Capítulo 04

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El niño curioso iba y venía por el departamento revisando cosas, abría las cajas y luego las cerraba, a veces se paraba de puntillas para ver sobre los libreros y en esas ocasiones su oscura cola se erguía un poco más, dejando notar los bien formados glúteos que poseía. A veces se giraba y me daba miradas furtivas, sonrisas casi coquetas y tentadoras, luego me daba la espalda nuevamente moviendo las orejas y sacudiendo un poco su peluda cola. Cualquiera creería que estaba seduciéndome, pero la verdad es que no iba a llegar a nada haciéndolo.

—¿Ya estás contento? —dije cuando lo vi sentarse en el sillón y llevar ambas manos a su estómago, había revuelto toda la casa y habían pasado un par de horas en las que me acostumbré a su presencia y terminé en la conclusión de que no me haría daño.

—¿Hay algo de comer? —dijo viendo la pantalla oscura de la televisión—, esa cosa brilla, ¿No? He visto a humanos frente a ella, es raro cuando hablan a eso —y apuntó a la pantalla, no evité soltar una pequeña risa y luego desviar mi mirada al curioso niño.

—Se llama televisión y no, no hay comida porque prácticamente devoraste todo —escuché un bufido de su parte—, deja de quejarte y prepárate que está por amanecer.

El niño giró y me observó cuando dije eso, solo sonrió dejando ver entre sus labios dos colmillos filosos, parecía incluso un animal con ellos, pero eso no me asustó, ya no sabía por qué asustarme. Toth se levantó del sillón y caminó hasta mí meneando aquella cola, yo hace ya horas estaba en un estado de letargo por la falta de sueño y la energía gastada en el susto que me dio ese niño así que no sentí cuándo él llegó a mi lado y se abrazó por mi cintura, ni siquiera tenía el tamaño para rodearme totalmente.

—No me dejes ir... por favor —dijo levantando la mirada y dejando ver ese par de amarillos ojos cristalizados. No entendía a qué quería llegar con eso, era inútil que intente hacerme cambiar de opinión pues ya tenía más que claro que ese niño no tenía una sola pizca de humano, esa cola que se sacudía a un lado y al otro me lo comprobaba.

—No me toques —dije haciéndome a un lado, él solo frunció el ceño y bajó las orejas mientras su cola continuaba dando latigazos al aire. Parecía molesto.

—¡Tú eres mío! —gritó, esa reacción me hizo recordar a un niño mimado a quien no le compran un juguete, solo lo ignoré, como se haría con un niño—, ¡Eres mío David, entiéndelo! No puedes ir a abandonarme en ese cementerio nuevamente, no quiero volver allí ¡No quiero!

A veces pensaba que él tenía tanta fuerza que no debería parecer tan pequeño, justo como en ese momento cuando me lanzó al suelo, sentándose a horcajadas sobre mi estómago.

—Vamos David, sé que te emocionas conmigo —¿Acaso ese demonio empezaba a menearse? Lo tomé de las caderas para quitarlo de allí, pero él solo soltó un jadeo y dio una expresión tan tentadora que por un momento me sentí un pedófilo al gustarme aquello. No. Aris dijo que eso no estaba bien. Intenté levantarme, pero él impuso fuerza sobre sus piernas.

—Suéltame, para hacer estas cosas tengo a Aris, no quiero a un mocoso —estaba harto, quería llevarlo y dejarlo en el cementerio, no me interesa si debía arrastrarlo de esa cola o esas orejas. El niño curvó una ceja curioso y dejó escapar una risilla.

—¿Aris? Así que es ese el nombre del exorcista —lo sopesó un momento, parecía que aún digería la información—, Nah, no lo conozco de ninguna parte, ¿pero sabes? Yo puedo darte aún más que ese tal Aris —desvió la mirada a la portátil que se encontraba apagada sobre la mesa y luego volvió la mirada a mí, sonriendo, hasta parecía un niño bueno—. Pusiste mucho empeño en tu novela, yo podría hacer que esta vaya incluso a la gran pantalla ¿Te gustaría?

Bueno... claro que eso me gustaría, me emocionaba pensar que mi novela se convierta en una película y pueda llegar a aún más personas. Quizás... podría pensar en eso, necesitábamos el dinero junto con Aris... Aris, él no lo permitiría jamás.

—No creas que me comprarás con algo como eso —escupí, el demonio solo frunció los labios a un lado y suspiró, parecía aburrido y cansado, se notaba que quería divertirse de alguna manera con mis reacciones, pero no lo conseguía. Ese no era mi problema.

—Entonces ¿Qué te parece si te hago cambiar de opinión de otra manera? —sus manos hicieron presión sobre mis brazos, dejando caer casi todo su peso sobre mí—, no podrás regresarme al cementerio, cariño.

—¿Y cómo crees que lograrás hacer que cambie de opinión? —dije un poco aburrido de la situación, él sonrió y se separó de mí mostrando todo ese torso perfectamente pálido y desnudo, sus facciones de niño se deformaron y su delicado cuerpo ganó curvas y músculos ligeramente marcados, ese pene que antes era pequeño se irguió orgulloso de su nuevo tamaño y mostró la punta rojiza y caliente, sus manos fueron a parar a su pecho, a esos pezones rozados y su cola de enredó por mi pierna derecha, juraba que se hizo más pesado.

—¿Te he hecho cambiar de opinión? —su voz era gruesa, su bien formado cuerpo casi me aplastaba contra el suelo y juraba sentir que terminaría devorándome.

Madre Santa, ¡¿En serio los demonios podían hacer esto?!

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