Capítulo 8

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April tenía migraña, y conocía el motivo... la tensión. No obstante, el conocer la
causa no facilitaba soportar la visión borrosa o las palpitaciones que sentía en la
cabeza. Por enésima vez, se levantó de la silla y caminó por la habitación del hospital.
—Apríl, siéntate, por favor —gimió Harry.
—No puedo —no dejó de caminar—. Estoy muy preocupada —sintió ganas de
vomitar y corrió hacia el baño, adjunto a la habitación privada de Hugh. Al regresar,
se sentó. Tenía el rostro pálido, pero se sentía un poco mejor.
—Hablas en serio, ¿no es así? —preguntó Harry—. ¿Puedo traerte algo?
—No, nada. Yo... ya me siento mejor —sonrió un poco.
—Creo que no debí pedirte que me acompañaras aquí hoy —comentó Harry—.
No es justo para ti, dadas las circunstancias.
—¿Dadas las circunstancias?
Harry le dirigió una mirada de afecto.
—¿Piensas que yo también estoy ciego, jovencita? Sé que estás enamorada de
Hugh, y sé que ese tonto te trata como si fueras una niña —Harry se sentó en el
borde de la cama vacía, tomó la mano de April y le dio golpecitos—. No te
preocupes, ya no pensará más que eres una niña.
La actividad que se escuchó en el corredor, hizo que April y Harry se pusieran de
pie. Un hombre uniformado de azul empujaba una camilla con ruedas, acompañado
de una enfermera. Hugh, con los ojos vendados, iba acostado en la camilla, muy
quieto y con el rostro cenizo, bajo una montaña de mantas.
—¿Por qué le pusieron todas esas mantas? —preguntó April a Harry con voz
preocupada.
La enfermera escuchó y respondió, mientras ayudaba al enfermero a colocar a
Hugh en la cama.
—Volvió en sí temblando en la sala de recuperación. Algunas personas reaccionan
de esa manera a la anestesia. La temperatura del cuerpo desciende.
April se meció sobre sus pies y Harry la detuvo.
—¿Eso es peligroso? —preguntó Harry. Sentó a April en la silla.
—Por lo general, no —respondió la enfermera y sonrió—. Por supuesto, no los
dejamos así, por eso usamos las mantas. Como pueden ver, una vez que se sintió
confortable, volvió a dormir. Gracias, Warren —le dijo al hombre que se alejaba con
la camilla.
—¿La operación salió bien? —preguntó April, cuando encontró la voz para hablar.
—Sí, hasta donde yo sé —murmuró la enfermera, mientras tomaba la presión a
Hugh.

—¿Cuándo podemos hablar con el médico? —quiso saber Harry.
—Estará en el quirófano unas horas más —informó la enfermera—. Tal vez no lo
vean hasta que venga esta tarde, para quitarle las vendas.
—¿Tan pronto? —preguntó April sorprendida.
—Oh, sí. En este tipo de operación, la recuperación de la vista es instantánea. Una
vez que reemplazaron el líquido dañado con la solución sintética, el paciente debe
poder ver.
April pensó que la palabra crucial era "debe", y se puso nerviosa.
La enfermera anotó algo en el expediente de Hugh, al pie de la cama, y levantó la
mirada antes de añadir:
—Tengo que irme. Pueden quedarse todo el tiempo que quieran. Si necesitan una
enfermera, toquen el timbre —levantó las almohadas de Hugh para mostrarles el
timbre. Fue hacia la puerta. Se volvió un poco antes de salir—. Dejé un recipiente en
la mesita de noche, en caso de que el señor Davies no se sienta bien al despertar. Si
necesitan ayuda, llamen.
Por unos momentos, Harry y April observaron el cuerpo inconsciente de Hugh.
Parecía muy vulnerable acostado entre sábanas antisépticas. Su piel bronceada
adquirió un color enfermizo.
—¡Oh, Dios, permítele volver a ver! —oró April. Cuando Harry respondió,
comprendió que habló en voz alta.
—Amén —completó Harry—, ¿Puedes quedarte un momento con Hugh, April?
—Sí, por supuesto —nadie podría alejarla de su lado.
—Pensé en ir a conseguir algunas flores —explicó Hugh, con las mejillas
sonrojadas—. Sé que suena un poco extraño, pero quiero que Hugh vea algo brillante
y hermoso cuando le quiten las vendas, y no sólo paredes blancas y suelos pulidos.
A April le pareció conmovedor el gesto. Ese hombre áspero quería a su amigo con
un amor que lo urgía a hacer algo que normalmente le resultaría embarazoso.
—Creo que es una idea maravillosa —indicó April con afecto—. Quisiera que se
me hubiera ocurrido primero —en silencio añadió que deseaba compartir la fe de
Harry en la operación.
—¿Hugh... no pensará que es... una tontería?
—¡Oh, no, Harry! El lo apreciará, estoy segura.
Una vez que Harry se fue, April acercó la silla a la cama, y acarició los mechones
de cabello húmedo, y los apartó de la frente de Hugh. Sudaba mucho. ¿No sentiría
mucho calor? Observó las numerosas mantas y se preguntó si debería llamar a una
enfermera. El sentido común le indicó que no le haría mal si le quitaba sólo una. Lo
hizo.
—Sed —murmuró Hugh y se movió.

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