Capítulo 01

1.2K 137 35
                                    

El pequeño minino ronroneaba casi con placer sobre mis piernas mientras que no podía apartar la mirada del camino pues estaba conduciendo, el gato negro se subía sobre mis hombros y acariciaba su peluda cabeza por mi mentón molestando mi vista, un par de veces me habían gritado "¡Idiota!" por la carretera y en una pequeña ocasión casi no piso el freno frente a un semáforo en rojo. Las ventanas estaban cerradas y el minino no parecía disgustarse con el repentino cambio, de hecho parecía más contento que nunca, tanto que casi me mete en accidentes.

—No, gatito —dije tomándolo por cuarta vez y poniéndolo en el asiento del copiloto, cuando bajé una mano hacia él  y acaricié su suave barriga este ronroeó tan fuerte que parecía desarmarse en mis manos—, eres malo, ¿Acaso quieres que muera en un accidente? —miré de reojo al gato y paró de ronronear al momento en que dije eso, solo me veía fijo con esos amarillos y redondos ojos—, debería estar loco para hablar con un gato.

Al llegar al departamento estacioné el coche y tomé al gato a la vez que hacía malabares para llevar las compras que Aris me había pedido. Al entrar al edificio el gato se puso inquieto y sin querer casi tiro la bolsa. Tomé al minino entre mi abrigo y lo sujeté para que no tema, fui al elevador y me tranquilicé cuando escuché a la bola de pelos ronronear, pero al llegar a mi piso volvió a inquietarse y casi gruñía. Extrañado lo sujeté más fuerte con miedo de que escapara e ingresé al departamento.

Y justo ahí la cosa se puso fea, el gato empezó a sisear a la nada y gruñía con un enojo feroz mientras quitaba las garras y las incrustaba en mi ropa y, consecuentemente, en mi piel, claro que me asusté mucho y rápidamente dejé la bolsa de Aris sobre el sofá para poder poner al gato en una jaula, era la jaula del perro, pero ya era suficiente para contener al furioso gato que gruñía a todo lo que encontraba, por suerte dentro de la jaula ya había un plato con agua y otro con la comida del perro. Aunque el verdadero desastre comenzó cuando nuestro perro Tim, un cocker dorado, llegó hasta la jaula en la que se encontraba el gato para empezar a ladrarle con desesperación.

—Tim... basta por favor, provocarás problemas con los vecinos —decía mientras tomaba del collar al perro e intentaba alejarlo de esa jaula, pero él se puso tan terco que se sentó frente a la jaula y miró al gato fijamente, ya sin ladrar, el minino solo gruñía guturarlmente con aquellos ojos amarillos fijos en Tim, luego de unos segundos el ambiente se puso más tranquilo, pero con un silencio tan incómodo que me pregunté qué se estaban diciendo en idioma animal.

Dejé a los animales por la paz y fui a la cocina por una pastilla pues me había comenzado una horrible migraña, Aris no estaba en casa, aún no llegaba de trabajar y cuando llegue me tocaría quitar a Tim de paseo para evitar hablar de sus parafernalias sobre el mundo esotérico, algo que realmente no me atraía mucho la atención. No es como si odie los gustos de mi novio y no es como si no crea en él, de hecho, habían veces en las que sus adivinaciones me daban algo de miedo y más de una vez ya lo vi entrar en una crisis nerviosa horrible mientras "jugaba" con sus artilugios, preferiría mejor mantenerme alejado y solo me dedicaba a amar al chico de cabello oscuro y sonrisa delicada que durante el día trabajaba como un aburrido camarero en un restaurante estirado, ese chico quien me cautivó desde la primera vez que lo vi y por él supe que prefería a los hombres. ¿Quién cambiaría los cálidos muslos de un hombre por el frío agujero de una mujer? Yo no

Con curiosidad fui a ver a los animales y seguían en la misma posición que antes. Me pareció extraño, pero los ignoré y tomé la portátil para comenzar a trabajar, trabaja desde casa como un escritor de tiempo completo, aunque solo una de mis obras fue publicada hasta la fecha y ninguna editorial aceptaba mi trabajo reciente. Seguía viviendo a base de las regalías que esa única obra publicada me dió, pero la obra no fue muy popular y rápidamente me quedaba sin dinero. Por supuesto que deseaba ayudar a Aris a mantener el departamento y a los animales y con la publicación del libro tuvimos un lapso de nuestra vida bastante cómodo.

Cómodo hasta hace unos meses cuando el dinero empezó a escasear y Aris tuvo que cambiar de trabajo a uno en donde le hacían vestir de pingüino durante todo el día, mientras tanto, yo buscaba una esperanza en esa nueva obra que iba escribiendo. Me concentré por unas horas en la portátil y no noté la hora hasta que el resplandor naranja del sol antes de morir se filtrara por las cortinas. Me levanté del asiento y fui a la cocina por algo de comer, de camino miré a los animales y esta vez sí que me asustó verlos en la misma posición de antes.

—Tim, ven aquí muchacho —lo llamé, pero él solo movió la cola de un lado a otro mientras no quitaba la mirada de ese furioso gato negro. En ese instante escuché unos ruidos en la puerta, parecía que alguien desesperado intentaba abrirla. A los segundos Aris con todo su esplendor y ropa desordenada ingresaba al departamento.

—¡Dios mío santo! —su rostro estaba deformado en una mueca de terror, no era la usual tierna sonrisa que mostraba todos los días al llegar y cuando giró la mirada hacia mí solo parecía que sus ojitos se bañaron de lágrimas y corrió para abrazarse a mi pecho con mucha fuerza—, ¡DAVID! ¿¡Estás bien, cariño?! —asentí sin entender demasiado, él se separó de mí y con esos ojos oscuros inspeccionaba cada parte de mi cuerpo, Tim solo ladró un par de veces y Aris frunció el ceño al escuchar al perro, a veces sus expresiones me asustaba—, ¿qué trajiste a la casa, David?

—Solo... solo es un gato —dije algo apenado, no sabía que se pondría tan disgustado por haber traído otro animal—, lo lamento, no sabía que no te gustaría, pero estaba abandonado y...

—Sshh... —dijo poniendo un dedo en mis labios y mirando hacia el lugar en el que estaba el gato en la jaula y Tim sentado frente a él, juro que pude sentir el cuerpo de Aris estremecerse, con cuidado se acercó a mi oído y susurró con voz temblorosa—, ese no es un gato, David...

Y justo en ese momento un horrible maullido gutural se esparció por toda la casa.

Mi sangre de congeló.

•§•

ArcanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora