April abrió las puertas de cristal y saltó al entarimado. Al acercarse a la barandilla se apoyó en ésta, y permitió que sus cansados ojos se recrearan en la serena belleza que tenía al frente. La arena blanca, el agua clara de un color verde-azulado... ¡El Océano Pacífico!
El tío Guy tenía mucha razón. Un par de semanas en su casa de playa, era con exactitud lo que ella necesitaba, antes de regresar al trabajo incesante que representaba su último año en la universidad.
Miró hacia el otro extremo de la aislada ensenada, en dirección a la única otra casa en kilómetros a la redonda, con el conocimiento de que su dueño no la ocupaba en ese momento.
-¡Oh, no! -exclamó, al ver que de una delas ventanas salía luz. Notó que un hombre estaba de pie en la orilla del agua.
Su estómago dio un vuelco. El tío Guy aseguró que Max se encontraba en el extranjero. De haber sabido que Max estaba allí, ella no hubiera ido.
April fijó la mirada, en un intento vano por reconocer al hombre, mas estaba demasiado lejos.
La figura distante se volvió, y empezó a caminar hacia el extremo de la playa donde ella se encontraba. April colocó una mano arriba de sus ojos, para protegerlos de los rayos del sol y poder mirar mejor.
El color del cabello del hombre era similar al de Max: rubio, y parecía tener la misma altura.
La agitación de April fue en aumento. Decidió que si era Max, ella regresaría de inmediato a Sydney.
El hombre se acercaba y en cualquier momento ella podría ver quién...
-¡Oh, cielos! -exclamó, y mantuvo la boca abierta. Cualquier alivio que sintiera al ver que no era Max, se desvaneció, mientras observaba al extraño acercarse. Su corazón latió con fuerza, y los ojos casi se le salieron.
¡El hombre se encontraba desnudo! Lucía su bronceado y unos anteojos para el sol.
Los latidos del corazón se aceleraron todavía más, cuando su mirada sorprendida se deslizó por el impresionante cuerpo. El hombre se acercaba más y más, parecía dirigirse hacia la casa del tío de April.
Recordó que su madre le advirtió que no hablara con extraños cuando fue a vivir con el tío Guy en Sydney. Supuso que tendría que tomar medidas más estrictas con extraños desnudos.
Su retirada de la terraza fue con poca gracia, pues caminó hacia atrás, tropezó al entrar por la puerta corrediza, y cayó en el sofá cercano.
¿Había notado el hombre que lo había visto? Era difícil imaginar que él no advirtiera su llegada, debido a que tuvo que estacionar el coche en la cima del farallón, y cargar su maleta por el inclinado sendero hasta la casa de la playa.
Su rostro ardió, ante la posibilidad de que la decisión de caminar desnudo por la playa fuera alguna muestra intencional de egocentrismo masculino. No podía negar que era la perfección masculina personificada, pero con seguridad, no pensaría presentarse de esa manera.
April sintió pánico. Tal vez el hombre era un excéntrico o un violador. De inmediato cerró con llave la puerta corrediza, y se acurrucó en el diván.
Una curiosidad morbosa la obligó a arrodillarse sobre el sofá y a espiar por la ventana encortinada.
Sintió alivio al ver que el visitante indeseable se detuvo y miraba hacia el mar y el horizonte. Resultaba claro que no estaba enterado de la presencia de ella, y que tenía una actitud preocupada.
April dejó escapar el aire contenido, pero notó con cierto enfado, que sus manos todavía temblaban, y su pulso continuaba acelerado. Tal vez no era correcto observarlo, mas no podía apartar la vista, ni evitar los latidos sin ritmo de su corazón.
ESTÁS LEYENDO
Algo especial
RomanceAlgo Especial Título Original: The Reluctant Loverñ Editorial: Harlequín Ibérica Sello Colección: Bianca 548 Género: Contemporáneo Protagonistas: Hugh Davies y April Jamieson Argumento: Al quedar ciego en un accidente automovilístico, el esculto...