Hotel California; sope

epílogo.

La vida a veces suele ser difícil, hay momentos de felicidad y momentos de tristeza, dolor y amargura, o gozo y paz. Definitivamente, para comprender la vida misma hay que haber vivido la propia completamente.

¿Cuántos años llevo viviendo?

¿He hecho lo que realmente quería?

¿Me puedo ir tranquilo?

¿Este es mi final?

Me duele todo, no me siento cómodo y mucho menos tranquilo. Me encantaría comprender tantas cosas... Me hubiese encantado conocer totalmente a Hoseok, tal vez hubiera olvidado a Jimin, y me hubiera quedado con él. No me hubiera importado quedarme en aquel pequeño (no tan pequeño) oasis del desierto; el Hotel California. De hecho, si lo pienso así, no me importaría haber dejado atrás esa aburrida vida con esa aburrida rutina. Creo que las personas a veces se aburren de su propia vida, y prefieren vivir la vida de otros, la anhelan y la celan. Ese es el principio de la envidia. Lo que comienza con unos simples deseos termina en un sentimiento que causa dolor, ira y desprecio hacia uno mismo.

Yo era así, deseaba buenas noticias en mi vida, que algo o alguien cruzara la puerta de mi habitación y me devolviera color, me devolviera mi propia vida. Lo necesitaba inmensamente, lo anhelaba con el alma. La depresión me había consumido, y ya me había cansado de luchar yo solo. Por eso, con la poca iniciativa y determinación que aún quedaba en mí, busque ayuda psicológica antes de terminarme de hundir en aquel hueco profundo que representa la depresión.

Con el alma oscurecida, conocí a Jimin, el único psicólogo disponible en el momento en el que estaba a segundos de decir: "me rindo".

En ese efímero instante, Jimin fue como si me tomaran la mano y no me dejaran caer en el hueco. Con mucho esfuerzo entre ambos, logramos que aquella fea y oscura depresión casi desapareciera de mí. Claro, yo sabía que aun no se iba totalmente, pero no creía que volvería tan rápido.

Todos tienen sus propios demonios, ¿no?

La depresión y Jung Hoseok eran los míos.

La última cosa que recuerdo, yo estaba corriendo por la puerta hacia el corredor largo y espacioso. Ni en ese momento dejaba yo de escuchar las voces, pero ahora no cantaban, sino que sólo tarareaban. 

Yo corría, mientras la melodía resonaba en mis oídos. Creo que esos acordes nunca los podré sacar de mi mente. 

Tengo que encontrar la salida, debo volver al lugar en el que me encontraba: mi verdadera casa. ¿Cómo pude ser necio y huir de donde era yo? Me arrepiento ahora de haber llegado aquí y no haberme ido antes de siquiera pasar una noche en este maldito hotel. La gentucha esa, después de apuñalarme solo se reían y se mofaban de mí. Se reían de mí, esos malditos. Al igual que Hoseok, quien después de llorar y lamentarse falsamente se levantó y copió la actitud de los demás.