Estaba una vez más en aquel triste lugar, llevaba conmigo un ramo de flores y varios recuerdos que deseaba enterrar junto a los restos de aquella persona. Era cierto que en vida odiaba a mi padre con toda el alma, pero ahora que estaba muerto no sabía si extrañarlo o bailar sobre la tumba de ese infeliz. Obviamente no me agradaba demasiado desde que me echó de la casa por ser homosexual, nos hizo la vida imposible a mí y a mi novio y me rechazó por el resto de sus días.
Suspiré y dejé las flores en ese lugar, lo hacía por pedido de mi madre quien estaba destrozada con la partida de ese idiota, a ella la quería demasiado como para ignorarla, fue la única quien intentó hablar con mi padre y la única quien siempre nos apoyó a más no poder. Suspiré y miré aquella lápida de mármol, el idiota no se merecía tanto. Pero lo que más me llamó la atención fue una bola de pelos negra acurrucada sobre la lápida ajena.
—Mmm... Ya supongo que él es mejor como cama para animales que como persona —el gatito negro levantó el rostro y me observó atento por unos segundos, todo para luego dar un "Meow" bastante tierno y luego ronronear. Sonreí—, al parecer te agrado ¿Qué te parece ir a casa conmigo?
El minino solo empezó a ronronear aún más fuerte mientras lo levantaba entre los brazos y se acomodó extendiendo todo su cuerpo. Era bastante tierno.
Estaba seguro de que a Aris le encantará tener otra mascota, siempre quiso un gato y hasta el momento solo habíamos tenido dinero para adoptar y mantener a un perro. Miré al gato negro quien se había quedado dormido en muy poco tiempo, seguro serían muy buenos amigos.
Estaba seguro de eso.
