Capítulo 4. Prohibido morir

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Cuando Ainhoa entró en la habitación, el hermano de Diana seguía durmiendo. Curioseó las revistas que había junto a la cama pero no encontró nada de su interés: un par de números de National Geographic y una revista sobre cardiología que ya había visto alguna vez en casa de su novia.

Se sentó sin mucho ánimo en el sillón y ojeó su móvil. Diana no había escrito. Si finalmente había optado por ir a su casa, más cercana al hospital, es probable que ya estuviera dando una cabezada en el sofá, pero echaba en falta un mensaje que le avisara de que había llegado bien.

Cuando Ainhoa tenía una mañana en la ambulancia con más acción, la adrenalina acumulada le impedía estar tranquila hasta horas después de acabarla. Pero aquella jornada había sido muy tranquila, con apenas un par de salidas, lo que le produjo el efecto contrario y se quedó dormida en el sillón.

Tras un tiempo que no supo determinar, el crujir de las sábanas la despertó. Fran se estaba desperezando.

--¿Dónde está mi hermana? --preguntó con cierto esfuerzo.

--Ha ido a casa a descansar un poco.

--Bien, bien. Ya se lo había dicho yo. Es un poco tozuda, ¿sabes?

--No hace falta que me lo digas --susurró Ainhoa.

Fran examinó a su nueva acompañante.

--¿Eres mi niñera esta tarde?

--Más o menos.

--Eres la de la ambulancia, ¿verdad?

Ainhoa asintió.

--Me salvaste la vida --dijo Fran. Poco a poco le volvía el color a la cara.

--Sólo hacía mi trabajo --respondió Ainhoa.

Miró el móvil de nuevo, pero Diana seguía sin escribir. Aun así, no quiso levantar la vista del aparato. Fran la observaba fijamente.

--Dime una cosa... --Fran alargó la frase a la espera de que Ainhoa le recordara su nombre.

--Ainhoa.

--Eso, Ainhoa. Dime una cosa, Ainhoa, ¿sabes si mi hermana está bien?

--¿A qué te refieres? --preguntó suspicaz la doctora.

--Bueno, ya sabes, si está con alguien, si es feliz...

Ainhoa tragó saliva.

--Tu hermana es una mujer independiente que no le hace falta estar con nadie para ser feliz.

--Vale, vale --dijo Fran, entendiendo la evasiva de Ainhoa. Se instaló un silencio incomodo entre los dos que Fran volvió a romper--. ¿Y tú?

--¿Yo qué?

--Eres muy guapa --dijo.

Ainhoa reprimió un gesto de desagrado apretando los labios, y le dio las gracias sin mucha convicción.

--¿Tienes novio? Seguro que sí... --Fran buscaba el mando de la cama para incorporarse y tener mejor ángulo de visión. El zumbido del mecanismo inundaba la habitación.

--Pues no, no tengo novio --Ainhoa exhaló un suspiro de impaciencia--. Tengo novia.

La cama de Fran se detuvo en ese instante. La doctora sonrió orgullosa, como lo hacía siempre que le contaba a alguien que le gustaban las mujeres.

--Oh, vaya --dijo decepcionado--. Encima eres competencia. ¡Y de las buenas!

--Créeme, no soy competencia para ti.

Fran se movió sobre la cama hasta que encontró una postura cómoda.

--¿Y te hace feliz?

Ainhoa sonrió al recordar a Diana.

--Mucho.

--Seguro. Te brillan los ojos --apuntó Fran--. Las tías os entendéis mejor.

--Bueno, no te creas, también tenemos nuestros problemillas.

--Pero lo arreglaréis. Como a las mujeres os gusta tanto hablar, los solucionáis todo enseguida.

--Eso espero, porque creo que es la mujer de mi vida y no quiero perderla.

Fran señaló una caja de pañuelos que había sobre la mesa.

--Anda, coge uno, que se te cae la baba.

Los dos se rieron un rato, hasta que las risas tocaron techo y ya no bajaron. Fran miró arriba como intentando recordar algo que olvidó hace tiempo.

--Yo no estoy hecho para tener relaciones. Un mes aquí, otro allá... Es difícil.

--Claro, claro --respondió Ainhoa, que no quería animar a su cuñado a que siguiera con esa conversación.

--Lo he intentado un par de veces --continuó Fran--, pero siempre es un desastre. No consigo tejer unos lazos sólidos y acabo siendo bastante tóxico para mis parejas --Gesticulaba con las manos de manera airada.

--Imagino que es complicado con tu trabajo --añadió Ainhoa más pendiente del móvil que de su paciente. Había dormido más de tres horas en aquel sillón y ahora entendía el dolor de cuello que tenía.

Un suspiro de agotamiento salió de los labios de Fran. 

--Sí, pero no puedo dejarlo. Me necesitan, ¿sabes?

Ainhoa cambió de postura sobre la butaca.

--Supongo que eres un buen médico, pero no eres el único --soltó mientras se masajeaba la nuca.

--Vaya... --A Fran aquello le había dolido.

--Quiero decir que hay muchos médicos muy buenos que pueden suplirte sin problema. Si te crees imprescindible, no serás libre para tomar decisiones, ¿no crees?

Fran le miraba con los ojos abiertos. Su mandíbula comenzó a temblar.

--¿Te has preguntado alguna vez si sigues en la ONG porque quieres o porque te crees imprescindible? --le preguntó Ainhoa.

El temblor de la cara aumentó y, como un rayo, recorrió todo su cuerpo, desde los hombros hasta los pies, haciendo que Fran se agitara sobre el colchón.

--¿Fran? --Ainhoa se levantó del sillón y se lanzó sobre la cama--. ¡Fran!

Una ligera espuma salió de la boca del paciente. Ainhoa retiró cualquier objeto que pudiera ser peligroso, y se hizo a un lado en actitud de alerta. Tras unos instantes que a la doctora Cortel le parecieron eternos, Fran dejó de convulsionar. Ainhoa puso la cama en posición completamente horizontal y colocó al paciente de lado mientras se recuperaba.

La respiración de Fran volvió poco a poco a su ritmo natural.

--La epilepsia no es un síntoma del dengue --le dijo Ainhoa cuando se recuperó.

--No, no lo es --logró decir Fran.

--¿Tienes ataques epilépticos de manera habitual?

--No... si me tomo la medicación.

Ainhoa no daba crédito.

--¿Lo sabe Diana?

--No --respondió de nuevo Fran--. Y va a seguir sin saberlo, ¿verdad?

--¿Me estás pidiendo que no se lo diga? --La doctora dio un paso atrás.

--Si se lo dices se pondrá muy pesada con que vuelva a España para comenzar un tratamiento. Y no puedo volver a España porque...

--No me digas más --le interrumpió Ainhoa--: te necesitan allá.

Una Diana más descansada y con mejor cara entró en la habitación.

--Hola, chicos. ¿Qué tal ha ido la tarde? --preguntó risueña.

Fran y Ainhoa se miraron buscando en los ojos del otro la respuesta.

Próximo capítulo: miércoles,  24 de enero.

Dianhoa: Dos metros cuadradosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora