Capítulo 5. Hay un sitio para ti

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Diana notó algo raro en ese cruce de miradas y sus ojos saltaban de Fran a Ainhoa esperando alguna otra reacción.

--No nos mires así, Diana. Ha sido una tarde muy aburrida, ¿verdad, Ainhoa? 

Ainhoa asintió en silencio, incapaz de mirar a los ojos a Diana.

--Además, he conocido un poco más a tu amiga --continuó Fran--. ¿Sabías que está saliendo con una chica?

Diana abrió los ojos y comenzó a sentir calor.

--¿No lo sabías? --dijo su hermano--. Igual he metido la pata. ¿He metido la pata? --le preguntó a Ainhoa.

--No, no, tranquilo.

Fran se llevó una mano al pecho y respiró aliviado.

--Perdona, eh --se disculpó con Ainhoa--. Es que... Deberías ver qué carita se le pone cuando habla de su novia, Diana.

La cardióloga trató de ocultar su sonrisa. Quería mirar a Ainhoa pero temía que fuera incapaz de ocultar sus sentimientos ante su hermano.

--Bueno, chicas --dijo Fran--. Yo me voy a dar una vuelta.

Se levantó de la cama. Tenía el pijama arrugado en la zona de la espalda por el sudor y las horas tumbado. 

--Pero, Fran, ¿a dónde piensas que vas? --le frenó su hermana.

--Pues no sé, a andar por el pasillo, a asomarme a una ventana, algo... Como no me queréis dar el alta...

Y, sin esperar a la réplica de Diana, salió de la habitación.

--Y este... --dijo la cardióloga. Luego miró la carpeta y vio que la fiebre había bajado y su tensión se había normalizado en su ausencia--. ¿Se ha portado bien esta tarde?

--Escucha, Diana, tenemos que hablar --le dijo Ainhoa.

Diana dejó la carpeta sobre la cama.

--Otra vez el tema de ir a vivir juntas no, por favor.

Ainhoa bufó.

--Mira que eres cabezota.

Fran caminaba por el pasillo mientras leía todos los carteles que se encontraba, como si buscara algo. Tan concentrado iba que no vio que venía un hombre de frente con el que chocó.

--Oh, disculpa --dijo el doctor Landó--. ¿Está bien?

--Sí, sí. Soy el hermano de la doctora Ortega --respondió Fran, esperando que aquello sirviera de excusa para explicar por qué caminaba por el hospital como si fuera su casa.

--Es verdad, habían comentado que estabas por aquí. Eres médico en una ONG en Guatemala, ¿no?

--Así es --Fran aprovechó el momento para indagar--. Estaba buscando la Farmacia. Mi hermana me ha dicho que necesitaba un medicamento y me he ofrecido a recogerlo yo y así aprovechaba para dar una vuelta y salir de la habitación.

--Pues está al fondo del pasillo, pero no sé si...

Landó quiso decirle que seguramente no le dejarían sacar ningún medicamento, pero Fran no le dejó acabar y siguió las indicaciones que le había dado. No tardó en encontrar la puerta bajo el cartel de "Farmacia". Estaba cerrada con llave, así que Fran esperó paciente a que alguien entrara y poder colarse.

No pasó mucho tiempo hasta que Clara, una de las enfermeras del hospital, entrara en la farmacia. Fran se desenganchó la vía que le ataba al suero y dejó el trípode pegado a la pared. Se asomó a la farmacia y al ver a Clara de espaldas, se escurrió dentro y se quedó agazapado en un rincón oscuro. Cuando Clara encontró lo que buscaba, salió de la farmacia y volvió a cerrar con llave. Fran salió de su escondite y buscó por las estanterías su medicación para los ataques epilépticos.

La puerta se abrió de golpe. Fran no tuvo tiempo para reaccionar y quedó expuesto a la luz que entraba del pasillo, frente a una figura enmarcada bajo el umbral de la puerta. Una silueta pequeña, delgada y con una voluminosa melena rizadas.

--¿Buscabas esto? --preguntó Diana blandiendo un blíster lleno de pastillas anticonvulsivas.

Fran levantó las manos en señal de rendición.

--Ve a la habitación ahora mismo, que me tienes contenta --le ordenó Diana--. ¡Que te daba así! --le regañó cuando su hermano pasó a su lado amenazándole con la mano en alto.


Ainhoa les estaba esperando cuando entraron en la habitación.

--Veo que no sabes guardar un secreto profesional --le dijo Fran con cierta sorna.

--Pues es que con Diana no tengo secretos.

Diana le abroncó con la mirada por aquel comentario que Fran no apreció por estar colocándose en la cama.

--Bueno, yo me voy --dijo Ainhoa. Diana le acompañó hasta el pasillo.

--Gracias por contarme lo de mi hermano --dijo la cardióloga.

Ainhoa restó importancia con un movimiento de la cabeza.

--Al final he ido a tu casa a dormir, que está más cerca --le informó Diana--. Como agradecimiento, te he dejado el pijama sobre el radiador para que lo tengas calentito ahora.

--No tienes que agradecerme nada, Diana --Ainhoa le agarró las manos--. ¿Puedo darte un beso de despedida? 

Diana asintió y ladeó la mejilla para que su novia entendiera que lo quería en la mejilla. Ainhoa tentó a la suerte y le dio el beso lo más cerca de los labios que pudo.

--Voy a echarte de menos.

--Y yo --respondió Diana.

La cardióloga no pudo borrar la sonrisa de la boca cuando entró de vuelta a la habitación. Fran ya estaba acomodado y se le quedó mirando.

--¿Qué? --preguntó Diana.

--Nada, nada --respondió Fran. Siguió mirándola de soslayo, tratando de que no se le escapara la sonrisa.

--¿Qué? --insistió su hermana.

Fran rio.

--Sólo me acordaba de lo que te hacía de rabiar de pequeño.

--De pequeño y no tan pequeño --puntualizó Diana.

 --Bueno, ya. Es mi deber como hermano mayor chincharte.

--Ya, pues no me gustaba nada. Lo odiaba.

Fran apretó los labios y echó el aire por la nariz.

--Ya sé que para ti fue una liberación que me fuera de casa.

--Tampoco una liberación, porque enseguida te eché de menos, pero me quedé muy descansada, la verdad.

--Pensé que me iba a comer el mundo y es él el que me está devorando a mí.

--¡Qué tremendista te pones a veces!

--No, es verdad, Diana. Al final, no pertenezco a ningún lugar, sabes? No, no me vengas con que pertenezco a la familia, porque no es así, ya no. Soy un expatriado de mí mismo --Fran hizo una pausa--. Al final, te das cuenta de que lo único que importa en la vida no es tener aventuras y conocer a cientos de personas. Lo más importante es una cosa bien sencilla.

--¿Y qué es? --preguntó Diana ansiosa por conocer la respuesta.

--Pues no te lo vas a creer, pero me lo ha enseñado tu amiga Ainhoa.

--¿Ainhoa? ¿Os dejo una tarde solos y ya filosofáis sobre el sentido de la vida?

Fran soltó una carcajada.

--Bueno, no ha sido una conversación, pero cuando ella me ha dicho que tenía a alguien que le hacía muy feliz, he caído en eso. En que lo importante en esta vida es tener dos metritos cuadrados con la persona que quieres. Y eso es así aquí, en Guatemala y en todos los sitios en los que he estado. Y eso es lo que me falla a mí, que ya vengo con la tara de no poder estar con nadie a gusto, porque no puedo estar quieto en un sitio y...

Fran siguió hablando pero Diana ya no le escuchaba porque su mente estaba en la habitación donde ella y Ainhoa pasaban las guardias viendo series en la tablet.


Dianhoa: Dos metros cuadradosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora