Capítulo 3. Que el mayor bien es pequeño

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El rostro descompuesto de Fran quedaba iluminado de manera intermitente por los fluorescentes del techo del centro médico. Metieron la camilla al box y Ainhoa agarró las sábanas.

--Uno, dos y... ¡tres! --dijo para trasladar a Fran a la cama de manera coordinada con sus compañeros. Desenganchó el gotero y lo colocó en el trípode junto a la cama. A su lado pasó Diana que le tomó la temperatura a su hermano. Se movían por la habitación sin tropezar, como si estuvieran bailando.

Fran estiró el brazo y agarró la muñeca de su hermana.

--Diana, es dengue. Hidratación y paracetamol --dijo con un hilo de voz.

Ainhoa se fijó en cómo su novia recibía aquel comentario. Diana apretó los labios.

--Fran, el diagnóstico lo digo yo. Esto ya no es la Universidad.

Diana lo había dicho completamente en serio, pero su hermano se rio, lo que le provocó un ataque de tos.

--Saca sangre para una analítica, y controla la temperatura y la tensión cada media hora --pidió Diana a la enfermera--. Y que no se quede sin suero, por favor.

--No hacen falta análisis. Es dengue... --susurró Fran.

Diana gruñó y salió de la habitación junto a Ainhoa.

--Así que es tu hermano --dijo Ainhoa.

La cardióloga se movía nerviosa.

--Odio cuando hace eso --confesó.

--¿El qué?

--Lo de decirme el diagnóstico, ir de sabelotodo --Diana miró fijamente a los ojos verdes de su novia--. Él es dos años mayor que yo, por lo que me adelantaba un par de cursos en Medicina. Me dejaba los apuntes, me repasaba la lección, no desaprovechaba ninguna oportunidad para dejar claro que él era más listo que yo.

--Entiendo --Ainhoa se atrevió a recolocarle el pelo a Diana.

--Me picaba constantemente. Así que, cuando dijo que se metía a una ONG para viajar, fue una liberación para mí, la verdad.

Ainhoa miró a su chica y le dedicó media sonrisa.

--Escucha, Ainhoa, no puedo ir al teatro esta noche contigo. Prefiero quedarme con mi hermano.

--Vale... --contestó Ainhoa sin disimular su decepción--. Le preguntaré a Soto si le apetece venir conmigo.

Diana echó un vistazo alrededor y, cuando se aseguró de que nadie las veía, cogió de las solapas a Ainhoa y la arrastró a un rincón. En la semipenumbra, le dio un beso en los labios que Ainhoa recogió con ganas. Estuvieron un buen rato jugando con sus lenguas hasta que escucharon un ruido y se separaron.

Con la saliva de Diana todavía brillando en sus labios, Ainhoa volvió a la ambulancia. Diana fue a los laboratorios para agilizar los análisis de la sangre de su hermano.

A la mañana siguiente, Ainhoa entró despacio a la habitación antes de pasar por los vestuarios. Se encontró durmiendo tanto a Fran como a Diana. La cardióloga estaba tapada con su bata y tenía la cabeza torcida, apoyada en la mano que descansaba sobre el reposabrazos del sillón. Ainhoa se agachó a su altura y le acarició la mejilla.

--Buenos días, mi amor --susurró.

Diana abrió los ojos despacio y chascó la lengua contra el paladar un par de veces.

--Hola --dijo, y aceptó de buen grado el breve beso que Ainhoa le dio en los labios--. Me duele todo.

Los huesos de Diana crujieron cuando se desperezó.

Dianhoa: Dos metros cuadradosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora