3. Sello perdurable

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~3~

Nick

El día de hoy está lloviendo a cantaros, miro como las gotas caen en mi ventana y luego vuelvo a concentrarme en mi computador mientras estoy sentado. Mi hija Taty se acerca sonriente y me alcanza un café.

―Pareces muy ocupado ―opina.

Sonrío.

―Estoy trabajando en una investigación muy importante para mí.

―¿Algún día vas a contarme quien es la chica misteriosa? ―mueve las cejas mientras insiste desde que tuvimos aquella cena familiar ya hace tiempo.

Es persistente y admirable.

Me río.

―Te prometo que serás la primera a la que presentaré.

―Es una promesa ―levanta el meñique y yo hago lo mismo, juntándolo con el de ella aceptando su gesto.

La tarde se pasa volando y aún hay una gran tormenta afuera, en un rato debo partir, quede para salir con Sarah, iremos al cine. Los días de lluvia son perfectos para las películas y los pochoclos. Debo apresurarme antes de que se me vaya la hora, aún no he terminado esta investigación pero ya estoy a punto de lograrla, solo un poco más.

Se me hace tarde.

¡Ya sé! Transfiero los datos de mi computador al celular, agarro mi chaqueta y salgo rápido a su encuentro. La información le cuesta cargar al aparato, así que tiene un error y no me deja enviar ningún mensaje, ni para llamarla, así avisarle que voy tarde.

La mala suerte me persigue, porque el colectivo no viene. Debí haberme comprado un coche cuando tuve oportunidad. No voy a lamentarme, siempre estaré optimista ¡Oh mire, la buena suerte vino! Subo al bus rápido.

El celular sigue sin funcionar.

El vehículo se desvía y me lo tomare como chiste, me acerco al conductor.

―¿Puedo bajarme aquí? ―expreso sonriente.

―Lo siento, la parada es en las próximas cuadras.

―¿Cuantas? ―hago una mueca.

―Son quince.

―¿Cómo que quince? ―lo miro incrédulo ―¿No hay parada cada dos cuadras?

―Sí, pero hay construcciones por esta vía y es peligroso. Frenare en la más segura, es mi deber ―expresa seriamente al explicar.

No puedo pasarme quince cuadras, debo bajar antes, las construcciones no son problemas verdaderos, no tengo quejas contra los arreglos, aunque ciertamente no llego ¡Debo salir de aquí! Aprieto el botón de emergencia y el colectivo se detiene de repente. Hago fuerza abriendo la puerta de manera manual y no le doy tiempo al chofer para quejarse.

―¡Libertad! ―grito feliz mientras corro y me río.

Deben pensar que estoy loco.

Paso las cuadras, cruzo la plaza empapándome con el agua y ya se me ha ido una hora hasta llegar hasta allí. El celular al fin termina de cargar, la llamo mientras continuo corriendo y la veo a lo lejos irse.

Me contesta enfadada y tiene razón, intento convencerla para que no me corte pero su frase me deja congelado, así que no se me ocurre que decir.

―Me gusta que no me abandonen ―me cuelga y reacciono.

Ay no.

―¡Súper velocidad de la luz! ―grito como superhéroe.

No, mentira. Solo debo dar la vuelta en la otra cuadra. Al fin la alcanzo y se sobresalta al encontrarse conmigo de frente.

―Tú ¿Cuando? ¿Cómo? ―exclama aturdida.

―Llegue ¡Uf! ―respiro agitado y me inclino ―un segundo ―levanto el dedo ―. Ya está ―me levanto sonriente ―¡Eso me pasa por no hacer mis ejercicios matutinos! ―me río.

Frunce el ceño.

―No me interesa ―me esquiva pasando por mi lado y la agarro del brazo ―. Aparta ―exige pero la atraigo hacia mi cuerpo ―¡Suéltame ahora! ―rozo su espalda, la parte de atrás de su chaqueta también está mojada por culpa de la lluvia al igual que la mía.

―Lo siento, no tuve manera de comunicarme ―expreso seriamente ―pero tengo otra muy buena explicación ―exclamo con una amplia sonrisa.

―No quiero ninguna excusa, sabes que soy insegura, así que aparta que quiero irme ―me aclara nerviosa.

Busco el celular en mi bolsillo y lo levanto cuando lo encuentro, lo observa confundida mientras le muestro la información en la pantalla.

―Fue difícil encontrarlo pero lo descubrí, al parecer tu acosador de la facultad se encuentra en la cárcel por algunos delitos menores, así que puedes estar tranquila de que ya no te molestara más.

―Tú averiguaste... ―se sonroja ―¿por mí? ―baja la vista ―pensé que nunca, estaría tranquila.

Guardo el celular y le levanto la barbilla acercándome a su rostro.

―Ya ves que sí ―sonrío ―¿El enojo se fue? ¿Me perdonas?

Hace una pequeña sonrisa.

―No hay nada que perdonar, yo soy la tonta.

―No lo eres, lo que te ocurre es compresible, no se vale juzgar sin saber ¿no te parece? ―acaricio su mejilla.

―Estoy de acuerdo.

Rodea sus brazos en mi cuello y nos besamos, mientras las gotas de la lluvia mojan lo que queda de seco en nuestras chaquetas, como la química que ahora está por completo entre ambos, un sello perdurable.

El Fin. 

Relatos Ricoy (Probando tus celos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora