Capítulo 03

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Aún estaba preocupado por Aris, desde que llegó a casa con esa cara de espanto me había hecho dudar de que si estaba bien y más al decir que un gatito era un mostruo. Yo no veía nada de malo en esa bola de pelos negra que me miraba fijamente desde la jaula, Aris decía que era malo, pero es un gato normal, se levanta y choca su cuerpo contra las rejas ronroneando de manera desesperanda, obviamente quiere que le abra la jaula, pero no lo haré, Aris se enojaría muchísimo.

Dejé la jaula justo al lado de la televisión de la sala y me senté en el sillón con algunos bocadillos, si pasaba la noche en vela la pasaría de una buena manera. Empecé a ver una película tras otra, la hora parecía no pasar y realmente me preguntaba si es que amanecería rápido. No supe cómo, pero justo cuando el protagonista de la película iba a hacer la típica hazaña que salvaría a todo el mundo mis párpados empezaron a sentirse tan pesados que casi caigo en un sueño profundo, sacudí la cabeza y mi mirada de dirigió a la jaula nuevamente, pero en el momento mis fuerzas empezaban a bajar y volví a lo mismo, al parpadear por segunda vez ya no lo aguanté y caí en un sueño muy profundo.

Desperté solo porque sentí un dolor en el pecho, algo muy pesado se había posado sobre mis piernas y solo cerraba los ojos con molestia y fruncía el ceño para intentar quitármelo. Me sacudí, pero mis brazos fueron sujetos con dureza y solo solté una queja para luego abrir los ojos con rabia ¡¿Quién demonios se atrevía a arruinar mi sueño?!

Y justo allí, sobre mis piernas, un... ¿Niño? Esa cosa que me miraba con esos amarillos y grandes ojos... ¿era un niño? ¡Claro que parecía un niño! Pero qué hacía en mi departamento, ¡qué hacía desnudo en mi departamento! ¡Sobre mí! Rápidamente intenté quitarlo, pero me tenía muy sujeto.

-¿Te encuentras bien? -estaba preocupado, ¿Será que el niño se escapó de alguna parte? Seguramente estaba herido y ya empezaba a sospechar de todos mis vecinos, sabía que el hombre del departamento de al lado tenía fetiches raros, un día lo vi llegando al edificio con una mujer quien más bien parecía una niña, seguramente este niño era una víctima-, Respóndeme, ¿De dónde vienes? -claro que él no me respondía, su mirada estaba fija en mi cara y sus manos por mis brazos, casi haciéndome daño. Solo allí supe que ese niño no estaba en peligro, su mirada decía que el que estaba en peligro era yo.

-Dame tu alma, aliméntame -dijo sin dejar de mirar mis ojos, fruncí el ceño y él sonrió como un niño travieso, casi como si acabara de regalarle un dulce. Se acercó a mí e intenté alejar mi rostro de él, pero sus pequeños labios se unieron a los míos, era suave y cálido, pero se sentía mal, como si algo estuviera siendo arrancado de mi pecho. Al momento sentí que mi cuerpo se agitaba y juro que creí que mis órganos se licuarían si el niño continuaba con ese contacto, pero él solo se separó y miró a un lado con el rostro frustrado- Tch, asqueroso -dijo con desagrado para luego soltar mis brazos y bajarse de mis muslos, yo estaba jadeando, vaya que había sido brusco.

-¿Quién eres? -dije mientras recuperaba el aliento, no me había dado el tiempo de mirar al niño, pero cuando levanté la mirada me llevé la sorpresa de que un par de peludas orejas negras estaban posadas en su cabeza y una larga cola peluda se movía de un lado a otro confirmando su desagrado. Algo impactado solo me froté los ojos.

-¿Eres capaz de preguntarme quién soy cuando fuiste tú quien me trajo y me tuvo todo el maldito día en esa jaula sin comer? -dijo casi exasperado mientras apuntaba a la jaula que ahora estaba totalmente destrozada ¿En qué momento pasó esto? No entendía absolutamente nada-, ¡Ah! Claro, es muy divertido recoger un gato quien intenta llevar una vida normal y tranquila ¿Tanto te costaba solo ignorarme?

Lo miré algo desconfiado, ese chico más que darme miedo me parecía molesto, era extraño tener a un niño desnudo en el departamento, con esas orejas y esa cola que se movía de un lado a otro como un látigo mientras recorría el lugar lanzando quejas y maldiciones a mi persona, sea lo que sea que estaba sucediendo, era malditamente extraño. Miré al niño irse hacia la cocina y cerré los ojos ¿Qué podría ser? ¡Claro, era un sueño! Eso debía ser, era imposible que el gato ese se haya convertido en un niño, un niño que se quejaba mucho, pero pronto su vocecita se callaría, estaba seguro de que si volvía a cerrar los ojos él se iría de mi cabeza.

-¡Maldita sea! ¡Jódete maldito inútil infeliz de mierda! -y allí estaba de nuevo, esa voz que increíblemente lanzaba más blasfemias que la de Aris mientras estábamos en medio de... bueno, no hace falta que sepan eso. Al parecer ese grito fue el ancla que me sujetó a tierra, no era un sueño, era real y además estaba en mi casa, maldiciéndome desde mi cocina, me levanté con pereza, qué más podía hacer, sea lo que sea que no debía suceder, sucedió y ahora estaba caminando por mi casa. Llegué hasta la cocina y lo vi masticar una cuchara.

-¿Qué crees que haces? -dije mientras me recostaba por la pared, ya no tenía tanto miedo a esa "cosa", él ya había dicho que yo le sabía asqueroso, no iba a comerse mi alma como deseaba.

-Alimentándome, idiota -tiró la cuchara al suelo algo frustrado- ¿No que los humanos daban pescado a los gatos? ¿Qué pasó del plato con leche tibia? ¡Quiero mojarme los bigotes! -y ahora parecía un niño mimado o un gato muy enojado, lo miré algo extrañado y caminé hacia el refrigerador.

-Primero, tú no tienes bigotes -saqué el cartón de leche y la cargué en una taza para ponerla en el microondas, todo bajo la atenta mirada del niño con orejas-, y segundo, no te quedarás mucho tiempo en este lugar, en la mañana iremos al cementerio nuevamente y te dejaré allí.

Su mirada parecía haberse relajado por un momento y fue solo para que luego la bajara algo cabizbajo, no le hice caso hasta que el microondas hizo un pitido y el niño se asustó sujetándose de mi ropa.

-¿Acaso todos los humanos son malos? Recogen y luego tiran gatos cuando se les antoja -su tono intentaba ser infantil.

-Tu no eres un gato -ya estaba seguro de ello.

-Bueno, no tirarías a un niño ¿Verdad? ¿O acaso soy feo? ¿Por qué no puedo atormentarte por el resto de tu vida? -lo decía sin pena ni gloria mientras me mostraba esa mirada llena de ternura, evité sus ojos y le entregué la taza.

-Bebe, es leche.

-Oh, eso es genial -dijo mirando la taza y luego bebió todo de una vez-, necesitaré encontrar un humano rápidamente, no puedo vivir de leche.

-Bueno, pues ese humano no está en esta casa, así que va a ser mejor que vuelvas a la jaula y te quedes entre el destrozo que ocasionaste hasta la mañana, a primera hora estaremos en el cementerio nuevamente.

Él me miró fijo y luego empezó a reír mientras se acercaba al refrigerador y repetía mis recientes actos con la caja de leche y la taza, su risa fue calmándose hasta que estuvo frente al microondas y lo miraba confundido, le hice el favor de poner la taza dentro y encenderlo, solo allí él se giró y me miró con complicidad.

-No puedes deshacerte de mí, David, podrías haberlo hecho si no dejabas que me convierta, ahora es imposible -ya me estaba asustando, jamás le dije mi nombre, con el ceño fruncido solo me alejé unos pasos-. ¡Oh...! No te alejes, cariño. Te aseguro que mientras esté a tu lado todo te saldrá bien, cuidaré de ti si tú cuidas de mí.

Y allí estaba un tipo de sonrisa que detestaba, parecía tan lascivo que solo volvía a recalcar el hecho de que no era un niño y sentía que empezaría a hacer pactos con demonios si solo aceptara lo que él pidiera... ¿Había otra forma de deshacerme del gato? ¿Aris lo sabe? El pitido del microondas hizo que el niño apartara la mirada de mí y volvió por su taza, con vehemencia bebió toda la leche.

-Necesitaré más de esto, si no puedo comerme tu alma al menos podría saciarme un poco con comida de humanos -dijo mientras veía la taza vacía-, ¿Sabías que la leche proviene de la sangre de los animales? Quizás por eso es tan deliciosa...

Vaya que era extraño, por momentos parecía que era una persona normal, se perdía en sus pensamientos y miraba curioso todo a su al rededor... luego recuerdo que quiso comerse mi alma, qué desagradable.

-¿Cuál es tu nombre? -me atreví a preguntar, quizás era solo yo quien empezaba a delirar y se imaginaba cosas extrañas, él levantó la mirada, sus amarillos ojos eran adornados por alargadas pupilas, hasta el momento no había notado esa particularidad.

-Me llaman Toth.

•§•

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