Capítulo 3.

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Kay era estudiante en la facultad de administración de la Universidad local, ella viajaba a diario de una ciudad a otra para poder asistir a sus clases y al ser época de lluvias la ciudad estaba en su mayoría nublada, hacía casi siempre frío y todo estaba más oscuro a causa de las abundantes nubes. Esa mañana ella estaba saliendo de su apartamento en Pennsylvania con un suéter holgado y largo, unos jeans aguados y un par de tenis deportivos que estaban tan desgastados que la suela se estaba desprendiendo y casi no tenían color; ella tenía el cabello agarrado en una coleta descuidada.

La chica salió en su Tsuru, lo saco de su cajón en el estacionamiento y se encaminó a la carretera para poder llegar a Jersey. Ella había estado toda la mañana pensando en ese día, tendría que pararse en frente de toda la clase y exponer un tema que a duras penas había logrado terminar el día anterior; en ocasiones ella prefería no asistir a la escuela en los días de exposiciones frente a la clase, pero iba tan mal calificada que no asistir le costaría el semestre completo. No podía permitirse esos lujos cuando a duras penas juntaba el dinero suficiente para pagar sus estudios; no sabía porque lo hacía, solo lo hacía, porque parecía que era lo que se tenía que hacer.

Finalmente, llegó a la Universidad; una inmensa estructura de cemento con un estilo del siglo XVIII que albergaba al menos seis facultades diferentes, el campus era tan grande que los nuevos fácilmente se perdían y siempre llegaban tarde a sus clases la primera semana. Kay pasó por eso cuando llegó nueva, pero no había sido una experiencia buena y había decidido que era mejor suprimirla.

Ella dejó su auto aparcado en el lugar asignado para los estudiantes y caminó hasta la parada de un autobús que circulaba dentro de la Universidad; esperó hasta que el camión apareció, subió y pagó su viaje.

Minutos después estaba en las puertas de la facultad de administración, con un suspiro pesado miró su horario, le tocaría exponer en el aula 16, así que se puso de camino y recorrió un buen tramo de pasillos y escaleras, antes de llegar a su salón asignado, se topó con un par de chicas que susurraban mientras ella pasaba, una de ellas soltó una carcajada y las otras se rieron también, las tres chicas caminaron hasta que estaban rodeando a Kay.

— ¿Esa es la nueva moda? –Bromeó una de ellas— ¿Parecer un muerto cuando no es Halloween?

Las otras dos chicas se rieron, Kay trató de abrirse paso hacia su salón pero la tenían acorralada.

—Voy tarde –dijo con un hilo de voz temerosa— ¿puedes dejarme pasar?

— ¡Ay perdona! –Exclamó la otra— ¿Qué dijiste? Es que hablas tan bajo que no te escuche.

—Pue...

Fue interrumpida por otra de las chicas que en ese momento tenía un espejo en la mano y un corrector facial en la otra — ¿Quieres que te lo preste? Porque realmente tus ojeras están tan grandes que no creo que puedas cargar con ellas más tiempo –Las otras rieron.

—Déjenme pasar por favor –pidió y aquellas arpías le respondieron con más risas, pero abrieron un espacio entre ellas para que la chica pasara, ella de inmediato se echó a andar lo más rápido que pudo.

— ¡Adiós esqueletito! –Dijo la chica que había empezado con todo y una vez que había terminado la frase se soltó a reír junto con las otras.

Kay corrió por el pasillo conteniendo las lágrimas, quizá ya era una chica de universidad pero no se sentía para nada así, y Kaya y sus amigas no hacían más que empeorar eso. Ella entró en su salón escabulléndose por la oscuridad necesaria para poder usar el proyector, se sentó lo más alejada que pudo y miró las exposiciones de los demás en completo silencio y sin prestar atención.

Ángel Guardián || Disponible en dreameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora