Capítulo 2

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Al despertar a la mañana siguiente, April estuvo desorientada unos segundos, y se preguntó por qué se encontraba en una cama extraña.

El recordar dónde estaba y lo sucedido la tarde anterior, hizo que la invadiera el nerviosismo. ¿Ese día se toparía con su interesante vecino? ¿Llevaría él alguna ropa puesta?

Encontró la respuesta a las preguntas anteriores en el momento en que salió para su caminata matutina.

El hombre estaba recostado en la arena, no lejos de los escalones de piedra que subían por el farallón hasta la casa de playa de Max. April no lo hubiera visto, excepto por el color azul de su traje de baño.

Pensó que al menos logró que se pusiera un traje de baño, e intentó controlar una descarga de adrenalina.

¡Maldición! Eso no era lo que April tenía en mente para sus vacaciones. Esperaba nadar con tranquilidad, tomar el sol relajada, horas de lectura y música... pero sola.

Le enfadaba el hecho de tener que compartir la pequeña playa con ese individuo, quien no cesaba de bombardear sus pensamientos y turbar su equilibrio.

Se puso una camiseta rosa brillante sobre el traje de baño negro, y caminó por la arena, mientras afirmaba su resolución de no alentar ningún acontecimiento. Lo único que tenía que hacer era saludar, cuando la viera, y continuar su camino. Eso no resultaría difícil.

La fuerte brisa de la mañana hizo que la piel de sus brazos se le pusiera de gallina.

Se estremeció, al tiempo que se apresuraba para llegar a la arena firme, a la orilla del mar, para empezar a correr.

Al acercarse al hombre recostado en la arena, su corazón latió al unísono con sus pies. En cualquier momento él notaría su presencia.

Sin embargo, él no la notó... o pareció no notarla, pues continuó recostado, con la mirada hacia el cielo, y los anteojos oscuros en su lugar. Si notó que April pasaba cerca, no dio señales de hacerlo. Tampoco advirtió su presencia cuando ella giró y volvió a pasar cerca.

Unos minutos después, April regresó malhumorada a la casa de playa de su tío.

—¡Vaya! —exclamó, al dejarse caer en el sofá—. ¿Qué te parece eso? ¡Ni siquiera se volvió o demostró verme!

Necesitó una hora y tres tazas de café para sobreponerse a la sensación de que fue desairada. De pronto, otra explicación de lo sucedido pasó por su mente. ¡El dormía!

Eso era. Pudo imaginar lo cómodo y tibio que resultaría recostarse en la arena.

Con la tercera taza de café, casi vacía, en las manos, se acercó a la ventana y lo observó de nuevo. De alguna manera, la decisión de no permitir que la presencia de ese hombre se inmiscuyera en suvida quedó en el olvido.

Poco después, el hombre se puso de pje, estirándose, para en seguida efectuar algunos ejercicios rigurosos que April nunca vio. Era algo que inspiraba admiración...

¡Tantos ejercicios gimnásticos! Caminó hacia el mar y empezó a nadar con calma, en el mar casi sin olas.

El observar cómo hacía ejercicio hizo que April sintiera el cuerpo acalorado y pegajoso, mas no se reuniría con el vecino en el agua. Cuanto más tiempo permanecía en la casa, y fingía que no lo miraba, más inquieta se sentía.

Era una tontería la manera como lo convertía en una fantasía mental. De acuerdo, él no parecía tener alguna mujer, esposa o novia a su lado... ¿y eso qué? Tal vez al mirarlo de cerca no resultara tan bien parecido. También era probable que fuera aburrido. Los hombres poco inteligentes siempre aburrían mucho a April, sin importar que fueran guapos.

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