Capitulo 4: Una cita en el Karaoke.

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Sergey Kozlov
Antes de que termine de irse del club, salgo tras Camila lleno de enojo. Logro detenerla antes de que se subiera a un taxi y agarrándola del brazo le pregunto qué demonios es lo que pretende a lo que ella responde.
— ¿Yo? Yo no pretendo nada. Ambos sabemos que eres un hombre que no está hecho para casarse y menos con una mojigata como esa. Porque de lejos se nota que no aguanta ni la mitad de lo que tú sueles hacer con tus sumisas.
— No es tu problema y la respetas. Es mi esposa.
— Si, es tu esposa..., veremos cuánto aguantas con solo sexo fresa romántico. Cuando te aburras de ella, sabes que aquí estoy esperándote.
— No creo que nos volvamos a ver.
Me mira a los ojos fijamente contradiciendo con seguridad.
— Pienso todo lo contrario. Sergey...., hay cosas en ti que ni tu matrimonio va a poder cambiar y mucho menos lo que tus fantasías demandan.
— Me basta y me sobra con mi esposa. Buenas noches.
Me volteo y antes de irse replica algo enojada.
— Sabes muy bien que tú y yo tenemos algo pendiente desde hace años atrás.
— Para mi quedó olvidado al igual que las que vinieron después de ti.
No dice nada más y se sube al taxi dejándome más descolocado que hace unos minutos. Amanda no ha salido y eso es raro pero más que raro, me preocupa. Regreso al bar y la veo sentada en una mesa con una copa a medias. La seriedad en su rostro, la amargura en su mirada me comienza a avisar que se avecina otra discusión. Me acerco y sentándome frente a ella comento preocupado.
— ¿Estás bien?
— Lo estoy
— ¿Podemos hablar?
Toma un sorbo de la copa encogiendo los hombros.
— No tienes que explicarme nada sobre esa tal Camila. Es tu pasado, es tu conciencia. No es mi problema.
— Quiero hacerlo, Amanda.
Arquea una ceja fríamente
— Pero no quiero que lo hagas. ¿Que más claro puede quedar? Fue tu sumisa como lo fue Carol, como lo fui yo. Una más de tu lista, otro contrato. ¿Sabes que? Ya no deseo seguir hablando y me aburrí de estar aquí. Quiero regresar a la villa.
— Amanda, no puedes juzgarme ni enojarte por cosas que pasaron antes de que te conociera.
— No te juzgo y mucho menos estoy enojada. Quiero ir a la jodida villa. ¿No entiendes?
No tolero que me hable en ese tono y mucho menos en público. Hago que me mire a los ojos y comenzando a enojarme por su actitud, ordeno.
— Vuelves a hablarme así y vamos a tener problemas.
— Hablo como se me da la real gana. Ahora ya que insistes en quedarte aquí bien, iré en taxi.
— No te atrevas levantarte de esa silla Amanda, te lo advierto.
— ¿O que? Deja tus ataques de amo estrellado y déjame respirar. ¡Adiós!
Se levanta de la mesa haciendo caso omiso de lo que le he ordenado y sin más se va del bar dejándome solo con su copa casi vacía. Esto no es una luna de miel, es un jodido calvario. Pido un trago y trato de poner en orden las ideas, Amanda se ha vuelto muy vulnerable a cualquier cosa que tenga que ver con mi pasado y ni yo mismo sé cómo manejarlo. No soporto tenerla lejos y no saber dónde está. Amarla como lo hago se ha convertido en un arma de doble filo para mis emociones y pensamientos. Forzosamente me está cambiando aunque no deseo que lo haga. Regreso a la villa luego de unas horas y allá está durmiendo arropada entre las sábanas en una esquina casi al borde de la cama. Curvo la comisura al ver cómo duerme, la ternura que derrocha, el amor que hace que sienta por ella a cada minuto. Me siento a su lado y acariciando su cabello beso su frente, luego sus labios susurrando en su oído.
— Quizá no me creas, pero eres la única mujer que ronda en mi cabeza a todas horas. Te amo pequeña peleona. —Sigue durmiendo y sin darme cuenta, veo la oportunidad de decirle cosas que nunca podría decirle de frente. — Sabes, hay muchas cosas que me gustaría que supieras, aunque parezcan estupidas me ocurren. Te las diré porque duermes, porque sé que no las recordarás. — Suspiro— Una de ellas, hay cosas en mí que me llenan de inseguridad. Siento que aunque las mujeres me busquen, aunque sean capaces de firmar contratos de sumisión, en el fondo siento que no soy capaz de darle a ninguna mujer lo que cualquier hombre podría dar. Mi amor, Amanda, quiero ser mejor para ti, y aunque no lo digo, día a día intento ser alguien que no soy, de ser romántico, de poder hacer el amor sin necesidad de dominarte. Es muy difícil, es difícil intentar hacerte el amor y terminar deseando someterte. Es difícil regalarte flores, cuando voy a comprarlas todas me parecen iguales. Intento decirte cosas bonitas, intento ser más cariñoso pero no me sale, aún busco en mí ese cariño que nunca he recibido. Pero prometo que te lo daré aunque me cueste encontrarlo. Ahora que eres mi esposa, mi mujer, te prometo que voy a darte lo mejor de mi. Quizá para ti no sea mucho, pero te daré lo mejor que tengo en mi. Quiero darte ese bebé, me duele ver cómo a escondidas te haces pruebas de embarazos y todas salen negativas. Me duele ver cómo te duele el no poder ser mamá. Quiero que seas feliz, pero hay veces que no sé si Sergey Kozlov sea capaz de hacer feliz a una mujer tan bella y dulce como tú. Te amo, te amo nena y me duele que desconfíes de mi amor cada vez que mi pasado se presenta en nuestras vidas. Te elegí a ti para llevar ese anillo hermoso en tu anular, te escogí a ti no solo para de mi sumisa vitalicia, te elegí para que seas mi compañera de vida. Descansa hermosa, aquí estaré cuidándote.
Me basta con observarla dormir para dibujar una sonrisa en mi rostro. Juego con su cabello mentiras pienso en lo que está mujer ha logrado causar en mi. Poco a poco ha conseguido que de ser un hombre sin ataduras, ahora no solo las tengo, sino que me place llevarlas si es con ella. Escucho un leve sollozo, curvo la comisura sin dejar de admirarla.
— Nena...—Intenta seguir fingiendo que duerme pero no lo logra por mucho tiempo. Aún sigue dándome la espalda resentida. Beso sus hombros despertando en ella su piel y sus respiros acelerados. — Se que no estás dormida.
— No tienes que sentirte inseguro como hombre. Si me he casado contigo, es porque te amo, porque me llenas en muchos aspectos. — Se gira encarandome — Sergey, perdoname por haber reaccionado como lo hice respecto a esa tal Camila. Pero no pude evitar sentir celos.
— Me gusta que me celes, me hace sentir que te importo.
Ceñuda argumenta
— Eres muy importante.
— Lo soy para ti.
— Para muchas personas. —Algo desanimado sigo acariciando su cabello. Ojalá fuera así, pero ni siquiera a Esther creo que le sea importante. Más bien me trajo a su familia por lastima. Su hijo se ha encargado de recordarme que no soy parte de la familia. Me quedo callado y Amanda añade — Tu mamá, tienes mamá y al menos ella te quiere.
— Amanda, mi realidad es que no tenía familia hasta que me casé contigo. Deseo dedicar cada segundo para ti.
Aún algo distante se sienta y saca de la gaveta de la mesa de noche una pequeña caja negra con un lindo listón dorado. La miro extrañado y al abrirla dentro hay una carta.
— No tengo dinero para regalar cosas caras, quizá para ti sea insignificante pero es mi regalo de bodas. No puedes abrirla ahora. Quiero que lo hagas cuando estemos en algún momento de nuestras vidas en el cual estemos tan enojados o distanciados que no recordemos aunque sea por momentos el porqué decidimos unir nuestras vidas. Solo ahí deseo que abras esa carta y la leas.
Mirando el sobre me quedo callado y al mismo tiempo sorprendido con la ternura que lleva consigo Amanda. No podría pedir más, ella es perfecta. Tanto que no soportaría perderla. Guardo el sobre en mis cosas sonriendo algo pensativo.
— No necesito cosas materiales. Si supieras que sería capaz de renunciar a cada una de las cosas que tengo por algo tan sencillo como simplemente saber quien soy realmente. — Suspiro — Sé que alguna vez te dije que no quería saber de mis padres biológicos pero inevitablemente siento en ocasiones solo saber al menos como eran, porque si no me querían porqué me trajeron al mundo. Quisiera saber..., — Aún intentando no llorar, derramo una lágrima que rápidamente seco algo apenado — Solo quisiera saber porqué me abandonaron, porque no me quisieron como para alejarme de ellos sin importarles fuera yo, sin importarles que en algún lugar del mundo habría un hijo suyo.
Un nudo en la garganta se me atasca y no logro decir más intento retener otras lágrimas pero al Amanda subirse sobre mi regazo y rodear mi cuerpo con sus brazos susurrando en mi oído palabras reconfortantes, no logro seguir fingiendo una dureza e indiferencia que por años me ha costado tanto mantener.
— Llora, llorar no es de débiles. He visto personas valientes desplomarse en llanto y otras débiles y cobardes que niegan el darse el derecho a llorar.
— No quiero hacerlo, para mi llorar demuestra que no sabes controlar lo que sientes, yo si sé hacerlo.
Sonríe algo divertida besando mis labios. Sus pupilas se pierden en las mías y entrelazando sus manos con las mías responde.
— Nadie puede controlar lo que siente. Si así fuera, hubiera elegido no enamorarme de ti. Pudiera haber elegido enamorarme de un hombre menos complicado pero no, no pude elegir eso.
Bajo la mirada necesitando sacar esa espina que me lastimaba por años, por tanto tiempo. Aprieto los dientes liberando uno de los fantasmas que me mantienen con un pie atado a una enorme piedra en medio del abismo.
— No hablo con nadie sobre eso, ni siquiera con Esther. Pero me duele, me duele no saber cuál es mi verdadero origen. Me duele que ni siquiera mi familia adoptiva me quiera. Amanda, pocas personas me han mostrado afecto en la vida, por no decir ninguna. Cuando era pequeño, Sufrí cosas que un niño no debería sentir. En el colegio pasé mis peores momentos. No podía hablar porque no sabía hacerlo bien, no podía leer ni escribir como los otros niños de mi edad. Cuando Esther me llevó al médico y le dijeron que tenía ese cierto tipo de autismo leve en mi, me empezó a tratar más con lastima que con afecto. Pensaba que no podía hacer nada porque era distinto. Llegué a los doce años y aún no sabía cómo comunicarme con otros de manera normal. Aún así dentro de mí siempre estuvo el resentimiento hacia la vida, no entendía porque otros tenían familia y yo tenía el intento de una que ni siquiera me trataban como parte de ella.
Amanda me mira con dolor e intenta no verse solloza. Pero mi pequeña, esa mujer que primero desvió mi atención en su sencillez y luego enamoró mis sentidos, no logra ocultar sus emociones y termina con lágrimas en sus mejillas.
— ¿Puedo hacerte una pregunta? — Asiento con la cabeza — ¿Tiene que ver tu gusto por el sadismo todo eso que viviste?
Me quedo callado sin saber que responder. Ni yo mismo sé que decir. Nunca había pensado en eso. Solo sé que siento más que placer, una manera de liberar de a poco el rencor que aún no logro sacar de una vez de mi interior. La miro a los ojos y buscando la manera de no seguir hablando sobre eso, replico.
— Me aferro a algo que quizá no sea real, pero me ayuda a liberar el dolor que la vida me ha obligado a sobrellevar.
— Pues te digo desde ahora que voy a hacer lo que sea porque ese dolor desaparezca. Mientras, lo sobrellevaremos juntos. Porque me he casado contigo y también con tus problemas y debilidades. Te amo y lo demostrare cada día que tenga junto a ti.
Me abraza, lo hace muy fuerte y en el fondo siento que falta mucho para que sienta que me va a querer para toda la vida y más aún, que va a desear hacerlo.
******
Hoy es uno de nuestros últimos días en Hawái y Amanda luego de tanto insistir ha logrado que la lleve al dichoso karaoke. Pero con verla feliz me basta con llevarla a donde ella desee. Nos sentamos en una mesa y ella ve entretenida a otros en el karaoke mientras toma un sorbo de su copa. Algo curioso la miro y pregunto
— ¿Te gusta cantar?
— Si..., bueno nunca lo he intentado frente a nadie. Solo Kate me ha escuchado y los amiguitos de Victoria en su fiesta de cumpleaños.
— Cada día me sorprendes más. Sabes, creo que tienes muchas cosas escondidas que tendré que ir descubriendo.
Con picardía guiña un ojo secundando
— Me encanta la idea. Ahora, ya que venimos aquí al karaoke pues voy a cantar algo que quizá te guste. Es una de las canciones que además de ponerme a bailar, me recuerda a ti en muchos sentidos.
Se levanta de la mesa y la próxima en cantar es ella. Se sube al escenario y tras hablar con el encargado de las pistas, se acerca al micrófono sonriente y todos la miran quedando la atención sobre ella.
— ¡Hola! Me llamo Amanda Bachmann y estoy en esta hermosa isla en mi luna de miel. No sé si sea buena en el karaoke pero pueden acompañarme si se saben la letra de la canción o con las palmas estará genial. — Sonríe agarrando el micrófono — Es una de mis favoritas, Love on Top de Beyoncé.
Ni idea de qué canción es esa y muy poco he oído de esa cantante. No soy de escuchar música y menos de venir al karaoke pero verla me encanta. Su sonrisa emana frescura y diversión en el lugar. Comienza a sonar la pista y su mirada se fija en la mía. Como si pudiéramos leernos la mente me deja saber que la letra de esa canción lleva mucho más que ritmo y quiere hacerme saber que me dedica cada verso, y eso raramente me gusta.

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