Capítulo 11

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Capítulo 11

Llamaron a la puerta de la habitación de April.
—¿April? Déjame entrar.

La chica sollozaba, recostada en la cama, y no podía responderle a Hugh. Oyó que
la puerta se abría y se cerraba; en seguida, los pasos de Hugh por la habitación. Sintió
que el colchón se hundía cuando él se sentó a su lado. Sin embargo, no intentó
tomarla en sus brazos, o negar la acusación de April.

Antes de volver a hablar, Hugh dejó pasar un momento.

—No, April. Por favor, no... Sabes que no fue mi intención herirte.
—No, no lo sé —sollozó contra la almohada. Al ver que Hugh no decía nada,
volvió la cara para verlo—. Te amo —confesó con voz estrangulada.
El dolor se reflejó en el rostro de Hugh. Se puso de pie y caminó por la habitación,
antes de volverse y mirarla.
—Sólo piensas que me amas —aseguró Hugh con voz agitada—. En unos meses,
será alguien más. Admitiste que el año pasado creíste estar enamorada de Max.
April, si pensara que hay oportunidad para nosotros, ¿crees que no la aprovecharía?
—le acarició el cabello—. Te deseo, April. ¡Te deseo como un loco! Sin embargo, he
visto lo que sucede cuando un hombre mayor se relaciona con una mujer mucho más
joven. Vi las escenas de celos, los berrinches infantiles, las manipulaciones sexuales...
No quiero eso. Deseo paz y seguridad, así como serenidad. Lo necesito para mi
trabajo. No quiero preocuparme al pensar que algún día despertaré para descubrir
que la mujer a quien entregué mi corazón, se cansó de mí y se fue. Tampoco deseo
una de esas relaciones casuales, basadas sólo en la gratificación sexual. Tengo treinta
y cuatro años, quiero casarme... y tener familia, así como una esposa lo bastante
madura para que se mantenga a mi lado, aunque las cosas resulten difíciles.

April se sentó de pronto, y colocó los pies bajo la falda de su vestido.

—¿Cómo Cynthia se fue, cuando las cosas se pusieron difíciles? ¡Tu Cynthia
madura y mayor!

Hugh tensó la mandíbula y apartó la mirada.

—Hubo circunstancias mitigantes en su caso —indicó Hugh.
—Todavía la amas, ¿no es así?
—¡Si piensas eso, eres todavía más inmadura de lo que pensé! —manifestó Hugh y
la miró con enfado—. Debes saber que Cynthia apareció esta noche ante mi puerta,
antes que saliera para tu fiesta. Me suplicó que le permitiera hablar, explicarse. La
escuché y sentí lástima por ella, pero eso fue todo. ¿No comprendes? Vine aquí... a
buscarte.

—No sé para qué —señaló April, sin emoción en la voz.
—Tampoco yo —opinó Hugh con voz fría—. Deben examinarme la cabeza. No dejaba de repetirme que eras diferente. ¡Qué tonto soy! Al menos, ahora comprendo
por qué el pobre de Garrick actuó como lo hizo.

April sintió una gran desesperación al comprender que él no creía ni una sola
palabra de lo que le dijo acerca de Max. No quería creerle. Lo miró con ojos
angustiados, y pensó que estaba ciego.

Hugh añadió después de un momento:

—No estés tan desolada, April. Una joven como tú no estará sola mucho tiempo.
April bajó la mirada, pues no quería que viera el sufrimiento que reflejaba. Al
volver a mirarlo, logró que su mirada fuera de indiferencia.
—Tienes mucha razón, Hugh —se puso de pie y se acomodó la falda—. Esta noche
ya recibí una proposición. Tal vez acepte a Max.
—No volverás a tener nada que ver con Max Goldman, ¿me escuchas? —la ira de
Hugh fue tan repentina que April se sorprendió. April levantó la barbilla, tenía las
mejillas sonrojadas.
—¿Y quién eres tú para decirme lo que debo hacer? No eres ni mi padre ni mi
amante. ¡Ni siquiera eres ya mi amigo!
—April... no seas tonta... —aconsejó Hugh y cerró los puños, a los costados—. Max
tiene mala reputación... No podría soportar si él...
—¿Si él qué? —insistió April—. ¿Si él toma lo que tú no aceptaste?
—¡No puedes hacerlo, April! —exclamó Hugh—. ¡No con un hombre como él!
—¿Por qué no? Creo que sería un buen amante. Tiene suficiente experiencia. Una
chica necesita que su primer hombre sepa con exactitud lo que hace.
Dejó de hablar, al ver, por la expresión de Hugh, que perdía el control. Caminó
hacia ella, y cada paso estaba lleno de amenaza y pasión.
—No puedes entregar tu virginidad a un hombre como ese —manifestó Hugh—.
No lo permitiré.

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