Capítulo 9

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—Hoy estamos reunidos para darle el último adiós a Blair Wright— una voz masculina recorre cada rincón de la iglesia, llegando a nuestros oídos tras salvar una serie de obstáculos por el camino. Cambio el rumbo de mi mirar hacia mis manos temblorosas, entre las que sostengo una rosa radiante, y observo detenidamente los pétalos rosados. Jonathan, quien está situado a mi vera, coloca su mano sobre la mía y ejerce una leve presión con el fin de animarme—. Blair era una buena persona, con toda una prometedora vida por delante, que, por voluntad de Dios ha finalizado antes de lo previsto. Hoy el cielo ha ganado una nueva estrella y los presentes hemos perdido a una maravillosa persona— mis ojos se desbordan y las lágrimas surcan mis mejillas sonrosadas, dejando un rastro con sabor a mar. Alzo una de mis manos y con el dorso de esta las hago desaparecer—. Ahora ha alcanzado la paz, no siente dolor ni miedo, y si por algún casual se sintiese desorientada, Dios le guiará por el camino correcto.

El sacerdote nos concede a los familiares y amigos un tiempo a solas con el ataúd abierto en el que descansa el cuerpo sin vida de Blair. Me pongo en pie y dirijo mis pasos hacia la caja de madera que hay coloca sobre un tableado que se encuentra a distinto nivel del suelo. A medida que camino observo detenidamente como los padres de Blair se aferran a la mano de su hija y lloran su pérdida desconsoladamente. Su madre solloza y emite un grito que logra desgarrarle la garganta. Vuelvo la cabeza hacia un lado y aprieto la mandíbula con el fin de retener las lágrimas que se avecinan.

La mujer de cabello cobrizo se aproxima a mí, se apodera de una de mis manos, deposita sendas palmaditas sobre ella y a continuación me mira profundamente, agradeciéndome sin hacer uso de las palabras todo cuanto he hecho por ella. Asiento un par de veces y espero a que continúen con su marcha hacia el exterior de la iglesia para aproximarme al ataúd.

Su piel está pálido, sus ojos cerrados y sus labios sellados y carentes de color. Su cabello color zanahoria descansa perfectamente peinado sobre su pecho, cubriendo la parte superior del vestido celeste que lleva puesto, el cual logra cubrir sus rodillas. Sus manos frágiles y delgadas descansan sobre su vientre, la una sobre la otra. La sábana de color blanca que yace bajo su cuerpo contrasta con el tono pálido de su piel y el anaranjado de su cabello. Su pestañas pelirrojas rozan sus pómulos e impiden ver sus asombrosos ojos.

Coloco la rosa entre sus manos con cuidado y luego procedo a acariciar con mi dedo índice y corazón su cabello en sentido descendente.

—Lamentaré eternamente no haber llegado a tiempo.

Me aferro con fuerza a su mano y rememoro uno a uno todos los recuerdos compartidos con Blair desde que nos conocimos hasta la noche anterior, volviendo a sentir la calidez que aportaba su compañía y el ánimo que transmitían sus palabras, las cuales tenían el don de hacerte sentir bien, de devolverte la sonrisa perdida. Blair hacía que todo fuese más fácil, mejor. Y ahora que se ha ido no puedo expresar con palabras cuánto hecho en falta su presencia en mi vida. Ha dejado un vacío en mi corazón que jamás va a ser llenado.

—Gracias por haberte cruzado en mi camino, Blair— confieso entrecortadamente—. Ha sido un placer conocerte y crear recuerdos junto a ti. Suena a despedida pero no lo es. Sé que algún día, sin importar cuánto tiempo deba pasar, nos volveremos a ver. Porque las personas buenas no pueden desaparece de este mundo sin más, no, debe haber un lugar ideal en el más allá. Será allí donde nos encontremos de nuevo. Hasta entonces.

Teresa se coloca a mi derecha y me regala una sonrisa triste. Las lágrimas se deslizan por sus mejillas frenéticamente. La chica coloca una pequeña bola de cristal entre los dedos de Blair, en cuyo interior se distingue un cielo nocturno repleto de estrellas, las cuales son observadas por una pareja de chicas.

Cazadores Nocturnos 3; El Legado de EnglewoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora