Capítulo 7.

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Recuerdos desordenados; Capítulo 7.

1 mes después.

Serían sobre las 23h cuando Adrienne se encontraba sentada frente a Jesse en el sofá victoriano rojo de siempre. Jesse la miraba, con intensidad, curiosidad y preocupación.

-¿Qué me tenías que decir que era tan importante?

-Jesse...tu hermano...-la voz se le apagó, así que las siguientes palabras las susurró como pudo.- Se me declaró la semana pasada...

Adrienne estaba mirando a sus manos entrelazadas sobre su regazo, pero levantó la mirada hacia Jesse. Su expresión era serena. Demasiado.

-Sinceramente, me lo esperaba.

Adrienne asintió.

-No siento nada por él, lo sabes, ¿no?

-Sí, lo sé. 

-Jesse, yo realmente...-Adrienne no creía lo que estaba a punto de decir.- Te quiero.

Jesse se lavantó y, a grandes zancadas, avanzó hasta ella y la cogió por las manos. Tiró de ella hasta su dormitorio, cerrando la puerta tras ambos.

-¿Qué haces, Jesse?-Adrienne no podía evitar reír.

-Celebrar que me quieres.

Jesse la cogió por los hombros y la tiró sobre la cama. Con un rápido movimiento, Jesse le sacó el vestido por la cabeza. Adrienne rió contra la boca del chico, que gimió suavemente cuando ambas lenguas se encontraron. Adrienne quitó rápidamente la camiseta de Jesse y, de un tirón quitó también sus jeans. Antes de que ella se diera cuenta, Jesse la había desnudado y besaba su cuello, luego pasó a su clavícula. Adrienne tiró de los bóxers del chico, dejándolo completamente desnudo. Y, entonces, lo sintió. Jesse empezó suave, con cuidado, como si la chica fuera de porcelana y, si empujaba demasiado fuerte, se rompería. Adrienne arañó la espalda del chico, rogando que fuera más deprisa. Jesse pareció entenderla y su empuje se hizo menos delicado y más rudo. No demasiado después, ambos colapsaron en un sonoro gemido.

-Te...quiero-susurró Jesse, con voz entrecortada, besando a Adrienne.

-Te...quiero-repitió Adrienne en otro susurro, contra la suave boca del chico.

Jesse se tumbó junto a Adrienne, sonrió y la abrazó. 

-Adrienne, esto a sido francamente genial.

Adrienne sonrió, aún respirando costosamente. Parecía que su vida iba viento en popa.

 

****

-¡Adrienne!¡Adrienne!

Los gritos desesperados de Jesse la despertaron.

-Dios, Jesse, ¿qué pasa?

-Daniel. Daniel pasa.

Las lágrimas resbalaban por las mejillas de Adrienne.

-¿Qué...?

Adrienne se interrumpió cuando, a través de la puerta abierta, vio a unos paramédicos llevando en una camilla un cuerpo tapado por una sábana. Adrienne se tapó la boca con ambas manos y miró a Jesse, preguntando con la mirada si era Daniel. Jesse, comprendiéndolo, asintió. Y, entonces, Adrienne rompió a llorar.

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