Sakura.

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No hay mejor forma de pensar que frente a un vacío. Y no me refiero a un vacío de forma figurada. No. Hablo literalmente. Porque ¿qué mejor forma de pensar en todo, con nada frente a mí?

Y sentir el pasto meciéndose entre mis dedos, acariciando mi palma. El viento jugando con mi cabello. Aire puro llenando mis pulmones. Nada frente a mí. Nada más que árboles, montañas... naturaleza.

Mejor que eso es el magnífico árbol a mis espaldas. Quizás no tiene nada de magnifico, pero de alguna manera me hace sentir segura.

Sentarme frente a él me ayuda a pensar, en este lugar puedo tomar decisiones importantes, no tengo miedo de decir lo que pienso, soy dueña de mí.

Una de las razones por las que me siento tan bien en este lugar es porque está lejos de todo. No los escucho mencionar mi nombre a mis espaldas, como si fuera responsable de lo que pasó. En Kakunodate todos son dueños de la verdad, todos juzgan con razón. Aún si saben que su verdad no es en absoluto LA verdad. Porque muchas veces la realidad duele, y qué más da si tenemos que vivir con un velo sobre nuestros ojos, si así podemos evitar el caos. También puedo gritar y llorar y nadie lo sabría.

En este lugar no tengo que ver la expresión de dolor de mamá, la disculpa en sus ojos. Ni la preocupación de papá, porque por mí culpa ya no tiene trabajo. Ellos dicen que no es mi culpa, pero sí lo es. Si tan solo los habría escuchado ese día.

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—Michiko, no vayas, niña. Ve con nosotros de picnic y mañana vas al parque con Kazue. Mañana tu padre trabaja todo el día.

—Pero mamá, irá sola y no podré decirle que yo no iré. Solo le diré que hoy saldré con ustedes y volveré. Lo prometo.

Mi madre sonrió, besó mi frente y me dejó ir.

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Ni ella ni yo lo habríamos imaginado.

Ese día no volví a casa inmediatamente, como le dije a mi madre.

En el camino, hacia el parque, un coche apareció de repente, frenó a mi lado, la puerta se abrió y un par de brazos fuertes me metieron dentro. Grité, pateé y arañé todo lo que pude, pero fue inútil. No me iba a soltar.

—Deja de luchar. Solo soy yo. Vi cómo me mirabas en clase.

Aterrada, trate de observar su rostro, aunque ya sabía quién era. Escuchaba su voz cada día. Era mi profesor.

—¿De qué habla? Yo no hice nada, déjeme ir.

—Primero nos vamos a divertir un rato.

Luego de inmovilizarme y callarme, condujo hasta algún lugar lejos.

Tocó cada parte de mi cuerpo. Rompió mi ropa. Arrancó de mi lo más preciado e inocente. Disfrutó hasta gritar y tumbarse sobre mí, mientras yo sollozaba. Cuando iba a empezar otra vez, me desmayé.

Desperté sobre la tierra, en medio de los árboles, desnuda y alguien gritaba mi nombre, era de noche. Me encontraron en medio de llantos, mientras susurraba:

—No fue mi culpa.

Lo vuelvo a susurrar, con mis mejillas mojadas.

Un pétalo del árbol cae sobre mi vientre, y lo acaricio.

Este árbol se llama Sakura. Y Kakunodate está lleno de ellos. Ese es el por qué digo que quizás no tiene nada de magnifico. Pero, cuando era chica, mi madre me dijo que un sakura tiene muchos significados; fertilidad, delicadeza, feminidad, pureza, dulzura, poder, inocencia, esperanza... y el amor. Y cada uno esos significados es algo importante para mí.

Luego de que todo el pueblo se enterara de lo ocurrido, empezaron a decidir por mí.

Si debería irme, si preferiría morir, si debería abortar.

Sakura me recuerda que soy dueña de mí, y que solo yo tomo decisiones por mí. Que aún hay inocencia dentro de mí, pureza.

Por eso mi niña se llamará Sakura.

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⏰ Última actualización: Jan 17, 2018 ⏰

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