Dos.

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Tomó una copa de vino en su cama, hacía horas que su chica especial había ido a dormir, al ser virgen prefería guardarla para un momento mejor, la espera sería grata.

(...)

Marinette se despertó algo extrañada, miró el lugar con atención, no estaba en el burdel.

《Gracias a los dioses no me tocó》 pensaba aún asustada.

Suspiró y salió para mirar la habitación.

《Éste señor debe ser muy rico para tener un lugar tan impecable》 Fue a la terraza, años sin ver la luz del sol, años sin ver la hermosa torre y sus anheladas estrellas que completaban la ciudad del amor, París. Se abrazó a si misma sintiendo frío; mirando el amanecer de la ciudad.

《Aquí empieza mi nueva vida, el infierno apenas comienza.》

(...)

Pero, ¿tocarla no le quitaba la virginidad, cierto? Un poco de juego no estaría nada mal...
Tomó otra copa y en ella depositó más vino tinto, caminó con paso firme hacia la habitación de la delicada azabache, la puerta cerrada, el aire frío se colaba por la rendija.

La chica sintió la puerta abrirse, un escalofrío entró por su cuerpo, tan solo imaginar que todas las noches le tocaría su cuerpo sin piedad le aterrorizaba, salió de la terraza justo a tiempo cuando el hombre entró con una copa de vino en su mano, una sonrisa entró por su boca haciéndole tener otro escalofrío.

—¿Qué haces despierta tan noche? Deberías estar cansada por lo de hoy ¿no lo crees, cariño? —se acercó hacia ella, sus manos fueron hacia sus hombros desnudos, un vestido de seda con encaje marcaba su figura perfecta.

—Quería ver la luz de la noche, la torre, hace años no veía la luz del sol —el hombre tenía una figura sensual, tembló al ver como tocaba sus hombros. Cerró sus ojos sintiendo sus manos tocar su cuerpo— Hace tiempo no sentía lo que era ver las estrellas, siempre estaba en un cuarto oscuro con las demás —abrió sus ojos para dirigirle una mirada.

Se acercó a su cuello de porcelana, abrazando su cintura torneada, sus labios dejaban besos en él.

—Conmigo, sentirás las estrellas siempre, cariño. —mordió de manera suave su hombro cual nieve.

— N-no —un jadeo salió de su boca al sentí sus delicados labios por su cuerpo, su respiración se hizo más agitada con cada tacto de sus manos con su torso— S-señor —gimió sin pudor

—Deja tu mente en blanco, princesa —las manos de Agreste entraron bajo el camisón de la chica, acariciando su vientre de manera pausada, mientras su hábil boca hacía de las suyas sobre su cuello.

—N-no por favor —soltó otro gemido, su mente comenzó a dejar de pensar, dejó que sus manos recorrieran su abdomen, al igual que él con ella, sabía que estaba haciendo lo incorrecto pero nadie podría resistirse a tal hombre —E-esto está mal señor —Desabrochó su camiseta aún sin razón de sus actos, miró a sus ojos acercándose a él  para terminar juntando sus labios, bailando un vals con sus bocas cual pelea.
Gabriel la miró asombrado, aún siendo virgen sabía que hacer, el tiempo en aquel burdel no había sido desperdiciado.
Tomó sus muslos con sus manos y la cargó hacia si, sus labios seguían atacando a los suyos, aún con su leve temblor lo disfrutaba ¿como resistirse a una chica como ella?

—Es lo único que tendrá de mi ésta noche señor —Marinette se despegó de él mirando sus hermosos ojos esmeraldas— Puede irse —señaló la puerta. 《Bien ¿quieres jugar con fuego? Pues yo echaré más leña para que entres más en mi juego》pensó Marinette extasiada. —No me tendrá muy fácil.

Deseos CarnalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora