Capítulo 6. Que el mundo se apañe

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La cara de Diana se escurría por el sillón, pero fue un golpe lo que la despertó.

--Uy, perdón, pensaba que ya estaríais despiertos --dijo la doctora Lucía cuando llamó a la puerta.

--Lucía --dijo Diana. Tanteó el aire para ubicarse--. ¿Qué pasa? ¿Está todo bien?

Lucía se acercó a su amiga y le sonrió, lo que tranquilizó a Diana.

--Sí, es sólo que hoy es mi cumple y he traído cositas para picar en la cafetería. ¿Te pasarás?

Diana miró su reloj. Poco a poco la bruma de su mente se iba disipando. Eran las 9 de la mañana de un nuevo día. Entonces, cayó en lo que Lucía le había dicho.

--¿Es tu cumple? Muchas felicidades --Diana abrazó a la psicóloga.

--Gracias, cielo. 

--Sí, ahora me pasaré. A ver si le damos el alta a mi hermano y me bajo.

Los ojos de Lucía se dirigieron hacia la cama donde reposaba Fran.

--¿Habéis dormido bien?

--Yo regular. Aquí se duerme mal --contestó Diana señalando el sillón donde había pasado las dos últimas noches.

--Ya imagino. Bueno, Diana, te espero abajo, ¿vale? --Lucía le dio un beso en la mejilla y se fue hacia la puerta.

--¡Lucía! --la llamó Diana antes de que saliera--. ¿Has visto a Ainhoa?

--No, pero si la ves dile que se pase por la cafetería --dijo, y se fue.

Cuando Diana volvió sobre sus pasos, su hermano comenzaba a despertar.

--Buenos días --dijo.

--Hola, Fran, ¿qué tal?

Su hermano no respondió de inmediato y tardó un rato en estar despejado para poder hablar con su hermana.

--Quería darte las gracias --dijo por fin.

--No tienes que darlas.

--Sí, sí tengo --la interrumpió Fran. Se recostó y se sentó sobre la cama para poder mirar a los ojos a su hermana--. Tú tienes tu vida aquí y yo vengo una vez cada dos o tres años y la invado por completo.

--Bueno, tampoco...

Fran alzó la mano para detenerla.

--Eres una persona muy buena, Diana. Cuéntame, ¿cómo se siente?

Diana le miró desconcertada.

--¿Cómo se siente el qué?

--Haciendo tan feliz a alguien.

--No te entiendo, Fran --Diana se le acercó y le puso la mano en la frente.

--No, Diana, no estoy desvariando --Fran obligó a su hermana a quedarse quieta frente a él para que pudieran mirarse a la cara--. Debe ser increíble, ¿verdad?

--Fran, lo siento, pero no sé de qué me hablas...

Fran sonrió con timidez.

--Hablo de Ainhoa.

Diana tartamudeó algo ilegible. El calor volvió a inundarla, pero apenas llevaba un jersey fino encima.

--Yo... --Esperaba que su hermano la sacara del embrollo en el que la había metido, pero Fran la miró paciente, a la espera de que Diana ordenara sus pensamientos y se abriera con él--. Tampoco puedes pretender esto, Fran, venir después de mucho tiempo y querer que me abra contigo, como si tuviéramos la misma confianza que de adolescentes.

Dianhoa: Dos metros cuadradosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora