Capítulo 02

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Aris me había arrastrado por la ciudad y yo solo intentaba mantener el paso a ese desesperado chico, no entendía por qué me había dicho aquellas palabras y menos entendía por qué salimos casi huyendo de nuestro departamento mientras dejábamos al perro solo en ese lugar con eso que "no era un  gato", según Aris.

—Haremos lo siguiente, David —mi novio por fin detuvo su paso al estar a tres calles del edificio, por su frente se veía una gotita de sudor resbalarse—, dejamos a Tim en el departamento, pero él estará seguro, debes volver, tomar a ese gato y llevarlo de nuevo de donde lo trajiste —solo asentí algo perdido—, ¿De dónde lo trajiste? —casi me sentía como si estuviera siendo regañado por mi madre.

—Esta mañana fui a visitar a mi padre al cementerio y lo encontré durmiendo sobre su tumba...

—¡Iiihh! David, eso es muy malo —Aris giró la cabeza hacia donde estaba nuestro departamento—, ¡Oh, no! Tim... —y luego volvió a tomar camino hacia allí, no entendía ni la mitad de las cosas que decía el pelinegro, de hecho estaba más confundido que cuando encontré a los animales en la misma posición que hace horas, corrí tras Aris y las personas nos miraban como dementes, yo solo me disculpaba con aquellas con las que chocaba mi novio e intentaba seguirlo, pero paró en la entrada del edificio—. No puedo hacerlo —eso fue una afirmación.

—¿Qué cosa? —casi jadeando llegué hasta él.

—No puedo entrar al edificio, David, no puedo hacerlo, esa cosa me asusta ¿No lo viste a los ojos? —me mira y yo solo me encojo de hombros.

—Aris, solo es un gato nor....

—¡No! Es un monstruo y debes deshacerte de él, no es bueno traer animales del cementerio, sus almas son muy puras y de corrompen en lugares como esos —de nuevo Aris hablando de esas cosas, solo rodé los ojos.

—Ya tranquilízate, si quieres lo llevo a servicios animales más tarde y listo, no hace falta que te alteres —sentía que eso era como discutir con una niña de dieciséis.

—Debe volver al cementerio, debes hacerlo tú o no te dejará en paz —me tomó de los hombros y me empujó hacia el interior del edificio—, ve, tráeme a Tim y yo iré a la casa de tu madre mientras te llevas al animal.

Me sentía como un mandilón teniendo a Aris de novio, suspiré y subí al ascensor algo cansado, me habían asustado, agitado, empujado, pisado y gritado en menos de treinta minutos, todo hecho por Aris, pero aún así amaba a ese chico tierno lleno de rabia interna en momentos cuando metía la pata, justo como este. Llegué al departamento y vi a Tim sentado justo donde lo habíamos dejado, el gato solo gruñía guturalmente y apartaba la mirada del cocker, tomé la correa del perro y la abroché por su pechera para tirarlo hacia afuera. Él empezó a ladrar, el gato a sisear.

—Vamos, perro, no tengo toda la maldita tarde —ya estaba cansado de eso y el cielo que empezaba a oscurecerse me preocupaba, así no podría entrar al cementerio, tiré a Tim un par de veces más y este me gruñó mientras no deseaba apartarse del gato. Asustado tomé al cocker bajo mis brazos y lo levanté del suelo, se agitó, ladró y gruñó como si fuera un desconocido, un par de gemiditos lastimeros me hicieron sentir una pésima persona y sus ganas de saltar nuevamente hacia el gato solo hizo que lo agarrara con más fuerza y tirara de su pechera para llegar hasta el ascensor. Cualquiera creería que eso acababa de ser un acto de abuso animal, pero quería mucho a Tim y no quería que se quede solo en el departamento.

Ya abajo Tim ladró un par de veces a Aris intentando comunicarse y mi chico solo frunció el ceño con lástima. Suspiró y se quitó una cadenilla que colgaba de su fino cuello, con cuidado me la puso y luego me dio un beso en la mejilla.

—No te la quites por nada ¿Entiendes? —dijo mientras acariciaba mi rostro, asentí—, deshazte de ese gato en la mañana al amanecer, no lo dejes salir de la jaula y por nada del mundo te quedes dormido o lo pierdas de vista, ¿entiendes? —asentí de nuevo y esta vez me sentí bastante más asustado de lo que ya me había sentido antes. Aris tomó la correa de Tim y le frotó la cabeza—, ¿quien un buen chico que no apartó la mirada de esa cosa? ¿Eh? ¡Tú lo eres! —le decía mientras agitaba esas flácidas mejillas y Tim movía la cola con gusto.

—Aris —lo tomé de la mano antes de que tome camino para ir a la casa de mi madre—, espera, ¿eso... el gato es malo? ¿Puede hacerme daño? —claro que el susto no se me quitaba ni con diez cubetas de agua fría, pero al menos quería tranquilizarme un poco. Aris sonrió y me abrazó.

—Solo no te quites el collar ni lo dejes solo por largo rato —dijo en voz baja—, desearía ir contigo, pero eso sería malo, David soy muy débil para estas cosas... no podré con uno más.

¿Uno más? ¿A qué se refería? Le quise preguntar, pero él se separó de mí y me sonrió para luego desviar la mirada a nuestro balcón.

—Deberías volver allí arriba, cariño, haz lo que te dije —tomó la correa del perro y empezó a caminar—, llévalo mañana al amanecer o tendrás que esperar un nuevo amanecer para deshacerte de ese demonio.

Y luego Aris de despidió levantando una mano sin siquiera girar a mirarme, desconocía lo que pudiera suceder con Aris y sus parafernalias de pseudo brujería, pero jamás creí que fuera tan malo como para que no quiera entrar ni al edificio, se llevara al perro y fuera a esconderse a la casa de mi madre.

Subí nuevamente al departamento y algo cansado abrí la puerta.

Era solo un gatito, ¿qué podría salir mal?

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