comentó tragando saliva muy fuerte—. Si mamá logra controlarlo...

—Ellos temen morir en sus manos. Por eso, quisieron tenerla cerca. Pero no son... amistosos. Ni buenos. Quizás sí sea cierto lo que comentas; que ella te está pidiendo ayuda. No sabemos qué le pueden estar haciendo.

—¿Y qué hace aquí, Meiko-sama?—preguntó el Uzumaki.

—Igual que todos, quiero traerla de vuelta. Por Kami-sama, ¡es mi hermana! Y... aunque esté viva por una invocación, quiero remediar todo lo que hice. Desde que desapareció dejé mi viaje de redención. Comencé a buscarla sin cesar. Han pasado años, y, sin embargo...

El rostro de la pelirrosa cayó en picado, esbozando una mirada triste y perdida. Sus manos comenzaron a temblar, mientras, sus lágrimas querían salir.
Ella, por primera vez en todos aquellos años, pisaba Konoha. Quería encontrar su última pista ahí, pero al parecer, nada. Avanzaban sin notar los pequeños pasos. Miraban atrás y podían ver, rozando sus pies, la línea en la que salían.
Tanto esfuerzo para nada.
Tantas lágrimas para nada.
Tanta sangre derramada para nada.

—Me ayudaste mucho, Meiko—siseó Sarada, aunque, en el fondo, sabía que la tarea se le complicaba más y más. Debía de salir de Konoha. Ahí dentro no encontraría nada.

—Y-Yo sé que...—prosiguió la Aika—... no he sido una buena hermana. Me dejé llevar por el bien de mi clan. No somos malos, ¿sabéis? Que una persona sea tóxica no significa que todos lo seamos.

—Le creo.

—Si ese es el caso, te entrenaré.

Los ojos de Boruto se abrieron como platos al escuchar aquella proposición tan disparatada hacia la Uchiha. Por Kami-sama, él era su compañero de equipo. ¡Sabía perfectamente que Sarada era muy, muy, muy poderosa! No necesitaba que alguien le entrenara.

—Tendré que partir en cuanto antes.

¿Partir? Espera... El Uzumaki apegó más su interés en cuanto la escuchó. ¿Acaso Sarada se iría de misión? ¿Sin su equipo? Ni hablar de eso.

—¡Querrás decir "partiremos", ¿verdad?!

—Sakura es muy poderosa—ignoraron al Uzumaki—. Aguantará todo. Sufriría más si no eres capaz de derrotarlos y mueres en batalla, cuando ni siquiera pudiste acercarte a ella. Nos quedaremos en Konoha. Los entrenamientos serán intensos, necesitas saber todo sobre el clan Aika, sobre su poder, y lo que es peor: tendrás que ser de ambos clanes a la vez. Uchiha y Aika.

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