Capítulo 5.

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En el apartamento 177 Alcander reposaba en un sofá, él no necesitaba dormir, en realidad nunca lo hacía, pero sentía que su cuerpo se lo pedía a gritos, era algo extraño para él, una sensación desconocida que había ignorado hasta ese momento; entre la realidad y el sueño escuchó la puerta del apartamento abrirse y después cerrarse, no se preocupó realmente ya que estaba perdido entre dos mundos y nada importaba excepto los brazos de morfeo jalándolo hacia su dominio.

El sueño le resultaba algo extraño, estaba dispuesto a analizarlo y entre más lo intentaba más se quedaba dormido, era una sensación cómoda, sus músculos se habían relajado a tal grado que había dejado de sentir sus extremidades; el ritmo de su respiración se acopló con el de su corazón y la mente se le nubló hasta que imágenes aleatorias empezaban a circular perezosamente.

—Veo que se te pegan los vicios humanos –dijo la voz de un hombre.

Alcander se despertó alarmado, se incorporó de golpe y la sangre disparada hacia su cabeza le hiso una jugada causándole una temporal ceguera, que se volvió más fuerte gracias al sueño. Cuando por fin recuperó la vista, se encontró con un señor de unos 40 años, ojos azul grisáceo y cabello largo color café que le llegaba bajo las orejas. Él lo miraba con los fuertes y trabajados brazos cursados sobre el pecho.

— ¿Qui...? ¿Quién eres tú? –preguntó Alcander aun con la presencia del sueño y un bostezo surgiendo de sus labios.

En un intento por dejar de sentirse tan desorientado, se talló los ojos y agudizo su visión.

— ¿Acaso te has olvidado de mí? –contestó el otro hombre levantando una ceja y mirando con atención al ángel que estaba aún somnoliento.

Alcander sacudió la cabeza y en un abrir y cerrar de parpados veía con los ojos de antes a su viejo amigo.

— ¡Axel! –se abalanzó para recibir a su amigo con un abrazo.

El otro ángel le dio palmadas en la espalda y luego lo empujo un poco para poder mirarlo–ya decía yo que debías reconocerme ¿acaso me veo tan cambiado? La tierra seguro me hace ver más viejo ¿es eso?

—Sin la armadura te ves algo diferente –Respondió Alcander con una sonrisa— incluso diría que te ves más delgado y débil –ambos rieron.

—No me subestimes muchacho –dijo aun entre risas, le puso la mano en el hombro para después sentarse en el mullido sofá.

—Iré por algo de beber— Alcander se levantó y se dirigió a la cocina, sacó del refrigerador dos botellas de agua y luego volvió a la sala, se quedó quieto por un momento y la ladeo la cabeza, había algo extraño en su amigo, se percató un momento después de las grandes alas negras que tenía su compañero en la espalda.

Estaba anonadado con su nuevo descubrimiento, Axel era un ángel recto, leal, servicial, piadoso y miles de cosas más, la sola idea de que a él también lo hubieran exiliado era improbable y muy difícil de creer. Si estaba allí abajo en ese infierno sería a causa de alguien, y Alcander solo podía pensar que él tenía que ver en que su amigo estuviera ahora medio expulsado.

— ¿Tú también? –Dijo algo sorprendido de poder ver sus alas... O más bien, de poder verlo a él — pero ¿qué estás haciendo aquí? –dejó una botella en la mesa y destapó la otra para darle un largo trago.

—Me tiñeron de negro hermano –se encogió de hombros, miró hacia la mesa de centro y descubrió el mando que controlaba la casa.

—Eso ya lo había notado... ¿Por qué puedo ver tus alas? ¿O a ti? No puedo ver a los demás ángeles guardianes

Ángel Guardián || Disponible en dreameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora