Nueve

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—¿Dónde te habías metido? —le preguntó Carlos, tratando de evitar el tema central de la conversación.

—Digamos que no me he estado sintiendo bien —dijo la hija de Grimhilde, entrando y limpiándose bajo la nariz con un pañuelo—. Pero ya estoy mejor.

—Puedo imaginarlo. Me alegro que vinieras Evie —comentó el hijo de Jafar, levantándose de la cama y aproximándose a la puerta—. Carlos tiene que hablarte de algo. Los dejo solos.

—¿Qué pasa?  —interrogó Evie una vez que Jay dejó el dormitorio, algo extrañada.

—Primero prométeme que no te enojarás conmigo. Por nuestra amistad.

—Lo prometo —confirmó Evie, entrelazando su meñique con de él. Sabía que se trataba de algo serio, pues los pinky promises de Carlos solían ser tema de vida o muerte.

—Sé tu secreto.

—¿Qu-qué secreto?

—Evie, ya no sigas. Sé que es por eso que estás alejándote de Doug —enfatizó Carlos, por si a la peli-azul se le ocurría alguna excusa para negarlo.

—¿Cómo te enteraste? —cuestionó ella resignándose y recargándose en la pared, dirigiendo su vista al suelo—. ¿Alguien más lo descubrió?

—Jay, él es uno de ellos. No estoy seguro si Mal y...

—¿Doug lo sabe?

Carlos presentía erróneamente que Evie lo asesinaría. En lugar de eso, pudo ver cómo sus ojos comenzaban a reflejar la luz, signo de que estaban tornándose acuosos.

—De eso es de lo que quiero hablarte.

—¿Doug lo sabe? —insistió, sintiendo cómo sus manos se tornaban frías y su ritmo cardiaco aceleraba—. Vamos, ¡contesta! No es tan difícil.

—Sí, lo sabe.

La hija de la Reina Malvada no tuvo tiempo de seguir con la charla con Carlos, pues tenía una conversación más importante. Salió rápidamente de la pieza de sus amigos, agradeciendo el no llevar zapatillas altas. Buscó en su habitación, en el estudio de diseño y en la biblioteca, no encontrando rastros de Doug hasta que salió al jardín y lo vio sentado de espaldas en una de las bancas vacías donde los estudiantes de la preparatoria tomaban su almuerzo. Inhaló profundamente y se acercó, tratando de no hacer mucho ruido con el césped.

—Así que... Te enteraste —comenzó ella, con voz baja.

—Sí. Y por Carlos, no por ti  —contestó Doug, con decepción en su voz.

—Intenté decírtelo. En serio lo intenté Dougie, pero tenía miedo.

—¿Miedo de qué? —discutió sin estar enojado, poniéndose de pie y listo para verla frente a frente—.   ¿Que ya no te quisiera? Evie, dime algo. ¿Por eso aplazaste los planes de la boda?

—Yo creí que serías tú el que ya no quería seguir con los planes.

—Evie, estoy frustrado y algo triste. Y no por lo que te pasa, sino porque no me lo dijiste antes.

—Lo siento —musitó.

Evie dio un largo suspiro, y a la mitad se pudo escuchar cómo éste se transformaba a sollozos.

—No, no llores —la detuvo Doug, logrando calmarla justo a tiempo—.  Evie, quiero que sepas que voy a estar contigo siempre sin importar qué. No importa lo que se nos cruce en el camino, siempre encontraremos una solución. Sé que esto será difícil, pero quiero estar contigo para afrontarlo.

—¿Hablas en serio?

—Me asustaste estos días, creí que ibas a romper conmigo —reveló el hijo de Tontín, tomándole ambas manos.

—¿Por qué lo haría? —respondió Evie, incrédula por los pensamientos de su prometido, negando con la cabeza y colocándose un mechón tras su oreja que el viento había desacomodado—. Estas semanas fueron horribles, sentía que me faltaba algo, y ese algo eras tú.

Doug sonrió.

—No me importa lo que mi madre piense, no quiero un príncipe, tú eres mejor que eso —aseguró Evie, provocando que el hijo de Tontín diera el mejor de sus esfuerzos para no sonrojarse—. Tú eres y serás la persona que más me hace feliz. Tú y nuestro bebé.

Evie se acercó para juntar sus labios contra los de Doug, quien no se movió ni un milímetro. Permaneció quieto, como una tabla.

—¿Qué? —logró pronunciar cuando Evie se separó.

—¿Qué? —lo imitó riendo la hija de Grimhilde.

—¿Qué bebé?  —dudó Doug, mirándola con desconcierto.

—El nuestro. ¿No-no lo sabías? 

—¿Estás embarazada?

—Sí, ¿Lo ves?

Evie se desabrochó su chaqueta color azul para que Doug pudiera ver el casi imperceptible volumen de su estómago que sobresalía en su vestido rojo. No era muy pronunciado, pero sin duda estaba presente.

—¿Cómo pasó eso?

—¿Tengo que recordártelo? —sonrió Evie, levantando una de sus cejas—. No sé, las pastillas debieron fallar, no eran tan mágicas después de todo. No te había dicho nada por lo que hablamos. Sé que no queríamos que esto pasara hasta dentro de unos años por el trabajo de las ventas de los vestidos, pero ¿sabes? Ahora estoy segura que podemos encontrar el tiempo para hacer ambas cosas —manifestó, esperando alguna palabra—.  ¿Por qué luces tan sorprendido? ¿Que no estábamos hablando de lo mismo?

—N-no. Hace unas horas entramos a la oficina de Ben  por la lista que debías de entregar hoy. Ben llegaba hasta la noche y tuvimos que buscarla por nosotros mismos —dijo Doug, entre pausas—. Encontramos unos análisis que decían que no podrías tener hijos.

—Es imposible, ya no guardo mis cosas ahí. La lista de nombres ya la había entregado desde la primer hora de la mañana, además de que vi a Ben llegar hace una hora, cuando salía del baño.

—¿Entonces tendrás un bebé? Perdón, ¿Tendremos uno? —corrigió, digiriendo por fin la idea.

Evie asintió con la cabeza, recibiendo el gran abrazo de Doug, quien se apartó a los segundos, sintiendo que podía lastimarla. Después de eso, le plantó un beso de sorpresa.

 —¡Tendremos un bebé! —repitió él.

—Sí, ¡sí! —confirmó Evie, notando aun a través de los cristales de los lentes cómo lágrimas de alegría brotaban de los ojos de Doug y sintiéndose como una total idiota por todas la intranquilidad que la había perseguido los días anteriores—. Espera, ¿entonces qué entregaste en la junta del consejo? —pensó en voz alta.

—Evie... ¿De quién eran los análisis?

  —Ay no —reaccionó Evie, cubriéndose  con sus manos su expresión de conmoción.


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Inside you | DescendientesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora