Diez

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«Negativo, negativo, negativo» 

«Algo no está bien, ¿Qué tan difícil puede ser?»


***

El hijo que Mal y Ben esperaban era aún más especial de lo que todos creían. Algunos estudiantes se comenzaban a fastidiar del gran alboroto que estaban haciendo por ''sólo un bebé'', pero ellos no sabían la historia que había detrás de éste.

Para Los Reyes, el ser tres en la familia estaba en sus planes desde incluso antes de la boda. Mal estaba dispuesta a ser la madre que Maléfica nunca fue para ella: poder darle de comer papilla de frutas en lugar de tortillas duras remojadas en café negro, cambiarlo con pañales en lugar de usar las cortinas del vecino; y dormirlo en una cuna, no en una caja de cartón. 

Sin embargo, algo no estaba resultando muy bien: diversos problemas hormonales que Mal presentaba les impedía seguir con sus propósitos. Según sus estudios, las probabilidades de un embarazo sin complicaciones era de una en miles; es decir, prácticamente nulas. No obstante, el médico les había dado un último consejo: seguir intentando.

Pasó un mes de intentos. Dos meses, tres meses. Cuatro, cinco y las pruebas de embarazo mostraban solamente una franja, acabando cada vez más con sus esperanzas.

Todas ellas eran negativas, excepto la más reciente:

2 franjas.

***




Mal se había levantado temprano esa mañana, pues estaba decidida a hacerse su primer ecografía a escondidas y así darle una sorpresa a su esposo al llegar al castillo. Por el número de semanas y debido a que su estómago seguía liso, la descendiente de Maléfica esperaba ver en la pantalla al bebé luciendo como un pequeño saco de patatas, pero no fue el caso.

—Recibí tu llamada, ya estoy aquí —saludó Ben, abriendo la puerta de su gran habitación. Mal estaba sentada a la orilla de su enorme cama con la cabeza baja, mirando a una esquina y sin expresión en su rostro—.  ¿Cuál es la emergencia?

—No  —inició Mal en un murmuro, negando sutilmente con su cabeza.

—¿No qué? —interrogó, comenzando a alarmarse.

—No existe tal bebé, Ben. 

Ben se paralizó cuando escuchó la oración completa. Sintió la fuerza de sus piernas se debilitarse y sus órganos de equilibrio fallar. Fue como si una pila de concreto le hubiera caído encima, destrozándolo por completo.

—¿De-de qué hablas? —preguntó antes de perder la voz, tomando asiento junto a ella previniendo desplomarse en el piso.

—Nunca existió —explicó ella, mientras una lágrima caía en su mejilla.

—¿Qué? —cuestionó nuevamente.  Las palabras entraban por su oreja derecha y salían por la izquierda sin lograr mantenerse en su cabeza, no queriendo darse cuenta de lo que estaba pasando.

—Ben, ¿¡estás sordo?! ¡No existe! —estalló, sintiendo cómo se quedaba sin voz. La peli-morada quebró en llanto mientras estrechaba en sus brazos un disfraz de dragón de felpa para bebé, su regalo favorito de todos—. Fui al médico esta mañana. ¿Y sabes que vi en la pantalla? ¡Nada! ¿Cómo pudimos creer que lo habíamos logrado?  —terminó, escondiendo su cabeza y cubriéndose sus ojos con una mano.

El Rey lucía sólido como una roca, aunque por dentro sentía su corazón estrujarse y hacerse añicos. No quería desahogarse en esos momentos, pues sabía que Mal se sentiría aun más culpable.

—Me siento como un estúpida.

—No Mal, no digas eso —pronunció abrazándola con sus manos temblorosas.

—¡Es lo que soy! ¿Cómo puedo estar así por algo que nunca tuve? —se burló sintiendo pena por sí misma y limpiándose las lágrimas con su pulgar—. ¿Cómo puedo extrañar algo que solo existía en mi imaginación? Sabes, que bueno que pasó esto. Tal vez... Tal vez  esto pasó porque el universo sabía que yo sería una madre pésima.

—¿Pésima? Mal, el tiempo que fuiste madre trataste de cuidarlo a toda costa.

—Ben, ¿no entiendes? ¡Nunca lo fui porque jamás hubo nada dentro de mí! 

—Tal vez no —dijo entrelazando la mano de su amada, luchando para el último hilo de voz que le quedaba lograra pronunciarse—. Pero sé que lo serás.

 —Pero es algo que nunca podré ser —pensó en voz alta, recargando su cabeza en el hombro de Ben.

 —Lo serás algún día.  Seguiremos intentando.

El seguir intentando solo era una farsa. Debían auto-engañarse para que no decayeran, pues muy en el fondo ambos sabían que sería imposible. El falso positivo de una prueba de embarazo caducada logró destrozarles miles de ilusiones, planes y anhelos. Tenían la habitación llena de regalos para bebé: una cuna, animales de peluche, juguetes colgantes. Todo tendrían que regresarlo, porque nunca les podrían dar un uso.

Podrían estar en el reino de la felicidad, pero no todas las historias eran cuentos de hadas perfectos.


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Inside you | DescendientesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora